4x06 – NEVERFIELD: END OF THE ROAD
Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
23 minutos, 9 segundos para la activación del Reactor.
Ayudante del Sheriff, McNamara (alumbrando con la linterna): ¿Hola?
La voz del agente McNamara resuena en las angostas paredes del túnel subterráneo. Sus pisadas en la tierra se aproximan cada vez más al final del mismo. Jake Dalton, escondido al fondo del todo, pegado por completo a la pared, acaricia el mango de su pistola. Mira al otro lado del escondrijo, comprobando que su compañero en toda aquella demencial empresa, James Roth, no parece compartir sus reparos a la hora de acabar con alguien. Sus ojos son fríos y se nota que no dudará en apretar el gatillo y matar a Norman. A fin de cuentas, Roth no ha estado en el bautizo de aquel chaval. Y la última vez que lo vio no fue hacía dieciséis años…
… cuando apenas tenía trece y asistió al funeral de su madre, muerta en el desastre de la mina Dalton.
Jake, si. Y por eso no va a dejar que matara al chico, aunque tenga que…
El crepitar de la radio de McNamara rompe el tenso silencio.
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): ¿Norman?
Ayudante del Sheriff, McNamara: ¡Jesucristo, Mónica! ¡Me has dado un susto de muerte, joder!
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): Lo siento, Norman. “Rayo” quiere que vuelvas. Parece que hay problemas en la Planta Powell.
Ayudante del Sheriff, McNamara: Roger, Mónica. Voy para allá…
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): ¿Algún rastro de Jake Dalton?
Ayudante del Sheriff, McNamara: Negativo, guapa. Los testigos decían que lo habían visto a bordo de una motocicleta… Encontré la moto pero ni rastro de Dalton.
Ayudante del Sheriff, Deveraux (por radio): Recibido. Corto y cierro.
Ayudante del Sheriff, McNamara: Cierro. (guardando la radio y poniéndose el sombrero) Buff. Menos mal. Un segundo más dentro de esta madriguera y me da algo…
En apenas un minuto, McNamara abandona el túnel. Jake y Roth dejan pasar un par de ellos más antes de atreverse a hacer un solo movimiento.
Jake Dalton: Parece que se ha ido…
James Roth: Joder. (mira a Jake) Pensaba que habíais resuelto lo del localizador de la tobillera.
Jake Dalton: Más vale que aceptes, Roth, que no soy el hijo predilecto de este pueblo… (vuelve a sacar la bomba del interior de la mochila) Apuesto a que Powell ha pedido al sheriff Thompson que me ponga vigilancia. (coloca la bomba en un hueco abierto en la tierra) Imagino que piensa que quiero joder su bonita inauguración.
James Roth: Pues no va muy desencaminado, ¿no?
Jake Dalton (manipulando el detonador): Ya sabes que somos el plan B, Roth. Si no es necesario, no…
De repente, el móvil de Roth suena con una elegante versión en ocho bits del Réquiem de Mozart. Por un segundo, Jake piensa que es la señal que esperaban. Que las cosas han salido mal y que es hora de los fuegos artificiales.
Sin embargo, Roth no contesta al teléfono. Simplemente rechaza la llamada.
Jake Dalton: Roth, ¿qué…?
Al darse la vuelta, se topa de frente con el cañón de la pistola de Roth. Éste sonríe. Tiene la misma mirada fría que tenía cuando McNamara se acercaba peligrosamente a ellos. Un frío letal en cada pupila.
James Roth: Me temo, señor Dalton, que no necesitaremos esa bomba… Ni tampoco a usted.
Complejo Industrial Powell.
Centro de Control. Vestíbulo.
19 minutos, 12 segundos para la activación del Reactor.
Charlie Dalton: Ey, capullos…
Antes de que los dos guardias de seguridad pudieran terminar de girarse, el primero de los cañones de su escopeta escupió fuego, haciendo volar al primero varios metros hacia atrás, atravesando las puertas dobles que conectaban con el salón de actos. El segundo guardia apenas si había tenido tiempo de girar el arma cuando el segundo cañón de la escopeta de Charlie escupió su mortal nube de perdigones contra su cuello.
Charlie Dalton (recargando su escopeta): Joder…
Billy Whitehouse: Señor… ¿Señor Dalton?
