viernes, 8 de junio de 2012

ÚLTIMA ENTRADA


Bueno. Ahora sí que sí.
Esto es el final.

Tres temporadas y una película. Es más de lo que muchas otras grandes series han tenido. Parece que fue ayer cuando, en la cocina de la casa de Raul, unos cuantos nos reunimos para jugar el episodio piloto. ¿Quién me iba a decir que aquella idea de lanzar a un puñado de aventureros a una odisea entre dimensiones, visitando versiones de su propio pueblo, iba a dar para tanto?

El poster de la primera temporada. Cuando "Margaret" aun era una T3. Qué tiempos...
Si algo tengo claro es que esta historia se cierra de forma indefinida no porque hayamos agotado sus posibilidades, sino porque cada vez resulta más y más difícil reunir al elenco protagonista. Cada uno de nosotros tiene sus propias batallas personales, sus compromisos ineludibles y sus responsabilidades terrenales. Y eso nos obliga a dejar de lado cosas tan superfluas como evitar cataclismos interdimensionales o luchar contra fuerzas diabólicas que amenazan la integridad, ya no del universo... sino de todos los universos posibles.
El poster de la segunda temporada, con "Margaret 2.0". 
Y si otra cosa tengo clara es que “Neverfield” no funcionaría sin vosotros. Ha habido otros intentos de poner en pié un “spin-off” de esta serie. Uno de ellos, incluso, llegó a jugarse durante dos episodios – iba a llamarse “Neverfield – The Lost Year” y narraría los acontecimientos acaecidos en el “Neverfield” original durante la ausencia de los protagonistas. La saga narraría los efectos y consecuencias que tendría la desaparición de Leonard, Danny, “Friki” Fess, “Perro Loco” y el profesor Vanister. Un grupo de juego en Sevilla se metería en la piel de otros habitantes de la localidad que serían los únicos testigos de cómo “Margaret” daba el primer salto, desintegrándose ante sus propios ojos. Sin embargo, la cosa no cuajó.

El poster de "Agentes de Wolfram & Hart", entre el final de la segunda y el principio de la tercera temporada.

Y a pesar de todo, no podía darme por vencido. Sentía que había que dar un cierre a la historia. La cosa no podía terminar tal y como lo dejamos en la tercera temporada. Durante meses emborroné páginas y páginas de mis cuadernos de notas, buscando una forma de dar un cierre digno a la saga. Tenía algunas cosas claras – como que en el “gran final” tendría lugar en el “Neverfield” original y que llevaríais a los padres o parientes próximos de los desaparecidos. Pero había muchos cabos sueltos que había que atar: Sarah Kauffmann, la profecía, el Devon Powell de Twinfield...

El poster de la tercera temporada, con Danny Dalton como el supuesto último superviviente del equipo original.
A veces lo único que hace falta para que todo encaje es que alguien te meta la presión suficiente. En este caso, fue la respuesta de Raul a mis propuestas lúdicas para Semana Santa. Íbamos a estar todos reunidos en Cádiz... ¿por qué no coger al toro por los cuernos y cerrar la saga como se merecía?

Y así, en tan sólo cuarenta y ocho horas conseguí atar los cabos que durante meses no había sido capaz de resolver. Creo que en parte fue la ilusión de saber que, por fin, íbamos a reunirnos de nuevo. Y mereció la pena, señores. Ya lo creo que si.

El poster de "End of the Road", con el slogan de "Todo Terminará" - que se repitió en los demás posters promocionales.
Las cosas buenas deben tener un final. Y “Neverfield” no iba a ser una excepción. La saga ha terminado pero al menos siempre tendremos este blog para regresar a él y, de vez en cuando, rememorar viejas peripecias y grandes momentos.

Ha sido un viaje increíble, amigos.
Gracias por hacerlo posible.

Nos vemos en el próximo salto.

domingo, 3 de junio de 2012

END OF THE ROAD - EPÍLOGO



END OF THE ROAD – EPÍLOGO (I)

Universo Neverfield.
Comisaría de Springfield. Complejo de Celdas.
Ahora.

- Y esa es toda la historia.

Y dicho eso, Charlie Dalton se queda quieto, recostado en el camastro y mirando al techo, con una sonrisa irónica en los labios. El silencio que viene después dura durante casi diez interminables segundos mientras trato de buscar algo qué decir. Entonces comprendo que no tengo por qué decir nada.

Me levanto de la incómoda silla plegable mientras Charlie me mira con lo que interpreto como incredulidad absoluta.

- Muchas gracias por su tiempo, Señor Dalton.
- Espere un momento… - se incorpora del camastro y se abalanza sobre los barrotes - ¿Ya está? ¿¡Eso es todo, joder!?

Camino en dirección a la salida, ignorando sus peticiones.

- ¡Eh! ¡Oiga! ¡Joder, míreme!

Me detengo justo a un palmo de la puerta.

- ¿Qué pasa, eh? – capto la sorna en la voz de Charlie - No cree una puta mierda de todo lo que le he contado, ¿verdad? ¡Es usted como todos los abogados, joder!

Suspiro y me doy la vuelta. Camino de nuevo hasta la celda.

- Oh, no. Señor Dalton. Verá. Con respecto a lo primero... – me detengo a menos de un metro de los barrotes - He creído hasta la última de esas “mierdas” que me ha contado. Los viajes entre dimensiones, los planes para consumir universos, los visitantes de otras tierras paralelas… Todo.

Rebusco en el bolsillo de mi chaqueta y le entrego una de mis tarjetas.

- Y respecto a lo segundo... – le dedico mi mejor sonrisa - Le aseguro que no soy un abogado cualquiera.

Los ojos de Charlie Dalton se abren de par en par. En la tarjeta puede leerse:
“WOLFRAM & HART: Benjamin Braddock”

- Jo… joder. ¿Ben… - alza la vista - … Braddock?

Para entonces, ya estoy fuera del edificio. Tan sólo puedo imaginar la confusión del pobre Charlie Dalton. Para él ha pasado apenas un segundo. Gracias al hechizo hipnótico de la tarjeta, en esos diez minutos he tenido tiempo de salir de la comisaría de policía y subir a bordo de uno de los todo-terreno de la Powell Corporation que aguardan aparcados en la puerta. En el asiento trasero, mirando por una de las ventanillas al otro lado de la calle, está Jake Dalton. A pesar de que su herida ha sido debidamente vendada, aun tiene la ropa rasgada y manchas de sangre seca y tierra por toda la cara y los brazos. Su mirada está fija en lo que acontece al otro lado de la calle. Justo enfrente, ante la tienda conocida como “Dragon´s Lair”, Gabrielle Grant se despide de la doctora St. Johns, quien sube a bordo de otro todo-terreno con logotipos de la Powell Corporation. Puedo ver el semblante gris y preocupado de Jake Dalton.

- No debe preocuparse por ella, señor Dalton. – me giro para hablarle desde el asiento del copiloto. – “Wolfram & Hart” se encargará de la doctora Rayna St. Johns. La contratarán para su rama de I+D. No debe preocuparse por ella…
- No me preocupo por ella. – responde sin apartar la vista. Es entonces cuando me doy cuenta que no es a la doctora a la que está mirando. – Aun no sabe lo de su hija, ¿verdad?

Niego con la cabeza. Y sin nada que responderle, me limito a mirar al conductor, un agente de la Powell Corp.

- En marcha.
- Muy bien, señor.

El todo-terreno comienza a moverse, saliendo de la Plaza Lincoln. Vamos dejando atrás los edificios de un pueblo que me resulta extrañamente familiar. Los edificios, las calles, los coches... todo es diferente a mi hogar. Pero la gente… Es escalofriante ver a un sheriff Thompson que parece un duplicado de aquel al que conocí en mi mundo. Siento una punzada de dolor cuando reconozco una furgoneta que pasa por nuestro lado, en dirección contraria. A través del espejo retrovisor, mientras nos alejamos, puedo ver como aparca a las puertas de “Dragon´s Lair”. Y tengo que repetirme a mi mismo que no es mi padre el que baja de ella. No es el Ed Braddock a quien Morgan Kyle partió el cuello con sus propias manos.

- Dígame una cosa, señor Braddock…

Agradezco que Jake rompa su silencio, sacándome de mis pensamientos.

- ¿Qué le pasará a mi hermano?
- Nuestros abogados de este universo se encargarán de su caso. De todas formas, imagino que no podrán cargarle las muertes de Billy Whitehouse o de Paul Fesster. Oficialmente ambos siguen desaparecidos.
- ¿Y extraoficialmente?
- Del señor Whitehouse no hay ni rastro. – me doy la vuelta y le miro quitándome las gafas. – Es posible que su sacrificio fuese lo único que frenó la profecía.
- ¿Y el señor Fesster? – Jake me mira y se da cuenta del pequeño detalle. – Esas gafas…
- Si… - se las entrego – Fueron lo único que quedaron de él. – le miro – Lo siento. Tengo entendido que fue el único que le defendió cuando…

Dejo la frase en alto, sin acabar, mientras contemplo a esta versión de Jake Dalton. En el fondo, tiene el mismo corazón noble que aquel al que conocí en mi mundo.

