4x05 – NEVERFIELD: END OF THE ROAD
Torre Repetidora número 3 de Powell Corp.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de
Springfield.
1 hora y 15 minutos para la activación del Reactor.
James Roth: Vale. Creo que vamos a tener un “pequeño
problema”.
La torre repetidora es condenadamente alta. Lo es incluso
desde la distancia prudencial a la que se han puesto para no ser vistos por los
guardias de seguridad que la custodian. Jake maldice en silencio y vuelva la
vista al otro lado de la carretera, a la motocicleta sobre la que reposa la
mochila. Niega con la cabeza.
Jake Dalton: No creo que tengamos bastante para volarla,
Roth.
James Roth: No es eso lo que me preocupa (señala el puesto de vigilancia) ¿Has
visto esa seguridad? Joder. Dos unidades armadas de siete hombres cada una. Ese
hijo de puta de Powell se ha asegurado que nadie le joda el tinglado.
Jake apenas escucha las palabras de Roth. Pasea su mirada
rastreando la zona. Hay algo en el terreno que le resulta familiar. Ha pasado
los últimos dieciséis años entre rejas. Pero Jake Dalton ha vivido mucho más
tiempo en este pueblo y lo conoce como la palma de su mano. Y es capaz de jurar
por el mismísimo Jesucristo que hay algo en este terreno que está clamando su
atención…
James Roth: Espero que sepas manejar la pistola que llevas
en el cinto, Dalton… (saca su propia
pistola y la amartilla) Vamos a necesitar buena puntería para…
Jake Dalton (le toma
del brazo, impidiéndole dar un paso):
No. No vamos a matar a nadie.
James Roth: Pero, ¿qué cojones te pasa? (lo mira) Mira, si los demás la cagan
nosotros somos la última esperanza de impedir que el Reactor se ponga en
marcha, ¿vale?
Jake Dalton: Guarda el arma, Roth. No la vamos a necesitar.
Jake se incorpora y camina en dirección a lo que parecen las
ruinas de una antigua casa, a unos cien metros de allí.
James Roth: Pero, ¿A dónde demonios vas?
Jake Dalton: Hace años esto fueron los viñedos Appleton. Y
eso de allí era la mansión familiar. Si la memoria no me falla, creo que allí
encontraremos la solución a nuestros problemas.
James Roth: ¿Y si la memoria te falla?
Jake Dalton: En ese caso… esperemos que los demás tengan
mejor suerte.
Conducto Subterráneo de la Planta Powell.
49 minutos para la activación del Reactor.
Charlie Dalton: Pero qué suerte de mierda, joder.
Durante los últimos cincuenta minutos, Alma había tenido que
aguantar las quejas continuas de “Chatarra” Dalton por el olor de los residuos,
por la poca luz que daban las linternas, por lo absurdo del plan… Pero en esta
ocasión, la joven tuvo que reconocer que tenía razón. Aquello era más que mala
suerte.
Danny Dalton (enfocando
con la linterna al final del conducto): ¿Qué es lo que pasa, Alma?
Alma Grant (tratando
de abrir la escotilla de salida): Es la escotilla… está bloqueada o algo
así.
Charlie Dalton: ¿No se supone que este era tu maravilloso
acceso secreto, guapa?
Alma Grant: Y lo ha sido, ¿vale? Revisando los viejos planos
de la antigua planta, mi madre encontró esta salida de residuos en desuso…
Charlie Dalton: Ya, pues parece que el cáncer debe estar
jodiendo su sesera más rápido de lo que parece, ¿no?
Alma Grant: Serás hijo de p… (se gira dispuesta a pegar una bofetada a Charlie)
Danny Dalton (detiene
a Alma): Espera un segundo… (enfoca
la linterna al filo de la escotilla) La han soldado desde fuera… Debieron
encontrar esta salida cuando la usamos Roth y yo para escapar.
Alma Grant: Pues estamos jodidos…
Charlie Dalton: Espera… (toca
el borde de la soldadura) Es muy reciente. Puede que con un poco de fuerza…
(esfuerzo) Joder…
Danny Dalton: Aparta, tío Charlie…
El chico, aun enfundado en su traje de chaqueta, apoya su
espalda y hace palanca con su propio cuerpo. Con un crujido, la soldadura cede.
Charlie Dalton: Joder, chico. ¿Has hecho pesas mientras
estabas de viaje dimensional?
Danny Dalton (ayudando
a salir al exterior a Alma): Algo así…
Los tres se deslizan al exterior, saliendo a la parte
trasera de las altas torres de refrigeración. Éstas forman una doble columnata
flanqueando ambos lados de un enorme depósito semiesférico. Unas escalerillas
rodean la estructura llevando hasta un puesto de control en la parte de arriba.