Charlie giró su arma y apuntó en dirección a la puerta del ascensor. De él salía el joven Billy Whitehouse que, a duras penas, trataba de cargar con un herido Paul Fesster, cuyo hombro estaba empapado en sangre.
Billy Whitehouse (alarmado): ¡No dispare, no dispare!
Charlie Dalton: Joder, chico. (se acerca y ayuda a Billy a sacar a Paul) ¿Qué ha pasado?
Paul Fesster: Fui yo… La bala…
Billy Whitehouse: El señor Fesster disparó dos veces el arma que le quitó al guardia de seguridad. La primera no alcanzó a nadie. La segunda rebotó dentro del ascensor y…
Charlie Dalton: Je, je, je… Señor Fesster, salga de aquí y vuelva a su periódico. Deje la violencia a los que se nos da mejor.
Billy Whitehouse: Sacaré al señor Fesster de aquí. Pero Devon Powell sigue allí arriba y…
De repente todas las alarmas comienzan a sonar.
Charlie Dalton: ¡Corre, chico! ¡Saca a Fesster de aquí!
Paul Fesster: ¿Y qué hará usted?
Charlie Dalton (mira en dirección al ascensor): Yo me encargo de Powell.
Mientras Charlie se pierde tras las puertas automáticas de uno de los ascensores, Billy consigue a duras penas cargar con Paul Fesster. Una vez en el exterior, apenas han caminado un par de metros cuando se tropiezan con el primero de sus problemas: un todoterreno con logotipos de la seguridad privada de Powell se detiene entre el edificio del Control Central y el depósito del Reactor.
Billy Whitehouse (escondido junto a Paul Fesster tras la esquina del edificio): Maldita sea. Están bloqueando nuestra principal vía de huida.
Paul Fesster: Billy, hijo… Yo no creo que pueda seguir mucho más…
Billy Whitehouse: Señor Fesster, ¡es sólo un rasguño!
Paul Fesster: No es la herida, Billy... (sonríe resignado) Son mis viejas piernas, hijo. No podré seguir tu paso. Ni mucho menos correr más que ese todoterreno.
Billy Whitehouse: Déjelo de mi cuenta, señor Fesster. Usted salga de aquí.
Antes de que pueda protestar, Billy ya ha salido de su escondrijo. Corre como el diablo mientras los guardias de seguridad lo señalan y le gritan que se detenga. Paul ve como el chico se escabulle entre las torres de refrigeración mientras el todoterreno arranca, tratando de flanquearlo un poco más adelante. Lo justo como para que Paul Fesster pueda tener una oportunidad de escapar.
Paul Fesster: Vamos, Paul… No es más… que un rasguño…
Es entonces cuando la mirada de Paul Fesster se fija en la inmensidad del Reactor Zero. El orgulloso depósito que lo alberga, gigantesco y metálico, lo contempla como un enigma. Paul ve las escalerillas que lo rodean, subiendo hasta la cúspide del mismo. Donde se supone que se controla todo. En parte es el viejo olfato de periodista el que le grita que ahí dentro se cuece una buena historia. En parte es su obsesión por averiguar qué ha sido de su hijo. Algo le dice que las respuestas están ahí dentro. ¿Huir para salvar el pellejo y dejar escapar una historia?
Paul Fesster: Lo siento, Billy…
Mientras tanto, a apenas doscientos metros de allí, Billy Whitehouse trepa como si le fuese la vida en ello por la escala metálica de una de las torres de refrigeración. Probablemente la misma por la que el día antes Alma Grant había subido para tomar las fotos de Danny Dalton escapando de aquí. A muchos metros por debajo, Billy ve a un corpulento guardia de seguridad que ronda los alrededores de la torre. Le están buscando. Billy contiene el aliento y espera que no le de por mirar hacia arriba. El chico repite mentalmente como un mantra… que acaba por funcionar. Apenas un minuto después, el todoterreno se detiene ante el guardia que se sube a bordo, negando con la cabeza: no hay ni rastro del intruso.
Billy resopla aliviado. Sin embargo, la sensación no le dura mucho. Gira la cabeza y casi por casualidad sus ojos se posan en la parte superior del Reactor Zero. Puede ver como Paul Fesster se adentra en la sala de control.
Billy Whitehouse (murmura para sus adentros): Maldita sea, señor Fesster… ¿Qué parte de “salga de aquí” no entendió?