- Era un buen hombre… - Jake me devuelve las gafas de Paul Fesster.
- Usted también, señor Dalton. - Me mira extrañado - En el universo del que vengo, señor Dalton… Usted nos ayudó a escapar. Me ayudó a seguir con mi vida. – me giro de nuevo, colocándome las gafas del señor Fesster.
- ¿A dónde vamos? – Jake acaba de darse cuenta de que estamos saliendo del pueblo - ¿Qué está haciendo, Braddock?
- Devolviéndole el favor, señor.

A través de la ventana, Jake ve pasar un cartel que reconoce a la perfección. No abre la boca hasta que pocos minutos después el todo-terreno se detiene al pie de las viejas y maltrechas instalaciones mineras.

- ¿Qué hacemos aquí? – Jake baja del coche y me mira.
- Su hijo… - apoyado en la puerta abierta, miro hacia la cima. – Los dos sabemos donde estará, ¿verdad?

Jake sigue mi mirada con la suya y posa sus ojos en lo alto de la cima. Baja la vista de nuevo y me contempla, aun con algo de desconfianza.

- Aun no entiendo cómo lo ha hecho su gente, señor Braddock, para que Morgan Kyle hiciese la vista gorda con todo lo sucedido en la Planta Powell… - niega con la cabeza - No creo que esos amigos suyos de “Wolfram & Hart” hayan conseguido chantajear a alguien como Kyle…
- No le chantajeamos, señor Dalton – sonrío – Le ofrecimos un trabajo.

Jake asiente con la cabeza, en silencio. Mira de nuevo hacía arriba. Parece como si una parte de él tuviese miedo de encontrarse finalmente con su hijo. Esta vez, con el de verdad.

- No debe culparse, señor Dalton. Yo tampoco supe que algo iba mal con Danny hasta que fue demasiado tarde.
- No es eso lo que me preocupa, señor Braddock. – mira hacia arriba – Es el vértigo.
- ¿Miedo a las alturas, señor Dalton?
- Al tiempo, Braddock. – me mira y lo veo sonreír por vez primera – Al tiempo perdido.
- Razón de más para no perder más tiempo. – respondo a la sonrisa - ¿No cree?

Entro en el coche y cierro la puerta. Veo como se aleja, venciendo su temor y dirigiendo sus pasos hacia la montaña.

- ¡Señor Dalton! – alzo la voz para dejarme oír por encima del motor. El se da la vuelta y me mira.
- Dé las gracias a Danny de mi parte.
- ¿Por qué?
- Por salvarme la vida.

Asiente en silencio y alza la mano a modo de despedida. Es muy posible que sea la última vez que me vea. En mi caso, es posible que vuelva a ver a Jake Dalton. Pero será otro Jake Dalton. Y será en otro mundo.

END OF THE ROAD – EPÍLOGO (II)

Universo Neverfield.
Cima de la Mina Dalton.
Ahora.

Danny Dalton mira al vacío que hay a menos de un centímetro de sus piés. Es el mismo abismo por el que se arrojó el bueno de Fred. Su nombre, de forma inevitable, le lleva a repasar una amarga lista de amigos perdidos. Primero Fred. Luego Leonard. Que el mismo ponga fin a su vida casi forma parte del guión.

Contempla sus manos, aun cubiertas por la sangre reseca de sus víctimas. Cierra los ojos, tratando de contener las lágrimas. De negar los recuerdos de todo aquello de lo que fue testigo mientras Sarah Kauffmann dejaba un reguero de muerte y desolación. Los técnicos y guardias de aquellas instalaciones, la doctora St. Johns…
… Alma.

Danny abre los ojos, llenos de lágrimas. Respira con dificultad, sintiendo la angustia y la desesperación. Ambas le dan fuerzas para dar el paso.

Jake Dalton: No vas a hacerlo.

La voz a su espalda es un freno de emergencia. Le da las fuerzas necesarias a Danny para darse la vuelta muy lentamente. Apoyado en el viejo cobertizo, su padre le observa con los brazos cruzados.

Danny Dalton: ¿Cómo… (reune fuerzas)… ¿Como estás tan seguro?

Jake no responde. No inmediatamente, al menos. Camina hasta donde está él, rebuscando en sus bolsillos. Se coloca a su lado, contemplando la viva estampa de Springfield a vista de pájaro.

Jake Dalton: No vas a hacerlo, hijo. Por el mismo motivo por el que yo tampoco lo hice en su momento.

Danny Dalton lo mira.

Jake Dalton: Porque no es aquí donde acaba la carretera. No en este pueblo de mierda.

Su hijo aun guarda silencio mientras él rebusca entre sus bolsillos. Saca dos cigarrillos. Uno acaba en su boca. El otro, entre los dedos de Danny. Jake rebusca un poco más en sus bolsillos.

Antes de poder recordar donde puso las malditas cerillas, la llama de un zippo prende a pocos centímetros de su cigarrillo. En las manos de su hijo, Jake reconoce el mechero que le dio su padre años atrás.
Y de repente, dieciséis años de ausencia se desvanecen en el tiempo en que se fuma un cigarrillo.

Danny Dalton: He hecho cosas terribles, papá.
Jake Dalton: Yo también, hijo. Yo también.

FIN

END OF THE ROAD – CRÉDITOS
(En orden de aparición)

The Cast
Jake Dalton – Migue Torrejón
Charlie Dalton – Raul Lainez
Paul Fesster – Gonzalo Martín
Billy Whitehouse – Mario Baudet

Música de Brian Tyler, Ben Foster, Hans Zimmer, Murray Gold.
Neverfield” Main Theme by Ramin Dwajadi

Written and Directed by
Ismael D. Sacaluga

END OF THE ROAD – ESCENA TRAS LOS CRÉDITOS

Universo Sin Catalogar.
En mitad de una frondosa jungla.
Ahora.

¿Estoy... muerto?”

Es el primer pensamiento que llega a su mente cuando Billy Whitehouse abre los ojos. Siente el roce de la vegetación y la tierra mojada en su cara. Escucha el cacareo de un sinfín de animales que se mueven entre la frondosa vegetación tropical que lo rodea. Se levanta, notando sus huesos levemente entumecidos.

Billy Whitehouse (rascándose la cabeza y mirando a su alrededor): ¿Hola?

La única respuesta es el extraño graznido de las extrañas alimañas que merodean entre la impenetrable vegetación reinante. El último recuerdo de Billy es haber saltado como un suicida contra aquel Danny Dalton poseído. Luego, la luz púrpura y… Un mosquito del tamaño de un móvil se posa en su cuello, tratando de beber su rica sangre humana. Billy lo aparta de un golpe.

Billy Whitehouse (extrañado): ¿Pero qué cóño…?

En su mano, luce un anillo que antaño fuese dorado brillante. Ahora es de un gris metálico apagado, sin vida. Pero no es eso lo que más llama su atención: en su antebrazo, Billy acaba de descubrir lo que en un principio cree que es alguna clase de erupción en la piel. A medida que lo mira con más atención, sus ojos se abren de par en par. La supuesta erupción parpadea emitiendo alguna clase de luz púrpura. La misma que emanaba del prisma, recuerda. Billy entorna la vista, comenzando a darse cuenta de que esas “erupciones luminosas” no asumen formas caprichosas.

Billy Whitehouse (sorprendido): No me jodas que esto es una… ¿cuenta atrás? Bueno, parece que no me quedaré mucho tiempo por aquí… (mira para todos lados) Sólo espero no encontrar problemas mientras esté…

Las esperanzas del joven se desvanecen cuando un súbito temblor de tierra sacude la tierra, provocando una desvandada entre las copas de las palmeras próximas. Billy alza la vista y reconoce las siluetas de lo que, en un principio, ha confundido con “pájaros”. Pterodáctilos. Cientos de ellos. Y lo más inquietante no es que sean enormes. Lo inquietante es que huyen de algo.

Un rugido aterrador esclarece cualquier duda que pudiera tener el bueno de Billy.

Billy Whitehouse: Mierda…

Los temblores se repiten, cada vez más cerca. Billy trata de correr pero sus piernas no parecen aun aclimatadas a su reciente reintegración molecular. Las sacudidas dejan claro que sea lo que sea está peligrosamente cerca. Su rugido es tan atronador que casi no deja a Billy escuchar otro sonido.

El sonido de un motor.

Billy gira la cabeza a tiempo de ver como un impresionante cadillac plateado y descapotable se abre paso a través de la vegetación. El coche frena a apenas un par de metros del sorprendido Billy. En su interior, tres jóvenes lucen uniformes de corte militar. El que lleva en sus manos un rifle de tirador se levanta las gafas de sol y mira hacia atrás.