Danny Dalton: Según lo que nos dijo nuestra doctora St.
Johns (saca un papel lleno de anotaciones)
Ese debe ser el Reactor Zero… (mira la
parte superior y mira a Alma) Tendremos que entrar ahí arriba para
desconectarlo.
Charlie Dalton: Muy bien, yo iré abriendo camino y…
Danny
Dalton: No, tío Charlie. (lo mira)
Iremos Alma y yo. Necesito que hagas algo por mi.
Charlie Dalton: Chico, el plan…
Danny Dalton: Mira… (señala
el edificio de oficinas que hay frente al Reactor, a apenas veinte metros) Ahí
dentro está el control central de esta cosa, ¿vale?
Charlie Dalton: Si, y para eso están Whitehouse y Fesster
ahí con el resto de la prensa, ¿no? Ellos se encargarán del control cen…
Danny Dalton (interrumpe):
Hay algo más. Ahí dentro retienen a un colega…
Alma Grant: ¿De quien estas hablando, Danny?
Danny Dalton: Roth y yo no somos los únicos que llegamos de
parte de “Wolfram & Hart”. Hay otro más. Ben Braddock.
Alma Grant: ¿Ben… Braddock?
Charlie Dalton: Deliras, chaval. El hijo de Ed Braddock se
largó del pueblo hace casi nueve meses, colega. Está en alguna universidad
haciendo de estrella del deporte.
Danny Dalton: Es el Ben Braddock de otra dimensión, tío
Charlie. No puedo arriesgarme a que si algo sale mal, Powell lo use como rehén.
Tío Charlie, necesito que entres allí y lo rescates.
Charlie Dalton: Pero el plan…
Danny Dalton: Es el plan de mi padre, ¿no? (sonríe irónico) Razón de más para
mandarlo a la mierda, ¿no?
Charlie Dalton: Esta bien, chico. Lo hago por ti. Pero ten
cuidado.
Mientras Charlie se desliza entre las torres de
refrigeración, en dirección al edificio de oficinas; Danny aguarda el momento
perfecto para correr en dirección al Reactor.
Alma Grant (justo antes
de salir corriendo junto a Danny): Danny, ¿crees que ha sido una buena
idea…?
Danny Dalton: No te preocupes, preciosa. Además… (sonríe) ¿Querías que te dejara a solas
con mi tío Charlie?
Alma Grant (sonríe,
cómplice): Antes muerta.
Danny Dalton: Eso mismo digo yo.
Complejo Industrial Powell.
Centro de Control. Última Planta.
37 minutos, 12 segundos para la activación del Reactor.
Devon Powell: Damas y caballeros… ¡Bienvenidos al futuro!
Los flashes de las cámaras comienzan a disparar mientras una
treintena de periodistas entran en esa amplia sala de control. Al otro lado de
un grueso cristal antibalas, como si de exóticos peces de colores se tratase,
un equipo de quince científicos manipulan sus terminales. Un sinfín de
pantallas muestran toda clase de crípticos indicadores y pautas.
Devon Powell: Aunque desde aquí se supervisan todo lo relativo a la
puesta en marcha del Reactor Zero (señala
el inmenso depósito esférico que, a menos de veinte metros, puede verse desde
un ventanal) El auténtico puesto de control se encuentra dentro del propio
reactor. Nuestra científico jefe, la doctora Rayna St. Johns se encuentra allí,
ultimándolo todo para la puesta en marcha del reactor. (apoyado en su bastón, Devon se aproxima a un micrófono para hablar con
la doctora) Díganos, doctora… ¿Cuánto tiempo nos queda de espera?
A modo de respuesta, la mayor parte de las pantallas
electrónicas se activan de repente, mostrando un enorme contador numérico.
Muestra treinta minutos y contando hacía atrás.
Devon Powell (a los
periodistas): Mujeres… Siempre te hacen esperar para lo bueno (risas del público) En fin, mientras
aguardamos, si tienen alguna pregunta…
Mientras el resto de los periodistas luchan por acaparar la
atención del magnate, Paul Fesster siente como un buen puñado de ellas bullen
en su cabeza: ¿será esta máquina la responsable del fin del mundo? ¿Habrá
servido de algo que los pases de seguridad les hayan traído a Whitehouse y a él
hasta el mismo corazón del complejo industrial? Y sobre todo, ¿qué demonios
pueden hacer el joven Billy y él para frenar esto?
Billy Whitehouse (susurrando
a Paul Fesster): Tengo una idea, señor Fesster... Usted sígame el rollo.
Y antes de que Paul Fesster tenga oportunidad de frenar a su
insensato aprendiz de periodista, Billy Whitehouse se desploma ante todos los
presentes, sumido en una especie de crisis nerviosa.