Complejo Industrial Powell.
Centro de Control. Última Planta.
13 minutos, 46 segundos para la activación del Reactor.
Jefe Científico, Evan Foster: Supervisor a Control central. Supervisor a Control central. Por favor, responda. (aguarda un instante por una respuesta que no llega) Rayna, ¿me oyes? ¿Qué está pasando? (frustrado, se quita los auriculares) Nada. No responden.
Devon Powell, escoltado por su secretario, entra en la sala de control. Desde dentro, los operarios de las terminales pueden ver al otro lado del cristal antibala a los preocupados periodistas que miran con curiosidad lo que sucede. El murmullo deja claro que saben que algo no va bien.
Devon Powell: Por el amor de Dios, Foster. Tengo a una treintena de periodistas ahí presenciando lo que tiene que ser el mayor éxito científico del siglo. ¿Se puede saber qué está pasando?
Jefe Científico, Evan Foster: Es la sala de control del Reactor. No responde nadie. Ni la doctora St. Johns ni nadie del equipo… Tenemos que detener la puesta en marcha.
Devon Powell: ¿Detenerla? (baja aun más el tono) ¿Es que ha perdido la cabeza, desgraciado? Quiero que…
Las amenazadoras palabras de Powell quedan interrumpidas por la detonación de una escopeta. Los dos guardias de seguridad que permanecían en la sala tratan de aferrar sus armas. Pero para cuando lo hacen es ya tarde: Charlie Dalton, escopeta en mano, aparece por el hueco de las escaleras.
Charlie Dalton (encañonando a los guardias): Ni lo penséis, capullos.
El primer guardia reconoce el tono seguro de alguien a quien no le tiembla el dedo a la hora de apretar el gatillo. El segundo, no. Y por eso recibe una potente descarga de la escopeta de Charlie que lo arroja por los aires. Los periodistas comienzan a correr en tropel, escaleras abajo. Mientras presencia el éxodo de la prensa, Charlie apunta al último de los guardias.
Charlie Dalton: Tira el arma y acompáñalos a la salida. (y le invita a seguir el camino de los periodistas escaleras abajo) Yo me quedaré aquí… (mira a Powell) teniendo unas palabras con tu jefe.
Devon Powell: Señor Dalton… (levanta las manos) Charlie, ¿verdad?
Charlie Dalton: Es curioso como tener un arma apuntando a tu cabeza hace que recuerdes claramente el nombre de la gente, ¿eh, Powell?
Devon Powell: Vamos, Charlie… Seguro que es usted un hombre razonable. Y con razonable quiero decir que sabe ver las oportunidades de hacerse rico.
Charlie Dalton (a los científicos): Apártese de los controles. (sigue apuntando a Powell) Eso también va por usted.
Devon Powell (se echa levemente a un lado): Vamos, Charlie. Matarme no es nada rentable.
Charlie Dalton: ¿Matarle? (lo mira, divertido) ¿Quién cojones ha dicho nada de matarle, Powell?
Gira la escopeta con toda la tranquilidad del mundo. El primer disparo hace estallar la terminal de control, provocando una lluvia de chispazos y luz.
Devon Powell (fuera de sí): ¡¡NOOOO!!
El segundo disparo hubiera conseguido destrozar del todo los dispositivos de control. Eso hubiera provocado el cierre automático de todos los sistemas y, finalmente, la desactivación del Reactor y la cancelación de la cuenta atrás.
Sin embargo, el segundo disparo jamás alcanzará la terminal. Devon Powell se asegura de ello. Personalmente.
Charlie Dalton: Jo… der.
La visión del cuerpo de Devon Powell tendido sobre humeante terminal de control hace que a Charlie se le venga el mundo encima por un segundo. La escopeta se desliza entre sus dedos y cae al suelo mientras los ojos vidriosos de Powell lo miran mientras la vida se apaga. Su bastón cae al suelo justo al tiempo en que su corazón deja de latir.
A espaldas de Charlie un equipo completo de guardias de seguridad irrumpen en la sala.
Guardia de Seguridad 1: ¡No te muevas, hijo de puta!
Guardia de Seguridad 2: ¡Levanta las manos, cabrón! ¡Levántalas!
Guardia de Seguridad 3 (por radio): ¡Tenemos una baja civil! ¡Repito, tenemos una baja civil!