Leonard Powell (JurassicField): Creo que hemos dejado atrás a ese T-Rex, colegas.
Fred Fesster (JurassicField): Mayor Dalton, señor… (consultando alguna clase de dispositivo) La señal interdimensional viene de aquí.
Danny Dalton (JurassicField): Tengo ojos, Fesster. (sin soltar el volante) ¡Eh, colega!

Billy apenas si puede señalarse a si mismo, a modo de pregunta silenciosa.

Danny Dalton (JurassicField): Sí, ¡tú! (abre la puerta) ¿Subes o prefieres ser merienda de T-Rex?

Billy sube a bordo del cadillac, mientras el rugido se escucha cada vez más cerca.

Leonard Powell (JurassicField): ¿De donde cóño has salido?
Billy Whitehouse (mirando su antebrazo): No te lo vas a creer.
Fred Fesster (JurassicField): ¿Le conoce, señor Powell? (mira a Billy) ¿Cómo es posible?
Billy Whitehouse: Eso tampoco te lo vas a creer.
Danny Dalton (JurassicField): Dejad la cháchara y agarráos… (se calza unas gafas de sol) Próxima parada, Springfield.

El cadillac acelera mientras un terrorífico Tyranosaurus Rex irrumpe, llevándose por delante palmeras y vegetación a partes iguales. Cabalgándolo, un androide luciendo uniforme nazi empuña victorioso una katana envuelta en energía azulada.

Androide (con la voz electrónica de Marcus Vanister): ¡ATRAPAD A LOS REBELDES! ¡QUE NO ESCAPEN!
Billy Whitehouse (alucinado): ¿Dónde cóño me he metido?

domingo, 27 de mayo de 2012

Sesión 02-04-12 - END OF THE ROAD (6 de 6)



4x06 – NEVERFIELD: END OF THE ROAD

Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
23 minutos, 9 segundos para la activación del Reactor.

Ayudante del Sheriff, McNamara (alumbrando con la linterna): ¿Hola?

La voz del agente  McNamara resuena en las angostas paredes del túnel subterráneo. Sus pisadas en la tierra se aproximan cada vez más al final del mismo. Jake Dalton, escondido al fondo del todo, pegado por completo a la pared, acaricia el mango de su pistola. Mira al otro lado del escondrijo, comprobando que su compañero en toda aquella demencial empresa, James Roth, no parece compartir sus reparos a la hora de acabar con alguien. Sus ojos son fríos y se nota que no dudará en apretar el gatillo y matar a Norman. A fin de cuentas, Roth no ha estado en el bautizo de aquel chaval. Y la última vez que lo vio no fue hacía dieciséis años…
… cuando apenas tenía trece y asistió al funeral de su madre, muerta en el desastre de la mina Dalton.
Jake, si. Y por eso no va a dejar que matara al chico, aunque tenga que…

El crepitar de la radio de McNamara rompe el tenso silencio.

Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): ¿Norman?
Ayudante del Sheriff, McNamara: ¡Jesucristo, Mónica! ¡Me has dado un susto de muerte, joder!
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): Lo siento, Norman. “Rayo” quiere que vuelvas. Parece que hay problemas en la Planta Powell.
Ayudante del Sheriff, McNamara: Roger, Mónica. Voy para allá…
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): ¿Algún rastro de Jake Dalton?
Ayudante del Sheriff, McNamara: Negativo, guapa. Los testigos decían que lo habían visto a bordo de una motocicleta… Encontré la moto pero ni rastro de Dalton.
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): Recibido. Corto y cierro.
Ayudante del Sheriff, McNamara: Cierro. (guardando la radio y poniéndose el sombrero) Buff. Menos mal. Un segundo más dentro de esta madriguera y me da algo…

En apenas un minuto, McNamara abandona el túnel. Jake y Roth dejan pasar un par de ellos más antes de atreverse a hacer un solo movimiento.

Jake Dalton: Parece que se ha ido…
James Roth: Joder. (mira a Jake) Pensaba que habíais resuelto lo del localizador de la tobillera.
Jake Dalton: Más vale que aceptes, Roth, que no soy el hijo predilecto de este pueblo… (vuelve a sacar la bomba del interior de la mochila) Apuesto a que Powell ha pedido al sheriff Thompson que me ponga vigilancia. (coloca la bomba en un hueco abierto en la tierra) Imagino que piensa que quiero joder su bonita inauguración.
James Roth: Pues no va muy desencaminado, ¿no?
Jake Dalton (manipulando el detonador): Ya sabes que somos el plan B, Roth. Si no es necesario, no…

De repente, el móvil de Roth suena con una elegante versión en ocho bits del Réquiem de Mozart. Por un segundo, Jake piensa que es la señal que esperaban. Que las cosas han salido mal y que es hora de los fuegos artificiales.
Sin embargo, Roth no contesta al teléfono. Simplemente rechaza la llamada.

Jake Dalton: Roth, ¿qué…?

Al darse la vuelta, se topa de frente con el cañón de la pistola de Roth. Éste sonríe. Tiene la misma mirada fría que tenía cuando McNamara se acercaba peligrosamente a ellos. Un frío letal en cada pupila.

James Roth: Me temo, señor Dalton, que no necesitaremos esa bomba… Ni tampoco a usted.

Complejo Industrial Powell.
Centro de Control. Vestíbulo.
19 minutos, 12 segundos para la activación del Reactor.

Charlie Dalton: Ey, capullos…

Antes de que los dos guardias de seguridad pudieran terminar de girarse, el primero de los cañones de su escopeta escupió fuego, haciendo volar al primero varios metros hacia atrás, atravesando las puertas dobles que conectaban con el salón de actos. El segundo guardia apenas si había tenido tiempo de girar el arma cuando el segundo cañón de la escopeta de Charlie escupió su mortal nube de perdigones contra su cuello.

Charlie Dalton (recargando su escopeta): Joder…
Billy Whitehouse: Señor… ¿Señor Dalton?

Charlie giró su arma y apuntó en dirección a la puerta del ascensor. De él salía el joven Billy Whitehouse que, a duras penas, trataba de cargar con un herido Paul Fesster, cuyo hombro estaba empapado en sangre.

Billy Whitehouse (alarmado): ¡No dispare, no dispare!
Charlie Dalton: Joder, chico. (se acerca y ayuda a Billy a sacar a Paul) ¿Qué ha pasado?
Paul Fesster: Fui yo… La bala…
Billy Whitehouse: El señor Fesster disparó dos veces el arma que le quitó al guardia de seguridad. La primera no alcanzó a nadie. La segunda rebotó dentro del ascensor y…
Charlie Dalton: Je, je, je… Señor Fesster, salga de aquí y vuelva a su periódico. Deje la violencia a los que se nos da mejor.
Billy Whitehouse: Sacaré al señor Fesster de aquí. Pero Devon Powell sigue allí arriba y…

De repente todas las alarmas comienzan a sonar.

Charlie Dalton: ¡Corre, chico! ¡Saca a Fesster de aquí!
Paul Fesster: ¿Y qué hará usted?
Charlie Dalton (mira en dirección al ascensor): Yo me encargo de Powell.

Mientras Charlie se pierde tras las puertas automáticas de uno de los ascensores, Billy consigue a duras penas cargar con Paul Fesster. Una vez en el exterior, apenas han caminado un par de metros cuando se tropiezan con el primero de sus problemas: un todoterreno con logotipos de la seguridad privada de Powell se detiene entre el edificio del Control Central y el depósito del Reactor.

Billy Whitehouse (escondido junto a Paul Fesster tras la esquina del edificio): Maldita sea. Están bloqueando nuestra principal vía de huida.
Paul Fesster: Billy, hijo… Yo no creo que pueda seguir mucho más…
Billy Whitehouse: Señor Fesster, ¡es sólo un rasguño!
Paul Fesster: No es la herida, Billy... (sonríe resignado) Son mis viejas piernas, hijo. No podré seguir tu paso. Ni mucho menos correr más que ese todoterreno.
Billy Whitehouse: Déjelo de mi cuenta, señor Fesster. Usted salga de aquí.

Antes de que pueda protestar, Billy ya ha salido de su escondrijo. Corre como el diablo mientras los guardias de seguridad lo señalan y le gritan que se detenga. Paul ve como el chico se escabulle entre las torres de refrigeración mientras el todoterreno arranca, tratando de flanquearlo un poco más adelante. Lo justo como para que Paul Fesster pueda tener una oportunidad de escapar.

Paul Fesster: Vamos, Paul… No es más… que un rasguño…

Es entonces cuando la mirada de Paul Fesster se fija en la inmensidad del Reactor Zero. El orgulloso depósito que lo alberga, gigantesco y metálico, lo contempla como un enigma. Paul ve las escalerillas que lo rodean, subiendo hasta la cúspide del mismo. Donde se supone que se controla todo. En parte es el viejo olfato de periodista el que le grita que ahí dentro se cuece una buena historia. En parte es su obsesión por averiguar qué ha sido de su hijo. Algo le dice que las respuestas están ahí dentro. ¿Huir para salvar el pellejo y dejar escapar una historia?