Periodista 1: Chico, ¡chico! ¿Estás bien?
Periodista 3: Creo que está teniendo un ataque epiléptico…
¿Hay alguien que sepa…?
Paul Fesster: Esperen, por favor. (con la ayuda de uno de los guardias de seguridad, consigue poner a
Billy en pié) Déjenle respirar… (mira
a Powell) Necesita atención médica, ¿tienen enfermería o…?
Devon Powell: Por supuesto… (señala al guardia de seguridad) ¿Donovan? Acompañe al señor Fesster
a la enfermería.
Devon Powell está demasiado ocupado volviendo a encauzar la
atención de los periodistas en su prodigioso Reactor Zero. El guardia de
seguridad entra en el ascensor junto a Paul, llevando a Billy entre los dos.
Apenas las puertas se han cerrado, el ascensor se dispone a
bajar las cuatro plantas que hay entre la sala de control y el vestíbulo. Es
entonces cuando Billy Whitehouse actúa, lanzando un pavoroso codazo que rompe
la nariz del guardia de seguridad.
Paul Fesster (apenas
reacciona): Pero, pero… ¡¿Señor Whitehouse?!
Billy Whitehouse: Lo vi… en una peli… (forcejeando con el guardia de seguridad) … ¡ayúdeme, señor Fesster!
Cogiendo la porra que lleva el guardia al cinto, Paul
Fesster golpea su cabeza dejándolo fuera de combate.
Billy Whitehouse (quitándole
la porra de las manos) Gracias, señor Fesster… (registra al guardia y entrega su revólver a Paul) Sostenga esto un
momento, mientras termino de…
Paul mira el revólver entre sus manos como quien no ha
terminado de creerse lo que acaba de hacer. En ese instante, el ascensor se
detiene y las puertas se abren. Al otro lado, en el vestíbulo, un par de
guardias de seguridad miran de forma casual al interior del ascensor.
Guardia de Seguridad 1 (incrédulo)
Pero, ¿qué coño…
Billy Whitehouse (tratando
de volver a cerrar las puertas del ascensor): Señor Fesster, ¡dispare!
Guardia de Seguridad 2 (sacando
su arma): ¡No se muevan, no se muevan!
Paul Fesster: Buen Dios…
Y antes de que quiera darse cuenta, Paul Fesster aprieta el
gatillo.
Antiguos Viñedos Appleton. A dos metros bajo el suelo.
En el límite del condado, a 30 kilómetros de
Springfield.
30 minutos, 54 segundos para la activación del Reactor.
Las puertas de madera podrida crujen al abrirse, dejando
entrar la luz por primera vez en décadas. Jake Dalton salta al interior del
angosto túnel, tapando su nariz y su boca ante la inmensa cantidad de polvo que
flota en el ambiente cerrado. El haz de su linterna pasa por entre los viejos
refuerzos de madera que sustentan el techo del claustrofóbico túnel. James Roth
no tarda en seguir el ejemplo de Jake, aunque trata por todos los medios de que
el polvo y la suciedad no manchen su carísimo traje.
James Roth: Menudo sitio…
Jake Dalton: Toda esta zona del condado era propiedad de los
Appleton, una familia que hizo fortuna con el negocio de los viñedos. (Jake pasea la luz de la linterna mientras
camina a lo largo del túnel) Durante la guerra de secesión, toda esta
región apoyó al Norte, obligando a los Appleton que eran sureños de pura cepa,
a esconder sus auténticas afiliaciones políticas.
James Roth: Imagino que sus inclinaciones políticas no eran
lo único que ocultaban aquí…
Jake Dalton: Utilizaban estos conductos para esconder a
soldados confederados. (el haz de luz
tropieza con el final del túnel) Lo que imaginaba…
La linterna ilumina una porción del techo. James Roth no
necesita tener los conocimientos de ingeniería que tiene Jake para darse cuenta
de que los cimientos de la torre pasan justo por encima.
Jake Dalton: Los ingenieros de Powell debieron aprovechar
esta red de túneles para el cableado eléctrico y demás. Suerte que no
encontraron éste (se gira a Roth) Si
es tan amable de pasarme la mochila, señor Roth…
James Roth: Aquí tiene, amigo. Toda suya.
Jake Dalton: Muy bien… (sacando
de la mochila un paquete envuelto, del tamaño de una botella de whisky)
¿Cómo vamos de tiempo?
James Roth (comprobando
su móvil de última generación): Cuarenta minutos y contando.