Charlie Dalton (mientras los guardias lo tumban en el suelo, al jefe de científicos) ¡Eh, cerebrito! (el jefe científico Foster lo mira) ¡Si, tu! ¡Más vale que desactives todo esto o volaremos por los aires!
Jefe Científico, Evan Foster (tratando de acercarse a los controles): Es imposible… (mira con impotencia el único monitor que sigue encendido) No hay forma humana de parar la cuenta atrás.
Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
10 minutos, 2 segundos para la activación del Reactor.
James Roth (encañonando a Jake Dalton): Y por eso, señor Dalton. Su hijo va a convertirse en un Dios.
Jake Dalton lleva los últimos minutos escuchando a medias la increíble historia que Roth le ha contado sobre su hijo. No tiene sentido que le esté mintiendo. ¿Poseído por un demonio? ¿Por culpa de un maldito anillo? A estas alturas, la credibilidad de Jake es ya lo bastante flexible como para asumir que si, que es cierto. Pero lo que le da fuerzas es pensar que no es su hijo quien está al mando de todo eso. Es un triste consuelo. Pero le da las fuerzas suficientes como para intentar lo desesperado.
Jake Dalton: Así que, si lo he entendido bien… (se mueve lentamente alejándose de los explosivos sin dejar de encarar a Roth) Era mentira eso de que su bufete de abogados nos hubiese acusado de destruir esos universos, ¿no?
James Roth: Oh no, Señor Dalton. Eso es cierto. ¡Pero tiene que comprender que todo era parte de una profecía! ¡Tarde o temprano el señor Dalton volvería a su mundo! Y para entonces, mi ama ya estaría dentro de su cuerpo…
Jake Dalton: Para convertirse en Dios.
James Roth: Exacto…
Jake Dalton: Y para que eso ocurra… (se coloca justo frente a Roth, dejando a su espalda la salida del túnel) El experimento de Powell tiene que llevarse a cabo, ¿no?
James Roth: No lo teníamos muy claro… Hasta que la doctora St. Johns nos lo confirmó.
Jake Dalton: Imagino que no va a dejar que salga de aquí con vida, ¿me equivoco?
James Roth: Imagina bien.
Jake Dalton: Pues es una pena… porque no creo que sepa como desactivar esa bomba.
James Roth (gira la cabeza y mira en dirección a la bomba): ¿Qué…?
Es todo lo que Jake necesita. El momento de distracción que basta para sacar su pistola y abrir fuego. El proyectil entra por el vientre de Roth, arrojándolo con fuerza hacia atrás y haciéndole caer. Antes de que pueda reaccionar, Jake propina una patada a su mano obligando a Roth a soltar su pistola. La sangre mana por la comisura de los labios de James Roth mientras tose.
Jake Dalton: No estaba conectada… (manipula el detonador) Pero ahora, si. (se vuelve mirando a Roth) Lo siento por tu ama. Pero en seis minutos, sus delirios de grandeza volarán por los aires.
Pero las palabras de Jake no parecen llegar a oídos de Roth. Éste permanece inmóvil, con la cabeza ladeada, la mirada perdida y su carísimo traje empapado en sangre.
Jake Dalton: Lo siento, amigo. (recoge la mochila y se la pone al hombro) No quería ser un asesino…
Apenas ha dado un par de pasos cuando el estampido de un arma de fuego resuena en el túnel. Jake Dalton se detiene en seco y baja la vista. La sangre comienza a manar del lado derecho del vientre. La bala ha entrado y ha salido limpia. Se desploma preso del dolor. Con los ojos entrecerrados por la intensa agonía, Jake ve como James Roth se pone trabajosamente en pié.
James Roth: Dime una cosa, Dalton… (se aprieta la herida) ¿Habías olvidado que puedo regenerarme…?(encañona a Jake) ¿O es que todos en tu familia son tan gilipollas como tu puto hijo?
Sala de Control del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
8 minutos, 32 segundos para la activación del Reactor.