Paul Fesster: Lo siento, Billy…

Mientras tanto, a apenas doscientos metros de allí, Billy Whitehouse trepa como si le fuese la vida en ello por la escala metálica de una de las torres de refrigeración. Probablemente la misma por la que el día antes Alma Grant había subido para tomar las fotos de Danny Dalton escapando de aquí. A muchos metros por debajo, Billy ve a un corpulento guardia de seguridad que ronda los alrededores de la torre. Le están buscando. Billy contiene el aliento y espera que no le de por mirar hacia arriba. El chico repite mentalmente como un mantra… que acaba por funcionar. Apenas un minuto después, el todoterreno se detiene ante el guardia que se sube a bordo, negando con la cabeza: no hay ni rastro del intruso.

Billy resopla aliviado. Sin embargo, la sensación no le dura mucho. Gira la cabeza y casi por casualidad sus ojos se posan en la parte superior del Reactor Zero. Puede ver como Paul Fesster se adentra en la sala de control.

Billy Whitehouse (murmura para sus adentros): Maldita sea, señor Fesster… ¿Qué parte de “salga de aquí” no entendió?

Complejo Industrial Powell.
Centro de Control. Última Planta.
13 minutos, 46 segundos para la activación del Reactor.

Jefe Científico, Evan Foster: Supervisor a Control central. Supervisor a Control central. Por favor, responda. (aguarda un instante por una respuesta que no llega) Rayna, ¿me oyes? ¿Qué está pasando? (frustrado, se quita los auriculares) Nada. No responden.

Devon Powell, escoltado por su secretario, entra en la sala de control. Desde dentro, los operarios de las terminales pueden ver al otro lado del cristal antibala a los preocupados periodistas que miran con curiosidad lo que sucede. El murmullo deja claro que saben que algo no va bien.

Devon Powell: Por el amor de Dios, Foster. Tengo a una treintena de periodistas ahí presenciando lo que tiene que ser el mayor éxito científico del siglo. ¿Se puede saber qué está pasando?
Jefe Científico, Evan Foster: Es la sala de control del Reactor. No responde nadie. Ni la doctora St. Johns ni nadie del equipo… Tenemos que detener la puesta en marcha.
Devon Powell: ¿Detenerla? (baja aun más el tono) ¿Es que ha perdido la cabeza, desgraciado? Quiero que…

Las amenazadoras palabras de Powell quedan interrumpidas por la detonación de una escopeta. Los dos guardias de seguridad que permanecían en la sala tratan de aferrar sus armas. Pero para cuando lo hacen es ya tarde: Charlie Dalton, escopeta en mano, aparece por el hueco de las escaleras.

Charlie Dalton (encañonando a los guardias): Ni lo penséis, capullos.

El primer guardia reconoce el tono seguro de alguien a quien no le tiembla el dedo a la hora de apretar el gatillo. El segundo, no. Y por eso recibe una potente descarga de la escopeta de Charlie que lo arroja por los aires. Los periodistas comienzan a correr en tropel, escaleras abajo. Mientras presencia el éxodo de la prensa, Charlie apunta al último de los guardias.

Charlie Dalton: Tira el arma y acompáñalos a la salida. (y le invita a seguir el camino de los periodistas escaleras abajo) Yo me quedaré aquí… (mira a Powell) teniendo unas palabras con tu jefe.
Devon Powell: Señor Dalton… (levanta las manos) Charlie, ¿verdad?
Charlie Dalton: Es curioso como tener un arma apuntando a tu cabeza hace que recuerdes claramente el nombre de la gente, ¿eh, Powell?
Devon Powell: Vamos, Charlie… Seguro que es usted un hombre razonable. Y con razonable quiero decir que sabe ver las oportunidades de hacerse rico.
Charlie Dalton (a los científicos): Apártese de los controles. (sigue apuntando a Powell) Eso también va por usted.
Devon Powell (se echa levemente a un lado): Vamos, Charlie. Matarme no es nada rentable.
Charlie Dalton: ¿Matarle? (lo mira, divertido) ¿Quién cojones ha dicho nada de matarle, Powell?

Gira la escopeta con toda la tranquilidad del mundo. El primer disparo hace estallar la terminal de control, provocando una lluvia de chispazos y luz.

Devon Powell (fuera de sí): ¡¡NOOOO!!

El segundo disparo hubiera conseguido destrozar del todo los dispositivos de control. Eso hubiera provocado el cierre automático de todos los sistemas y, finalmente, la desactivación del Reactor y la cancelación de la cuenta atrás.
Sin embargo, el segundo disparo jamás alcanzará la terminal. Devon Powell se asegura de ello. Personalmente.

Charlie Dalton: Jo… der.

La visión del cuerpo de Devon Powell tendido sobre humeante terminal de control hace que a Charlie se le venga el mundo encima por un segundo. La escopeta se desliza entre sus dedos y cae al suelo mientras los ojos vidriosos de Powell lo miran mientras la vida se apaga. Su bastón cae al suelo justo al tiempo en que su corazón deja de latir.

A espaldas de Charlie un equipo completo de guardias de seguridad irrumpen en la sala.

Guardia de Seguridad 1: ¡No te muevas, hijo de puta!
Guardia de Seguridad 2: ¡Levanta las manos, cabrón! ¡Levántalas!
Guardia de Seguridad 3 (por radio): ¡Tenemos una baja civil! ¡Repito, tenemos una baja civil!
Charlie Dalton (mientras los guardias lo tumban en el suelo, al jefe de científicos) ¡Eh, cerebrito! (el jefe científico Foster lo mira) ¡Si, tu! ¡Más vale que desactives todo esto o volaremos por los aires!
Jefe Científico, Evan Foster (tratando de acercarse a los controles): Es imposible… (mira con impotencia el único monitor que sigue encendido) No hay forma humana de parar la cuenta atrás.

Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
10 minutos, 2 segundos para la activación del Reactor.

James Roth (encañonando a Jake Dalton): Y por eso, señor Dalton. Su hijo va a convertirse en un Dios.

Jake Dalton lleva los últimos minutos escuchando a medias la increíble historia que Roth le ha contado sobre su hijo. No tiene sentido que le esté mintiendo. ¿Poseído por un demonio? ¿Por culpa de un maldito anillo? A estas alturas, la credibilidad de Jake es ya lo bastante flexible como para asumir que si, que es cierto. Pero lo que le da fuerzas es pensar que no es su hijo quien está al mando de todo eso. Es un triste consuelo. Pero le da las fuerzas suficientes como para intentar lo desesperado.

Jake Dalton: Así que, si lo he entendido bien… (se mueve lentamente alejándose de los explosivos sin dejar de encarar a Roth) Era mentira eso de que su bufete de abogados nos hubiese acusado de destruir esos universos, ¿no?
James Roth: Oh no, Señor Dalton. Eso es cierto. ¡Pero tiene que comprender que todo era parte de una profecía! ¡Tarde o temprano el señor Dalton volvería a su mundo! Y para entonces, mi ama ya estaría dentro de su cuerpo…
Jake Dalton: Para convertirse en Dios.
James Roth: Exacto…
Jake Dalton: Y para que eso ocurra… (se coloca justo frente a Roth, dejando a su espalda la salida del túnel) El experimento de Powell tiene que llevarse a cabo, ¿no?
James Roth: No lo teníamos muy claro… Hasta que la doctora St. Johns nos lo confirmó.
Jake Dalton: Imagino que no va a dejar que salga de aquí con vida, ¿me equivoco?
James Roth: Imagina bien.
Jake Dalton: Pues es una pena… porque no creo que sepa como desactivar esa bomba.
James Roth (gira la cabeza y mira en dirección a la bomba): ¿Qué…?

Es todo lo que Jake necesita. El momento de distracción que basta para sacar su pistola y abrir fuego. El proyectil entra por el vientre de Roth, arrojándolo con fuerza hacia atrás y haciéndole caer. Antes de que pueda reaccionar, Jake propina una patada a su mano obligando a Roth a soltar su pistola. La sangre mana por la comisura de los labios de James Roth mientras tose.

Jake Dalton: No estaba conectada… (manipula el detonador) Pero ahora, si. (se vuelve mirando a Roth) Lo siento por tu ama. Pero en seis minutos, sus delirios de grandeza volarán por los aires.

Pero las palabras de Jake no parecen llegar a oídos de Roth. Éste permanece inmóvil, con la cabeza ladeada, la mirada perdida y su carísimo traje empapado en sangre.

Jake Dalton: Lo siento, amigo. (recoge la mochila y se la pone al hombro) No quería ser un asesino…

Apenas ha dado un par de pasos cuando el estampido de un arma de fuego resuena en el túnel. Jake Dalton se detiene en seco y baja la vista. La sangre comienza a manar del lado derecho del vientre. La bala ha entrado y ha salido limpia. Se desploma preso del dolor. Con los ojos entrecerrados por la intensa agonía, Jake ve como James Roth se pone trabajosamente en pié.