Jake Dalton: ¿Tiene cobertura aquí? Espero que si mi hijo
nos llama para darnos luz verde no nos falle su móvil…
Antes de que Roth pueda defenderse de la acusación, los dos
hombres escuchan el ruido de un motor. Proviene de fuera. De no muy lejos. Jake
apenas si ha terminado de desenvolver el paquete, dejando a la luz varios
cilindros de dinamita y un pequeño cronómetro a modo de detonador. Jake mira a
Roth y le hace un gesto para que guarde silencio. Él asiente y se lleva la mano
a la chaqueta, buscando su arma. Jake le imita. Los dos contienen la
respiración mientras aguardan a que todo sea una falsa alarma.
Entonces, alguien abre las puertas de madera que dan al
exterior, dejando entrar de nuevo la luz natural al angosto túnel. James Roth y
Jake Dalton no se mueven ni un milímetro de sus escondrijos.
Cualquier posibilidad de que fuese una falsa alarma acaba de
desaparecer y Jake maldice en silencio.
Deseaba poder resolver este asunto sin violencia.
Sala de Control del Reactor Zero.
Complejo Industrial Powell.
24 minutos, 33 segundos para la activación del Reactor.
Danny Dalton: Esperaba no tener que usar la violencia (bajando las manos) Pero ya que no me
dejan otra opción…
Antes de que el primero de los dos guardias que custodiaba
el puesto de control pudiera siquiera apretar el gatillo, Danny ya lo tenía
agarrado por el cuello. Un sonoro “crack” dejó claro que le había bastado una
leve presión de su mano para partírselo como si fuese un palillo. El segundo de
los guardias trató de gritar antes de que el puño de Danny se estrellase contra
su nariz, hundiéndola por completo y matándolo en el acto. De los tres
científicos que operaban las distintas terminales, tan solo la doctora Rayna
St. Johns alcanzó a reaccionar a tiempo, lanzándose en busca de un botón en
concreto.
Danny
Dalton: Doctora St. Johns, supongo...
Danny acababa de estampar los cráneos de los dos científicos
el uno contra el otro, impregnando de masa cerebral gran parte de las
terminales y monitores. Como quien arroja un palo a las ruedas de una
bicicleta, lanzó el cuerpo de uno de los dos contra las piernas de la doctora,
que tropezó cayendo al suelo.
Danny Dalton (caminando
hacia ella): Lo siento, doctora… (la
coge del cuello y la levanta como si fuese una pluma) Pero no puedo correr
el riesgo de que aborte el proceso.
Y dicho eso, Danny Dalton estrella la cabeza de la doctora
contra uno de los monitores. El cuerpo de la mujer se sacude durante unos
instantes y el hedor de la carne quemada por la electrocución impregna cada
rincón de la sala de control.
Danny Dalton (comprobando
en los monitores que la cuenta atrás sigue en marcha): Todo va según lo
previsto (dándose la vuelta) Creo que
tengo tiempo de encargarme de ti, querida.
Alma había contemplado la escena petrificada por la sorpresa
y el horror. El chico al que amaba la miró con una sonrisa fría y psicotica
mientras se acercaba lentamente hacia ella.
Alma Grant (reptando
por el suelo, tratando de escabullirse): No… No, por favor… ¡NO!
Danny Dalton (agarrándola
por el pelo y levantándola en peso): Debe comprenderlo, señorita Grant.
Alma Grant (sollozando,
impotente): Danny, por favor… ¿Qué te ocurre…?
Danny Dalton: Me temo que él no podrá contestarle, señorita Grant.
Pero no tema… (mientras la sostiene con
una mano, con la otra muestra un anillo dorado que tiene en el dedo) El señor Dalton podrá
verlo y oirlo todo.
Alma Grant (sollozando,
aterrorizada): ¿Por qué…? (lo mira
con odio y miedo) ¿Por qué me haces esto?
Danny Dalton: Lo cierto es que he incumplido la promesa que
le hice a su novio, señorita Grant…
Danny hunde su mano en el pecho de Alma, atravesando su piel
y aplastando su corazón.
Danny Dalton (le
susurra al oído): No ha sido la primera a la que he matado en este mundo.
El cuerpo de Alma cae al suelo, uniéndose al resto de
cadáveres que decoran la escena. Danny Dalton la mira durante apenas un
segundo.
Danny Dalton: Vamos, querida. No me mires así. Sabías que
este chico malo terminaría por romperte el corazón. (alza la vista y mira a uno de los extremos de la sala) Y ahora…
Chapoteando en el ensangrentado suelo, Danny Dalton camina
hasta el acceso al interior del reactor. La compuerta se abre con un chasquido,
dejando ver una cámara previa donde reposan trajes de contención. Símbolos de
radioactividad y otras inquietantes advertencias avisan de incontables riesgos.
Ignorándolos por completo, Danny abre la compuerta. Una inquietante y radiante
luz púrpura ilumina su rostro.
Danny Dalton: Y ahora, señor Dalton… es hora de convertirse
en Dios.
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