En sus más de treinta años como responsable editorial del “Springfield Herald”, Paul Fesster sólo recuerda haber visto otra carnicería como la que decora el centro de control del Reactor Zero. Aquella vez fue en la mina Dalton, tras las explosiones que hicieron que todo se viniese abajo. Tuvo que hacer él mismo las fotos porque su fotógrafo habitual no tuvo el estómago suficiente. Rodeado por aquella matanza, en aquella ocasión se hizo la misma pregunta: “¿quién demonios era el responsable de aquella atrocidad?” Cuando encuentra el cuerpo sin vida de Alma Grant, Paul Fesster siente un escalofrío al descubrir que, en ambas ocasiones, la culpa fue de un Dalton.
Paul Fesster: Buen Dios... (aterrorizado) ¿Qué es lo que está pasando...?
Aparta la vista del cadáver de la joven hija de Gabrielle Grant y su mirada queda fija en el acceso a la cámara del reactor. Alguien la ha dejado abierta y una luz púrpura, enfermiza, brota de la entrada. Alrededor de la compuerta, cuatro trajes de protección permanecen intactos. Quien fuera quien ha hecho esto, ha bajado al vientre del reactor sin protección alguna. Mientras termina de colocarse uno de esos uniformes, Paul Fesster se repite a sí mismo que puede estar tan loco como para bajar en busca de quien haya cometido esa atrocidad... pero no tanto como para hacerlo sin protección.
A punto está de empezar a bajar cuando escucha una voz a sus espaldas.
Guardia de Seguridad 1 (asustado): No... No se mueva....
Paul Fesster obedece: ha escuchado también el resorte del arma con el que el guardia le apunta. No necesita darse la vuelta para ver el rifle.
Guardia de Seguridad 1 (asustado): Dios mío... ¿Qué...? (mira a Fesster) ¿Por qué ha hecho esto?
Paul Fesster (enfundado en el traje, sin darse la vuelta): Primero, señor, yo no he hecho nada. Y segundo... (toma impulso antes de marcarse el farol) Debo informarle que alguien ha dejado abierto el núcleo del reactor. Si no tiene uno de estos... (golpea el casco aislante de su traje) le recomendaría abandonar las instalaciones.
Guardia de Seguridad 1 (indeciso): Pero... Pero...
Paul Fesster (enfundado en el traje, sin darse la vuelta): ¿Sabe usted que cada segundo que pasa aquí, sus posibilidades de contraer alguna clase de cáncer se multiplican por cien?
El guardia da un par de pasos hacia atrás. Para cuando llega a la escalerilla de salida, corre como alma que lleva el diablo. Paul Fesster escucha sus apresurados pasos alejándose. Suspira sin sonreír y mira la escala que se pierde en esa radiante luminiscencia púrpura. Lentamente, baja peldaño a peldaño, hasta que sus pies tocan el suelo de una pasarela colgante. La luz púrpura del núcleo cubre la inmensa bóveda del reactor. Sus pasos en la pasarela metálica resuenan en las paredes de la estancia como si de una catedral de ciencia-ficción se tratase. Paul Fesster se detiene en seco cuando, a contra luz, ve a Danny Dalton detenido ante el final de la pasarela. Su silueta se ve recortada por la intensa luz que brota del núcleo.
Paul Fesster: ¿Da... Danny?
Danny Dalton (sin dejar de mirar el brillante núcleo del reactor: un prisma perfecto que flota en el aire): Precioso, ¿no cree, señor Fesster?
Paul Fesster da un par de pasos y se detiene al ver la sangre que mancha las manos de Danny Dalton. Sus peores sospechas se confirman.
Danny Dalton: Por favor, señor Fesster. Espero que se esté planteando que tiene alguna posibilidad de detenerme… (se da la vuelta y lo mira) No he llegado tan lejos como para que me detenga un periodista fracasado y lisiado.
Paul Fesster: No… (da un paso atrás) No eres Daniel Dalton… ¿Quién… Quien eres?
Danny Dalton (sonríe): ¿Una entrevista? (lanza una sonora carcajada) Periodista hasta el final, ¿verdad, señor Fesster?
Danny Dalton alza lentamente el brazo mientras Paul Fesster comienza a notar como la temperatura de su cuerpo empieza a subir.
Paul Fesster: ¿Qué… qué está haciendo?
Danny Dalton: Mis poderes van en aumento. Puedo sentirlo… (camina hasta colocarse ante Paul Fesster) ¿Lo siente, usted?
Con un movimiento rápido, Danny Dalton aferra por el cuello al indefenso periodista. Hilos de humo comienzan a filtrarse por las brechas que empiezan a abrirse en el traje antirradiación.