James Roth: Dime una cosa, Dalton… (se aprieta la herida) ¿Habías olvidado que puedo regenerarme…?(encañona a Jake) ¿O es que todos en tu familia son tan gilipollas como tu puto hijo?

Sala de Control del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
8 minutos, 32 segundos para la activación del Reactor.

En sus más de treinta años como responsable editorial del “Springfield Herald”, Paul Fesster sólo recuerda haber visto otra carnicería como la que decora el centro de control del Reactor Zero. Aquella vez fue en la mina Dalton, tras las explosiones que hicieron que todo se viniese abajo. Tuvo que hacer él mismo las fotos porque su fotógrafo habitual no tuvo el estómago suficiente. Rodeado por aquella matanza, en aquella ocasión se hizo la misma pregunta: “¿quién demonios era el responsable de aquella atrocidad?” Cuando encuentra el cuerpo sin vida de Alma Grant, Paul Fesster siente un escalofrío al descubrir que, en ambas ocasiones, la culpa fue de un Dalton.

Paul Fesster: Buen Dios... (aterrorizado) ¿Qué es lo que está pasando...? 

Aparta la vista del cadáver de la joven hija de Gabrielle Grant y su mirada queda fija en el acceso a la cámara del reactor. Alguien la ha dejado abierta y una luz púrpura, enfermiza, brota de la entrada. Alrededor de la compuerta, cuatro trajes de protección permanecen intactos. Quien fuera quien ha hecho esto, ha bajado al vientre del reactor sin protección alguna. Mientras termina de colocarse uno de esos uniformes, Paul Fesster se repite a sí mismo que puede estar tan loco como para bajar en busca de quien haya cometido esa atrocidad... pero no tanto como para hacerlo sin protección.

A punto está de empezar a bajar cuando escucha una voz a sus espaldas.

Guardia de Seguridad 1 (asustado): No... No se mueva....

Paul Fesster obedece: ha escuchado también el resorte del arma con el que el guardia le apunta. No necesita darse la vuelta para ver el rifle.

Guardia de Seguridad 1 (asustado): Dios mío... ¿Qué...? (mira a Fesster) ¿Por qué ha hecho esto?
Paul Fesster (enfundado en el traje, sin darse la vuelta): Primero, señor, yo no he hecho nada. Y segundo... (toma impulso antes de marcarse el farol) Debo informarle que alguien ha dejado abierto el núcleo del reactor. Si no tiene uno de estos... (golpea el casco aislante de su traje) le recomendaría abandonar las instalaciones.
Guardia de Seguridad 1 (indeciso): Pero... Pero...
Paul Fesster (enfundado en el traje, sin darse la vuelta): ¿Sabe usted que cada segundo que pasa aquí, sus posibilidades de contraer alguna clase de cáncer se multiplican por cien?

El guardia da un par de pasos hacia atrás. Para cuando llega a la escalerilla de salida, corre como alma que lleva el diablo. Paul Fesster escucha sus apresurados pasos alejándose. Suspira sin sonreír y mira la escala que se pierde en esa radiante luminiscencia púrpura. Lentamente, baja peldaño a peldaño, hasta que sus pies tocan el suelo de una pasarela colgante. La luz púrpura del núcleo cubre la inmensa bóveda del reactor. Sus pasos en la pasarela metálica resuenan en las paredes de la estancia como si de una catedral de ciencia-ficción se tratase. Paul Fesster se detiene en seco cuando, a contra luz, ve a Danny Dalton detenido ante el final de la pasarela. Su silueta se ve recortada por la intensa luz que brota del núcleo.

Paul Fesster: ¿Da... Danny?
Danny Dalton (sin dejar de mirar el brillante núcleo del reactor: un prisma perfecto que flota en el aire): Precioso, ¿no cree, señor Fesster?

Paul Fesster da un par de pasos y se detiene al ver la sangre que mancha las manos de Danny Dalton. Sus peores sospechas se confirman.

Danny Dalton: Por favor, señor Fesster. Espero que se esté planteando que tiene alguna posibilidad de detenerme… (se da la vuelta y lo mira) No he llegado tan lejos como para que me detenga un periodista fracasado y lisiado.
Paul Fesster: No… (da un paso atrás) No eres Daniel Dalton… ¿Quién… Quien eres?
Danny Dalton (sonríe): ¿Una entrevista? (lanza una sonora carcajada) Periodista hasta el final, ¿verdad, señor Fesster?

Danny Dalton alza lentamente el brazo mientras Paul Fesster comienza a notar como la temperatura de su cuerpo empieza a subir.

Paul Fesster: ¿Qué… qué está haciendo?
Danny Dalton: Mis poderes van en aumento. Puedo sentirlo… (camina hasta colocarse ante Paul Fesster) ¿Lo siente, usted?

Con un movimiento rápido, Danny Dalton aferra por el cuello al indefenso periodista. Hilos de humo comienzan a filtrarse por las brechas que empiezan a abrirse en el traje antirradiación.

Danny Dalton (sonríe): Tranquilo, señor Fesster. Dentro de unos segundos no quedará de usted más que cenizas. Pero antes… (susurra a su oído) Déjeme contarle cómo se suicidó su hijo.

Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
5 minutos, 36 segundos para la activación del Reactor.

James Roth: Adiós, señor Dalton…
Jake Dalton (tono alarmista): ¡No! ¡Espere!
James Roth (divertido): Por favor… ¿Va a suplicar? ¿Usted?
Jake Dalton: Hay algo que no… (gruñe por el dolor de la herida de bala en su costado) Algo que no le he dicho.
James Roth (ignorándolo): ¿Sabe? Creo que cuando mi ama se convierta en Dios, organizará tal masacre que su hijo será considerado el nuevo Anticristo… No esta mal para el hijo del mayor asesino que ha conocido Springfield.
Jake Dalton (susurra): Fue un error… de cálculo.
James Roth (sorprendido): ¿Cómo dice? (sorprendido) ¿Se está confensando?
Jake Dalton (con la mirada perdida en un doloroso recuerdo): Hace años... los explosivos de la mina… los detonadores… estaban adelantados… (su semblante cambia en cuanto posa sus ojos en Roth: sonríe) Igual que el de esa bomba.
James Roth: ¿Espera que crea…?

La primera detonación interrumpe su frase y sacude los cimientos de todo el túnel. El cuerpo de Roth es consumido en el acto por una nube de polvo y escombros. Jake se incorpora, ignorando el dolor de la herida y calculando mentalmente las milésimas de segundo que le quedan antes de que llegue la segunda detonación. Porque esa sólo ha sido la primera: en cuanto los sistemas eléctricos de la propia torre se colapsen…

Su pensamiento no llega a finalizar. La descarga hace que el cuerpo de Jake Dalton vuele los últimos metros. Cae justo bajo las puertas de madera de la salida del túnel mientras el resto de la construcción se viene abajo a ojos vista. Puñados de arena y tierra llueven por doquier y, manchado de polvo y sangre, Jake Dalton lucha por conseguir salir al exterior antes de que ese refugio de la guerra de secesión se convierta en su tumba. En ese momento, un pensamiento fugaz cruza por su cabeza. Resulta casi lógico que muera así. Salvando al pueblo al que años atrás condenó. Que vaya a morir sepultado, como los casi doscientos trabajadores que perecieron en la mina Dalton es algo más. Es mortalmente irónico.

Jake Dalton: Danny…

Piensa en su hijo en el mismo instante en que el techo de toda la gruta se viene abajo.

Sala de Control del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
3 minutos, 57 segundos para la activación del Reactor.

Billy Whitehouse: ¿Señor… (su tono de voz baja al ver el dantesco espectáculo) …Fesster?

Billy siente que las piernas le fallan. Los cuerpos de los científicos tirados como si fuesen muñecos rotos. Siente como su cuerpo tiembla cuando reconoce lo poco que queda intacta de la cara de la doctora Rayna St. Johns, empotrada contra uno de los monitores de control. De no ser porque la mayor parte de su rostro ha sido quemado y está cubierto de su propia sangre, Billy apreciaría el increíble parecido con aquella Doctora St. Johns que se refugiaba bajo la tienda de Gabrielle Grant.

Grant. Es pensar en ese apellido y Billy experimenta un fatídico presentimiento. Gira lentamente la cabeza en dirección a la escotilla de acceso al reactor. Junto a tres uniformes antirradiación, el cuerpo de Alma Grant con un agujero en el pecho del tamaño de un puño.

Billy Whitehouse (llevándose las manos a la cabeza): No…. No… No puede ser…

Los ojos se le llenan de lágrimas mientras el terror que había sentido al descubrir aquella carnicería deja paso a algo más doloroso. La sensación de pérdida se apodera de Billy. Sus piernas le fallan y, apoyándose impotente contra la pared, se desliza hasta el suelo.

Billy Whitehouse (desesperado e impotente, cubriéndose la cabeza con ambas manos): No puede ser. Esto es una pesadilla. Es una pesadilla. Sólo eso…

Un grito agónico procedente del interior del reactor saca a Billy de su estado de shock. Reconoce la voz.

Billy Whitehouse (ojos llorosos): ¿Señor Fesster?

Es la esperanza de llegar a tiempo lo que le lleva a levantarse y se aproxima a la escotilla del reactor, caminando a través de los cuerpos y la sangre que gotea de las terminales manchando el suelo. Ni tan siquiera se pregunta si es sensato o no entrar ahí dentro sin uno de esos trajes. No tiene tiempo. Sin pensarlo dos veces, baja la escalerilla metálica, dejándose envolver por la parpadeante luz púrpura que emana del interior del reactor.

Billy Whitehouse (dejándose caer por la escalerilla): ¡Señor Fesster, ya voy…!

Los pies de Billy tocan la plataforma de metal que, suspendida a muchos metros del suelo, conecta con el mismo corazón del reactor: un prisma perfecto, de textura cristalizada, flota en el aire, emanando una imposible luz púrpura que inunda la inmensa estancia. A punto está de pisar unas gafas que reposan en el suelo. Billy reconoce las patillas de color negro y el marco metalizado: son las del Señor Fesster.

Billy Whitehouse (agachándose para coger las gafas): ¿Señor Fesster?

Es entonces cuando Billy se percata que las gafas se encuentran en mitad de un pequeño montón de cenizas. Al reconocer como conforman una perfecta silueta humana, Billy nota desvanecerse la fuerza de sus dedos, dejando caer de nuevo las gafas sobre la plataforma.

Danny Dalton (a su espalda): No se preocupe, señor Whitehouse… Pronto le hará compañía.

Billy se da la vuelta y mira a Danny Dalton, quien permanece de pié a pocos metros del final de la plataforma, admirando el fulgor que emana del prisma como quien disfruta del calor del hogar durante el frío invierno. En ese instante, resuena una amable voz electrónica.

Aviso Electrónico: “ATENCIÓN: 1 MINUTO PARA LA ACTIVACIÓN DEL REACTOR.”
Danny Dalton (sonríe): ¿Ha oído eso, señor Whitehouse? (se da la vuelta y lo mira, con condescendencia) En menos de un minuto consumiré la energía de cuatro universos enteros. Todo ese poder…
Billy Whitehouse (interrumpe): Tu… (lo mira con odio) No eres Danny.
Danny Dalton: Es usted muy observador, señor Whitehouse. ¡Qué gran periodista hubiese llegado a ser!
Billy Whitehouse (ignora su burla): Danny jamás hubiera matado a Alma.
Danny Dalton: ¿Es alguna clase de discurso o…? (sonríe ante su candidez) No. ¿En serio? ¿De verdad cree que aun queda algo del señor Dalton dentro de mí?
Billy Whitehouse (con frialdad y lágrimas en los ojos) No. No creo que quede nada del señor Dalton dentro de ese cuerpo… Porque si no, no hubiera dejado que usted matase a Alma.
Danny Dalton (con prepotencia): Pobre chico estúpido… Tengo más de novecientos años, he cometido toda clase de atrocidades sin sentir el más mínimo atisbo de culpa.  ¿En serio crees que puedes provocarme con ese truco?
Billy Whitehouse (sonríe con ironía): No es a ti a quien trataba de provocar, monstruo.
Danny Dalton: ¿Qué…?

Es en ese momento cuando Sarah Kauffmann lo comprende. No es su furia la que deseaba despertar.
Era la del auténtico Danny.
Por un segundo, Sarah Kauffmann siente como pierde el control de ese cuerpo. Y es en ese momento en el que Danny Dalton lo recupera. Un segundo. Tiempo justo para un simple paso atrás, dejándolo al filo del abismo.
Y para gritar un nombre.

Danny Dalton: ¡Billy!

No “Señor Whitehouse”. “Billy”. Le ha llamado “Billy”, piensa.
Y Billy Whitehouse sabe lo debe hacer. No sabe si funcionará. Pero no tiene otra opción.
Billy corre con todas sus fuerzas mientras la voz electrónica cuenta los últimos segundos. Lo último que siente es el impulso de sus propias piernas mientras realiza un fuerte placaje contra Danny Dalton.

Lo siento, Danny…”

Es su último pensamiento antes de fundirse con él en la esfera de luz púrpura que mana del prisma

Antiguos Viñedos Appleton. En la superficie.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
6 minutos y 9 segundos después.

Una inmensa nube de humo lo envuelve todo en cien metros a la redonda. Los miembros del equipo de seguridad de Powell Corp van de un lado para otro, rodeando los restos de la devastada Torre Repetidora número 3 como hormigas en torno al cadáver de un escarabajo. 

Guardia de Seguridad 1: ¡¿Qué cóño ha pasado?!
Guardia de Seguridad 2: ¡Control de daños! ¿Dónde cóño está control de daños?
Guardia de Seguridad 3: ¿Algún herido? ¿Estáis todos bien?
Guardia de Seguridad 1: O´Connell está conmocionado, señor. Pero el resto estamos bien.
Guardia de Seguridad 2: ¡Señor! ¡Tenemos confirmación de la central! ¡El reactor se apagó a un segundo de su activación!
Guardia de Seguridad 3: Menos mal, joder… ¿Se sabe algo del Jefe Táctico Kyle?
Guardia de Seguridad 2: Encabeza el equipo que han enviado al interior del reactor, señor.
Guardia de Seguridad 1: No quisiera estar en el pellejo del ecoterrorista que haya organizado esta mierda si Morgan le pone las manos encima…
Guardia de Seguridad 4: ¡Señor! (señala a unos cien metros) ¡Allí!

Todos pueden ver como una silueta se perfila entre la humareda. Camina torpemente, cargando con un cuerpo sobre su hombro. El equipo de guardias no tarda en correr hasta él y rodearlo con sus armas en ristre.

Guardia de Seguridad 3: ¡No se mueva!

Jake Dalton pasea el único ojo que no tiene lleno de tierra y suciedad. Su rostro y sus ropas están cubiertos de arenisca, polvo y sangre. Apenas se tiene en pie. Deja caer el cuerpo de James Roth al suelo. Su cuerpo tardará aun bastante en recuperarse de toda la arena y tierra que ha tragado. O al menos eso espera Jake.

Guardia de Seguridad 3: ¿Quién cóño es…?

Un fragmento del “Réquiem” de Mozart resuena en formato ocho bits dentro de uno de los bolsillos del inmóvil Roth. Los guardias se miran entre ellos, confusos y nerviosos. Jake Dalton trata de no perder el conocimiento, sujetándose la herida del costado.

Jake Dalton (con la voz quebrada): ¿Les importa…? (se agacha sin importarle que puedan disparar) Creo que es para mí.

Jake descuelga el teléfono, ignorando las advertencias del jefe de seguridad. Sus piernas apenas le sostienen en pié. Acaba de salir arrastrándose de lo que iba a ser su puñetera tumba. Llegados a ese punto, le da todo bastante igual.

Jake Dalton (por teléfono, antes de que nadie al otro lado pueda decir nada): Me temo que Roth no va a poder ponerse. Si eres esa cosa que se supone que está dentro de mi hijo, déjame decirte algo. Voy a hacer que maldigas hasta el último de tus días de vida si no me devuelves a mi hijo. Me importa una mierda si ahora tienes el jodido poder de Dios. Nadie toca a mi hijo. ¿Me oyes?
Danny Dalton (al otro lado del teléfono): Papá…

Los ojos de Jake se abren como platos al escuchar ese tono de voz. Un padre nunca olvida cómo suena el llanto de su hijo.

Jake Dalton: ¿Daniel?

Cámara del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
Al mismo tiempo.

Jake Dalton (por teléfono): ¿Hijo? ¿Eres tú?
Danny Dalton (sollozando): Lo siento, Papá…

La luz púrpura ha desaparecido, dejando paso al agobiante color rojizo parpadeante de las sirenas de emergencia. Derrumbado sobre la pasarela, viendo cómo los fragmentos del prisma cubren el suelo casi doce metros por debajo; Danny Dalton se aferra al móvil como a un salvavidas. No puede ver al equipo de seguridad que, encabezados por un Morgan Kyle con máscara antigás y equipo NBQ, se acercan a él con las armas en ristre.

Danny Dalton (sollozando): He… He hecho cosas terribles, Papá.

Mira el puñado de polvo que rodea a las gafas del Señor Fesster, que aun reposan en el suelo.

De Billy Whitehouse, sin embargo, no quedan ni las cenizas.

CONCLUIRÁ...

domingo, 20 de mayo de 2012

Sesión 02-04-12 - END OF THE ROAD (5 de 6)


4x05 – NEVERFIELD: END OF THE ROAD

Torre Repetidora número 3 de Powell Corp.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
1 hora y 15 minutos para la activación del Reactor.