Danny Dalton (sonríe): Tranquilo, señor Fesster. Dentro de unos segundos no quedará de usted más que cenizas. Pero antes… (susurra a su oído) Déjeme contarle cómo se suicidó su hijo.
Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
5 minutos, 36 segundos para la activación del Reactor.
James Roth: Adiós, señor Dalton…
Jake Dalton (tono alarmista): ¡No! ¡Espere!
James Roth (divertido): Por favor… ¿Va a suplicar? ¿Usted?
Jake Dalton: Hay algo que no… (gruñe por el dolor de la herida de bala en su costado) Algo que no le he dicho.
James Roth (ignorándolo): ¿Sabe? Creo que cuando mi ama se convierta en Dios, organizará tal masacre que su hijo será considerado el nuevo Anticristo… No esta mal para el hijo del mayor asesino que ha conocido Springfield.
Jake Dalton (susurra): Fue un error… de cálculo.
James Roth (sorprendido): ¿Cómo dice? (sorprendido) ¿Se está confensando?
Jake Dalton (con la mirada perdida en un doloroso recuerdo): Hace años... los explosivos de la mina… los detonadores… estaban adelantados… (su semblante cambia en cuanto posa sus ojos en Roth: sonríe) Igual que el de esa bomba.
James Roth: ¿Espera que crea…?
La primera detonación interrumpe su frase y sacude los cimientos de todo el túnel. El cuerpo de Roth es consumido en el acto por una nube de polvo y escombros. Jake se incorpora, ignorando el dolor de la herida y calculando mentalmente las milésimas de segundo que le quedan antes de que llegue la segunda detonación. Porque esa sólo ha sido la primera: en cuanto los sistemas eléctricos de la propia torre se colapsen…
Su pensamiento no llega a finalizar. La descarga hace que el cuerpo de Jake Dalton vuele los últimos metros. Cae justo bajo las puertas de madera de la salida del túnel mientras el resto de la construcción se viene abajo a ojos vista. Puñados de arena y tierra llueven por doquier y, manchado de polvo y sangre, Jake Dalton lucha por conseguir salir al exterior antes de que ese refugio de la guerra de secesión se convierta en su tumba. En ese momento, un pensamiento fugaz cruza por su cabeza. Resulta casi lógico que muera así. Salvando al pueblo al que años atrás condenó. Que vaya a morir sepultado, como los casi doscientos trabajadores que perecieron en la mina Dalton es algo más. Es mortalmente irónico.
Jake Dalton: Danny…
Piensa en su hijo en el mismo instante en que el techo de toda la gruta se viene abajo.
Sala de Control del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
3 minutos, 57 segundos para la activación del Reactor.
Billy Whitehouse: ¿Señor… (su tono de voz baja al ver el dantesco espectáculo) …Fesster?
Billy siente que las piernas le fallan. Los cuerpos de los científicos tirados como si fuesen muñecos rotos. Siente como su cuerpo tiembla cuando reconoce lo poco que queda intacta de la cara de la doctora Rayna St. Johns, empotrada contra uno de los monitores de control. De no ser porque la mayor parte de su rostro ha sido quemado y está cubierto de su propia sangre, Billy apreciaría el increíble parecido con aquella Doctora St. Johns que se refugiaba bajo la tienda de Gabrielle Grant.
Grant. Es pensar en ese apellido y Billy experimenta un fatídico presentimiento. Gira lentamente la cabeza en dirección a la escotilla de acceso al reactor. Junto a tres uniformes antirradiación, el cuerpo de Alma Grant con un agujero en el pecho del tamaño de un puño.
Billy Whitehouse (llevándose las manos a la cabeza): No…. No… No puede ser…
Los ojos se le llenan de lágrimas mientras el terror que había sentido al descubrir aquella carnicería deja paso a algo más doloroso. La sensación de pérdida se apodera de Billy. Sus piernas le fallan y, apoyándose impotente contra la pared, se desliza hasta el suelo.
Billy Whitehouse (desesperado e impotente, cubriéndose la cabeza con ambas manos): No puede ser. Esto es una pesadilla. Es una pesadilla. Sólo eso…
Un grito agónico procedente del interior del reactor saca a Billy de su estado de shock. Reconoce la voz.