James Roth: Vale. Creo que vamos a tener un “pequeño problema”.

La torre repetidora es condenadamente alta. Lo es incluso desde la distancia prudencial a la que se han puesto para no ser vistos por los guardias de seguridad que la custodian. Jake maldice en silencio y vuelva la vista al otro lado de la carretera, a la motocicleta sobre la que reposa la mochila. Niega con la cabeza.

Jake Dalton: No creo que tengamos bastante para volarla, Roth.
James Roth: No es eso lo que me preocupa (señala el puesto de vigilancia) ¿Has visto esa seguridad? Joder. Dos unidades armadas de siete hombres cada una. Ese hijo de puta de Powell se ha asegurado que nadie le joda el tinglado.

Jake apenas escucha las palabras de Roth. Pasea su mirada rastreando la zona. Hay algo en el terreno que le resulta familiar. Ha pasado los últimos dieciséis años entre rejas. Pero Jake Dalton ha vivido mucho más tiempo en este pueblo y lo conoce como la palma de su mano. Y es capaz de jurar por el mismísimo Jesucristo que hay algo en este terreno que está clamando su atención…

James Roth: Espero que sepas manejar la pistola que llevas en el cinto, Dalton… (saca su propia pistola y la amartilla) Vamos a necesitar buena puntería para…
Jake Dalton (le toma del brazo, impidiéndole dar un paso): No. No vamos a matar a nadie.
James Roth: Pero, ¿qué cojones te pasa? (lo mira) Mira, si los demás la cagan nosotros somos la última esperanza de impedir que el Reactor se ponga en marcha, ¿vale?
Jake Dalton: Guarda el arma, Roth. No la vamos a necesitar.

Jake se incorpora y camina en dirección a lo que parecen las ruinas de una antigua casa, a unos cien metros de allí.

James Roth: Pero, ¿A dónde demonios vas?
Jake Dalton: Hace años esto fueron los viñedos Appleton. Y eso de allí era la mansión familiar. Si la memoria no me falla, creo que allí encontraremos la solución a nuestros problemas.
James Roth: ¿Y si la memoria te falla?
Jake Dalton: En ese caso… esperemos que los demás tengan mejor suerte.

Conducto Subterráneo de la Planta Powell.
49 minutos para la activación del Reactor.

Charlie Dalton: Pero qué suerte de mierda, joder.

Durante los últimos cincuenta minutos, Alma había tenido que aguantar las quejas continuas de “Chatarra” Dalton por el olor de los residuos, por la poca luz que daban las linternas, por lo absurdo del plan… Pero en esta ocasión, la joven tuvo que reconocer que tenía razón. Aquello era más que mala suerte.

Danny Dalton (enfocando con la linterna al final del conducto): ¿Qué es lo que pasa, Alma?
Alma Grant (tratando de abrir la escotilla de salida): Es la escotilla… está bloqueada o algo así.
Charlie Dalton: ¿No se supone que este era tu maravilloso acceso secreto, guapa?
Alma Grant: Y lo ha sido, ¿vale? Revisando los viejos planos de la antigua planta, mi madre encontró esta salida de residuos en desuso…
Charlie Dalton: Ya, pues parece que el cáncer debe estar jodiendo su sesera más rápido de lo que parece, ¿no?
Alma Grant: Serás hijo de p… (se gira dispuesta a pegar una bofetada a Charlie)
Danny Dalton (detiene a Alma): Espera un segundo… (enfoca la linterna al filo de la escotilla) La han soldado desde fuera… Debieron encontrar esta salida cuando la usamos Roth y yo para escapar.
Alma Grant: Pues estamos jodidos…
Charlie Dalton: Espera… (toca el borde de la soldadura) Es muy reciente. Puede que con un poco de fuerza… (esfuerzo) Joder…
Danny Dalton: Aparta, tío Charlie…

El chico, aun enfundado en su traje de chaqueta, apoya su espalda y hace palanca con su propio cuerpo. Con un crujido, la soldadura cede.

Charlie Dalton: Joder, chico. ¿Has hecho pesas mientras estabas de viaje dimensional?
Danny Dalton (ayudando a salir al exterior a Alma): Algo así…

Los tres se deslizan al exterior, saliendo a la parte trasera de las altas torres de refrigeración. Éstas forman una doble columnata flanqueando ambos lados de un enorme depósito semiesférico. Unas escalerillas rodean la estructura llevando hasta un puesto de control en la parte de arriba.

Danny Dalton: Según lo que nos dijo nuestra doctora St. Johns (saca un papel lleno de anotaciones) Ese debe ser el Reactor Zero… (mira la parte superior y mira a Alma) Tendremos que entrar ahí arriba para desconectarlo.
Charlie Dalton: Muy bien, yo iré abriendo camino y…
Danny Dalton: No, tío Charlie. (lo mira) Iremos Alma y yo. Necesito que hagas algo por mi.
Charlie Dalton: Chico, el plan
Danny Dalton: Mira… (señala el edificio de oficinas que hay frente al Reactor, a apenas veinte metros) Ahí dentro está el control central de esta cosa, ¿vale?
Charlie Dalton: Si, y para eso están Whitehouse y Fesster ahí con el resto de la prensa, ¿no? Ellos se encargarán del control cen…
Danny Dalton (interrumpe): Hay algo más. Ahí dentro retienen a un colega…
Alma Grant: ¿De quien estas hablando, Danny?
Danny Dalton: Roth y yo no somos los únicos que llegamos de parte de “Wolfram & Hart”. Hay otro más. Ben Braddock.
Alma Grant: ¿Ben… Braddock?
Charlie Dalton: Deliras, chaval. El hijo de Ed Braddock se largó del pueblo hace casi nueve meses, colega. Está en alguna universidad haciendo de estrella del deporte.
Danny Dalton: Es el Ben Braddock de otra dimensión, tío Charlie. No puedo arriesgarme a que si algo sale mal, Powell lo use como rehén. Tío Charlie, necesito que entres allí y lo rescates.
Charlie Dalton: Pero el plan…
Danny Dalton: Es el plan de mi padre, ¿no? (sonríe irónico) Razón de más para mandarlo a la mierda, ¿no?
Charlie Dalton: Esta bien, chico. Lo hago por ti. Pero ten cuidado.

Mientras Charlie se desliza entre las torres de refrigeración, en dirección al edificio de oficinas; Danny aguarda el momento perfecto para correr en dirección al Reactor.

Alma Grant (justo antes de salir corriendo junto a Danny): Danny, ¿crees que ha sido una buena idea…?
Danny Dalton: No te preocupes, preciosa. Además… (sonríe) ¿Querías que te dejara a solas con mi tío Charlie?
Alma Grant (sonríe, cómplice): Antes muerta.
Danny Dalton: Eso mismo digo yo.

Complejo Industrial Powell.
Centro de Control. Última Planta.
37 minutos, 12 segundos para la activación del Reactor.

Devon Powell: Damas y caballeros… ¡Bienvenidos al futuro!

Los flashes de las cámaras comienzan a disparar mientras una treintena de periodistas entran en esa amplia sala de control. Al otro lado de un grueso cristal antibalas, como si de exóticos peces de colores se tratase, un equipo de quince científicos manipulan sus terminales. Un sinfín de pantallas muestran toda clase de crípticos indicadores y pautas.

Devon Powell: Aunque desde aquí se supervisan todo lo relativo a la puesta en marcha del Reactor Zero (señala el inmenso depósito esférico que, a menos de veinte metros, puede verse desde un ventanal) El auténtico puesto de control se encuentra dentro del propio reactor. Nuestra científico jefe, la doctora Rayna St. Johns se encuentra allí, ultimándolo todo para la puesta en marcha del reactor. (apoyado en su bastón, Devon se aproxima a un micrófono para hablar con la doctora) Díganos, doctora… ¿Cuánto tiempo nos queda de espera?

A modo de respuesta, la mayor parte de las pantallas electrónicas se activan de repente, mostrando un enorme contador numérico. Muestra treinta minutos y contando hacía atrás.

Devon Powell (a los periodistas): Mujeres… Siempre te hacen esperar para lo bueno (risas del público) En fin, mientras aguardamos, si tienen alguna pregunta…

Mientras el resto de los periodistas luchan por acaparar la atención del magnate, Paul Fesster siente como un buen puñado de ellas bullen en su cabeza: ¿será esta máquina la responsable del fin del mundo? ¿Habrá servido de algo que los pases de seguridad les hayan traído a Whitehouse y a él hasta el mismo corazón del complejo industrial? Y sobre todo, ¿qué demonios pueden hacer el joven Billy y él para frenar esto?

Billy Whitehouse (susurrando a Paul Fesster): Tengo una idea, señor Fesster... Usted sígame el rollo.

Y antes de que Paul Fesster tenga oportunidad de frenar a su insensato aprendiz de periodista, Billy Whitehouse se desploma ante todos los presentes, sumido en una especie de crisis nerviosa.

Periodista 1: Chico, ¡chico! ¿Estás bien?
Periodista 3: Creo que está teniendo un ataque epiléptico… ¿Hay alguien que sepa…?
Paul Fesster: Esperen, por favor. (con la ayuda de uno de los guardias de seguridad, consigue poner a Billy en pié) Déjenle respirar… (mira a Powell) Necesita atención médica, ¿tienen enfermería o…?
Devon Powell: Por supuesto… (señala al guardia de seguridad) ¿Donovan? Acompañe al señor Fesster a la enfermería.

Devon Powell está demasiado ocupado volviendo a encauzar la atención de los periodistas en su prodigioso Reactor Zero. El guardia de seguridad entra en el ascensor junto a Paul, llevando a Billy entre los dos. 

Apenas las puertas se han cerrado, el ascensor se dispone a bajar las cuatro plantas que hay entre la sala de control y el vestíbulo. Es entonces cuando Billy Whitehouse actúa, lanzando un pavoroso codazo que rompe la nariz del guardia de seguridad.

Paul Fesster (apenas reacciona): Pero, pero… ¡¿Señor Whitehouse?!
Billy Whitehouse: Lo vi… en una peli… (forcejeando con el guardia de seguridad) … ¡ayúdeme, señor Fesster!

Cogiendo la porra que lleva el guardia al cinto, Paul Fesster golpea su cabeza dejándolo fuera de combate.

Billy Whitehouse (quitándole la porra de las manos) Gracias, señor Fesster… (registra al guardia y entrega su revólver a Paul) Sostenga esto un momento, mientras termino de…

Paul mira el revólver entre sus manos como quien no ha terminado de creerse lo que acaba de hacer. En ese instante, el ascensor se detiene y las puertas se abren. Al otro lado, en el vestíbulo, un par de guardias de seguridad miran de forma casual al interior del ascensor.

Guardia de Seguridad 1 (incrédulo) Pero, ¿qué coño
Billy Whitehouse (tratando de volver a cerrar las puertas del ascensor): Señor Fesster, ¡dispare!
Guardia de Seguridad 2 (sacando su arma): ¡No se muevan, no se muevan!
Paul Fesster: Buen Dios…

Y antes de que quiera darse cuenta, Paul Fesster aprieta el gatillo.

Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
30 minutos, 54 segundos para la activación del Reactor.

Las puertas de madera podrida crujen al abrirse, dejando entrar la luz por primera vez en décadas. Jake Dalton salta al interior del angosto túnel, tapando su nariz y su boca ante la inmensa cantidad de polvo que flota en el ambiente cerrado. El haz de su linterna pasa por entre los viejos refuerzos de madera que sustentan el techo del claustrofóbico túnel. James Roth no tarda en seguir el ejemplo de Jake, aunque trata por todos los medios de que el polvo y la suciedad no manchen su carísimo traje.

James Roth: Menudo sitio…
Jake Dalton: Toda esta zona del condado era propiedad de los Appleton, una familia que hizo fortuna con el negocio de los viñedos. (Jake pasea la luz de la linterna mientras camina a lo largo del túnel) Durante la guerra de secesión, toda esta región apoyó al Norte, obligando a los Appleton que eran sureños de pura cepa, a esconder sus auténticas afiliaciones políticas.
James Roth: Imagino que sus inclinaciones políticas no eran lo único que ocultaban aquí…
Jake Dalton: Utilizaban estos conductos para esconder a soldados confederados. (el haz de luz tropieza con el final del túnel) Lo que imaginaba…

La linterna ilumina una porción del techo. James Roth no necesita tener los conocimientos de ingeniería que tiene Jake para darse cuenta de que los cimientos de la torre pasan justo por encima.

Jake Dalton: Los ingenieros de Powell debieron aprovechar esta red de túneles para el cableado eléctrico y demás. Suerte que no encontraron éste (se gira a Roth) Si es tan amable de pasarme la mochila, señor Roth…
James Roth: Aquí tiene, amigo. Toda suya.
Jake Dalton: Muy bien… (sacando de la mochila un paquete envuelto, del tamaño de una botella de whisky) ¿Cómo vamos de tiempo?
James Roth (comprobando su móvil de última generación): Cuarenta minutos y contando.
Jake Dalton: ¿Tiene cobertura aquí? Espero que si mi hijo nos llama para darnos luz verde no nos falle su móvil…

Antes de que Roth pueda defenderse de la acusación, los dos hombres escuchan el ruido de un motor. Proviene de fuera. De no muy lejos. Jake apenas si ha terminado de desenvolver el paquete, dejando a la luz varios cilindros de dinamita y un pequeño cronómetro a modo de detonador. Jake mira a Roth y le hace un gesto para que guarde silencio. Él asiente y se lleva la mano a la chaqueta, buscando su arma. Jake le imita. Los dos contienen la respiración mientras aguardan a que todo sea una falsa alarma.

Entonces, alguien abre las puertas de madera que dan al exterior, dejando entrar de nuevo la luz natural al angosto túnel. James Roth y Jake Dalton no se mueven ni un milímetro de sus escondrijos.
Cualquier posibilidad de que fuese una falsa alarma acaba de desaparecer y Jake maldice en silencio.
Deseaba poder resolver este asunto sin violencia. 

Sala de Control del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
24 minutos, 33 segundos para la activación del Reactor.

Danny Dalton: Esperaba no tener que usar la violencia (bajando las manos) Pero ya que no me dejan otra opción…

Antes de que el primero de los dos guardias que custodiaba el puesto de control pudiera siquiera apretar el gatillo, Danny ya lo tenía agarrado por el cuello. Un sonoro “crack” dejó claro que le había bastado una leve presión de su mano para partírselo como si fuese un palillo. El segundo de los guardias trató de gritar antes de que el puño de Danny se estrellase contra su nariz, hundiéndola por completo y matándolo en el acto. De los tres científicos que operaban las distintas terminales, tan solo la doctora Rayna St. Johns alcanzó a reaccionar a tiempo, lanzándose en busca de un botón en concreto.

Danny Dalton: Doctora St. Johns, supongo...

Danny acababa de estampar los cráneos de los dos científicos el uno contra el otro, impregnando de masa cerebral gran parte de las terminales y monitores. Como quien arroja un palo a las ruedas de una bicicleta, lanzó el cuerpo de uno de los dos contra las piernas de la doctora, que tropezó cayendo al suelo.

Danny Dalton (caminando hacia ella): Lo siento, doctora… (la coge del cuello y la levanta como si fuese una pluma) Pero no puedo correr el riesgo de que aborte el proceso.

Y dicho eso, Danny Dalton estrella la cabeza de la doctora contra uno de los monitores. El cuerpo de la mujer se sacude durante unos instantes y el hedor de la carne quemada por la electrocución impregna cada rincón de la sala de control.

Danny Dalton (comprobando en los monitores que la cuenta atrás sigue en marcha): Todo va según lo previsto (dándose la vuelta) Creo que tengo tiempo de encargarme de ti, querida.

Alma había contemplado la escena petrificada por la sorpresa y el horror. El chico al que amaba la miró con una sonrisa fría y psicotica mientras se acercaba lentamente hacia ella.

Alma Grant (reptando por el suelo, tratando de escabullirse): No… No, por favor… ¡NO!
Danny Dalton (agarrándola por el pelo y levantándola en peso): Debe comprenderlo, señorita Grant.
Alma Grant (sollozando, impotente): Danny, por favor… ¿Qué te ocurre…?
Danny Dalton: Me temo que él no podrá contestarle, señorita Grant. Pero no tema… (mientras la sostiene con una mano, con la otra muestra un anillo dorado que tiene en el dedo) El señor Dalton podrá verlo y oirlo todo.
Alma Grant (sollozando, aterrorizada): ¿Por qué…? (lo mira con odio y miedo) ¿Por qué me haces esto?
Danny Dalton: Lo cierto es que he incumplido la promesa que le hice a su novio, señorita Grant…

Danny hunde su mano en el pecho de Alma, atravesando su piel y aplastando su corazón.

Danny Dalton (le susurra al oído): No ha sido la primera a la que he matado en este mundo.

El cuerpo de Alma cae al suelo, uniéndose al resto de cadáveres que decoran la escena. Danny Dalton la mira durante apenas un segundo.

Danny Dalton: Vamos, querida. No me mires así. Sabías que este chico malo terminaría por romperte el corazón. (alza la vista y mira a uno de los extremos de la sala) Y ahora…

Chapoteando en el ensangrentado suelo, Danny Dalton camina hasta el acceso al interior del reactor. La compuerta se abre con un chasquido, dejando ver una cámara previa donde reposan trajes de contención. Símbolos de radioactividad y otras inquietantes advertencias avisan de incontables riesgos. Ignorándolos por completo, Danny abre la compuerta. Una inquietante y radiante luz púrpura ilumina su rostro.

Danny Dalton: Y ahora, señor Dalton… es hora de convertirse en Dios.

CONTINUARÁ...