Billy Whitehouse (ojos llorosos): ¿Señor Fesster?
Es la esperanza de llegar a tiempo lo que le lleva a levantarse y se aproxima a la escotilla del reactor, caminando a través de los cuerpos y la sangre que gotea de las terminales manchando el suelo. Ni tan siquiera se pregunta si es sensato o no entrar ahí dentro sin uno de esos trajes. No tiene tiempo. Sin pensarlo dos veces, baja la escalerilla metálica, dejándose envolver por la parpadeante luz púrpura que emana del interior del reactor.
Billy Whitehouse (dejándose caer por la escalerilla): ¡Señor Fesster, ya voy…!
Los pies de Billy tocan la plataforma de metal que, suspendida a muchos metros del suelo, conecta con el mismo corazón del reactor: un prisma perfecto, de textura cristalizada, flota en el aire, emanando una imposible luz púrpura que inunda la inmensa estancia. A punto está de pisar unas gafas que reposan en el suelo. Billy reconoce las patillas de color negro y el marco metalizado: son las del Señor Fesster.
Billy Whitehouse (agachándose para coger las gafas): ¿Señor Fesster?
Es entonces cuando Billy se percata que las gafas se encuentran en mitad de un pequeño montón de cenizas. Al reconocer como conforman una perfecta silueta humana, Billy nota desvanecerse la fuerza de sus dedos, dejando caer de nuevo las gafas sobre la plataforma.
Danny Dalton (a su espalda): No se preocupe, señor Whitehouse… Pronto le hará compañía.
Billy se da la vuelta y mira a Danny Dalton, quien permanece de pié a pocos metros del final de la plataforma, admirando el fulgor que emana del prisma como quien disfruta del calor del hogar durante el frío invierno. En ese instante, resuena una amable voz electrónica.
Aviso Electrónico: “ATENCIÓN: 1 MINUTO PARA LA ACTIVACIÓN DEL REACTOR.”
Danny Dalton (sonríe): ¿Ha oído eso, señor Whitehouse? (se da la vuelta y lo mira, con condescendencia) En menos de un minuto consumiré la energía de cuatro universos enteros. Todo ese poder…
Billy Whitehouse (interrumpe): Tu… (lo mira con odio) No eres Danny.
Danny Dalton: Es usted muy observador, señor Whitehouse. ¡Qué gran periodista hubiese llegado a ser!
Billy Whitehouse (ignora su burla): Danny jamás hubiera matado a Alma.
Danny Dalton: ¿Es alguna clase de discurso o…? (sonríe ante su candidez) No. ¿En serio? ¿De verdad cree que aun queda algo del señor Dalton dentro de mí?
Billy Whitehouse (con frialdad y lágrimas en los ojos) No. No creo que quede nada del señor Dalton dentro de ese cuerpo… Porque si no, no hubiera dejado que usted matase a Alma.
Danny Dalton (con prepotencia): Pobre chico estúpido… Tengo más de novecientos años, he cometido toda clase de atrocidades sin sentir el más mínimo atisbo de culpa. ¿En serio crees que puedes provocarme con ese truco?
Billy Whitehouse (sonríe con ironía): No es a ti a quien trataba de provocar, monstruo.
Danny Dalton: ¿Qué…?
Es en ese momento cuando Sarah Kauffmann lo comprende. No es su furia la que deseaba despertar.
Era la del auténtico Danny.
Por un segundo, Sarah Kauffmann siente como pierde el control de ese cuerpo. Y es en ese momento en el que Danny Dalton lo recupera. Un segundo. Tiempo justo para un simple paso atrás, dejándolo al filo del abismo.
Y para gritar un nombre.
Danny Dalton: ¡Billy!
No “Señor Whitehouse”. “Billy”. Le ha llamado “Billy”, piensa.
Y Billy Whitehouse sabe lo debe hacer. No sabe si funcionará. Pero no tiene otra opción.
Billy corre con todas sus fuerzas mientras la voz electrónica cuenta los últimos segundos. Lo último que siente es el impulso de sus propias piernas mientras realiza un fuerte placaje contra Danny Dalton.
“Lo siento, Danny…”
Es su último pensamiento antes de fundirse con él en la esfera de luz púrpura que mana del prisma
Antiguos Viñedos Appleton. En la superficie.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de Springfield.
6 minutos y 9 segundos después.
Una inmensa nube de humo lo envuelve todo en cien metros a la redonda. Los miembros del equipo de seguridad de Powell Corp van de un lado para otro, rodeando los restos de la devastada Torre Repetidora número 3 como hormigas en torno al cadáver de un escarabajo.
Guardia de Seguridad 1: ¡¿Qué cóño ha pasado?!
Guardia de Seguridad 2: ¡Control de daños! ¿Dónde cóño está control de daños?
Guardia de Seguridad 3: ¿Algún herido? ¿Estáis todos bien?
Guardia de Seguridad 1: O´Connell está conmocionado, señor. Pero el resto estamos bien.
Guardia de Seguridad 2: ¡Señor! ¡Tenemos confirmación de la central! ¡El reactor se apagó a un segundo de su activación!
Guardia de Seguridad 3: Menos mal, joder… ¿Se sabe algo del Jefe Táctico Kyle?
Guardia de Seguridad 2: Encabeza el equipo que han enviado al interior del reactor, señor.
Guardia de Seguridad 1: No quisiera estar en el pellejo del ecoterrorista que haya organizado esta mierda si Morgan le pone las manos encima…
Guardia de Seguridad 4: ¡Señor! (señala a unos cien metros) ¡Allí!
Todos pueden ver como una silueta se perfila entre la humareda. Camina torpemente, cargando con un cuerpo sobre su hombro. El equipo de guardias no tarda en correr hasta él y rodearlo con sus armas en ristre.
Guardia de Seguridad 3: ¡No se mueva!
Jake Dalton pasea el único ojo que no tiene lleno de tierra y suciedad. Su rostro y sus ropas están cubiertos de arenisca, polvo y sangre. Apenas se tiene en pie. Deja caer el cuerpo de James Roth al suelo. Su cuerpo tardará aun bastante en recuperarse de toda la arena y tierra que ha tragado. O al menos eso espera Jake.
Guardia de Seguridad 3: ¿Quién cóño es…?
Un fragmento del “Réquiem” de Mozart resuena en formato ocho bits dentro de uno de los bolsillos del inmóvil Roth. Los guardias se miran entre ellos, confusos y nerviosos. Jake Dalton trata de no perder el conocimiento, sujetándose la herida del costado.
Jake Dalton (con la voz quebrada): ¿Les importa…? (se agacha sin importarle que puedan disparar) Creo que es para mí.
Jake descuelga el teléfono, ignorando las advertencias del jefe de seguridad. Sus piernas apenas le sostienen en pié. Acaba de salir arrastrándose de lo que iba a ser su puñetera tumba. Llegados a ese punto, le da todo bastante igual.
Jake Dalton (por teléfono, antes de que nadie al otro lado pueda decir nada): Me temo que Roth no va a poder ponerse. Si eres esa cosa que se supone que está dentro de mi hijo, déjame decirte algo. Voy a hacer que maldigas hasta el último de tus días de vida si no me devuelves a mi hijo. Me importa una mierda si ahora tienes el jodido poder de Dios. Nadie toca a mi hijo. ¿Me oyes?
Danny Dalton (al otro lado del teléfono): Papá…
Los ojos de Jake se abren como platos al escuchar ese tono de voz. Un padre nunca olvida cómo suena el llanto de su hijo.
Jake Dalton: ¿Daniel?
Cámara del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
Al mismo tiempo.
Jake Dalton (por teléfono): ¿Hijo? ¿Eres tú?
Danny Dalton (sollozando): Lo siento, Papá…
La luz púrpura ha desaparecido, dejando paso al agobiante color rojizo parpadeante de las sirenas de emergencia. Derrumbado sobre la pasarela, viendo cómo los fragmentos del prisma cubren el suelo casi doce metros por debajo; Danny Dalton se aferra al móvil como a un salvavidas. No puede ver al equipo de seguridad que, encabezados por un Morgan Kyle con máscara antigás y equipo NBQ, se acercan a él con las armas en ristre.
Danny Dalton (sollozando): He… He hecho cosas terribles, Papá.
Mira el puñado de polvo que rodea a las gafas del Señor Fesster, que aun reposan en el suelo.
De Billy Whitehouse, sin embargo, no quedan ni las cenizas.
CONCLUIRÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario