jueves, 26 de marzo de 2009

Sesión 21-03-09 (Parte 2 de 3)

Episodio 3x01.- NEVERDALE (Epílogo – Parte 2)

P.O.V. – MARCUS VANISTER


Aferrado al exterior de aquel vagón de ganado, Marcus Vanister apretó los dientes.

Derribar de un solo disparo al Morgan Kyle de Psifield era una cosa. Herir de gravedad al Morgan Kyle vampírico de Shadowfield había sido algo altamente improbable. Esquivar las cimitarras del tercero de aquellos Morgan Kyle alternativos había sido un atentado contra las leyes de la probabilidad...
Pero esto...

Los gritos y el forcejeo procedentes del interior del vagón hicieron que el pánico a la velocidad (y a los efectos que la misma podría tener si se caía de un tren en marcha) acabasen en un segundo plano en la mente de Marcus.
Si no podía abrir una de las compuertas del techo y dejar que la luz del radiante sol acabase con el último de los Morgan Kyle, tendría que hacerlo...

Entonces, aquella criatura chupa-sangres a la que ya habían derrotado, hundió su puño en el pecho de Leonard Powell. El sonido de la piel rasgándose, de los músculos desgarrados y los huesos aplastados quedaron eclipsados por el grito agónico de Leonard Powell.

Morgan Kyle (SF): Sí, muchacho... Grita para mí.

Fue entonces cuando se escuchó otro sonido. Por un instante, Marcus no pudo identificarlo. Ni falta que le hizo: la sonrisa cuajada de colmillos de aquel vampiro se convirtió en un rictus al percatarse de que Leonard, con su último aliento, había interpuesto la hoja de aquella cimitarra entre él y su corazón.

Morgan Kyle (SF): Hijo de...

Y estalló en una nube de cenizas y polvo. Debilitado y con la sangre manando libremente del agujero en su abdomen, Leonard cayó al suelo.

Marcus Vanister (NE): ¡Señor Powell! (se acerca a él, tratando de taponar la herida) Se pondrá bien, ya verá...
Leonard Powell (aturdido): Pro... profesor... ¿qué demonios...? (sonrió por la ironía) No puedo creer que haya llegado usted antes al infierno…
Marcus Vanister (NE): No diga eso, señor Powell… (taponando la herida) Esto no es el infierno. Es california, ¿me oye? Y va a quedarse aquí…
Leonard Powell (aturdido, al filo de la inconsciencia): No lo entiende, ¿verdad… profe? Claro que me quedo aquí… Ya estoy muerto.
Marcus Vanister (NE): Pero… ¿por qué dice eso?
Leonard Powell (sonríe, macabro): Porque me volé la maldita cabeza, profe. Por eso.

Marcus mira por un segundo a Leonard. Su sangre se congela al ver la certeza con la que habla ese joven. Es la certeza de los condenados a muerte. De los que se saben ya con los pies en la tumba.

Marcus Vanister (NE): No… (se incorpora) No, no puede ser…
Leonard Powell: ¿Ah, no? ¿Y como explica…

Leonard intenta señalar los cuerpos de los tres Morgan Kyle pero no llega a terminar la frase. Marcus sigue su dedo y comprende la sorpresa del joven. Han desaparecido. Como si nunca hubiesen estado allí. Marcus vuelve a mirar a Leonard: su herida ha desaparecido. Por completo.

Marcus Vanister (NE): Oh. Dios. Mío.
Leonard Powell: Si, más o menos… (se mira el cuerpo, buscando las heridas ya desaparecidas) En fin, comprendo que yo esté aquí… pero ¿y usted?
Marcus Vanister (NE): ¿Yo…?

El profesor comienza a balbucear una breve explicación de todo lo que recuerda: los retazos de la mañana perfecta de un día perfecto; su llegada a la estación y su encuentro con aquel agente de Wolfram & Hart…

Leonard Powell: Entonces, ¿le está esperando al final del tren?
Marcus Vanister (NE): Eso dijo, sí…
Leonard Powell: Pues… ¿a qué estamos esperando?


***

Los Petersen vivían en la casa de al lado, en Nueva Jersey. Eran una pareja joven a los que siempre había cortado el césped por unos dólares. Por aquel entonces, aquello era el mejor negocio que un crío de doce años podía desear.

Claro que por aquel entonces, Marcus Vanister aun vivía con su madre en aquella casa de Nueva Jersey. De aquello hacía toda una vida.

Revisor: ¿Le pongo una copa, profesor?

Marcus se dio la vuelta, sobresaltado. Tras la barra del vagón restaurante, se encontraba de nuevo aquel hombrecillo de ojos saltones y sonrisa levemente inquietante. Era el mismo revisor que había fichado su billete al entrar. Ahora lucía el atuendo de un amable camarero.

Marcus Vanister (NE): ¿Qué…? Oh, no… Gracias… (Marcus volvió a mirar a la pareja de ancianos que compartían carantoñas en uno de los reservados) Ellos… Son los…
Revisor (sonriendo): Si, señor. Los Petersen. Una pareja encantadora… y muy enamorada. Se han ido los dos juntos… ¿Qué le parece? Romántico, ¿verdad?
Marcus Vanister (NE): Pero… (Marcus miró a ambos lados, percatándose de un detalle) Espere… ¿Ha visto al joven que ha entrado conmigo?
Revisor (confuso): Profesor, usted ha entrado sólo en este vagón…
Marcus Vanister (NE): ¿Cómo dice? No, no, no… El joven que me acompañaba, el señor Leonard Powell…
Revisor (continuando su frase): … no tiene acceso a este vagón. Créame, profesor… El no viaja en primera clase como usted o los Petersen.
Marcus Vanister (NE): ¿Qué quiere decir?
Revisor: El señor Powell viaja en el mismo tren, en efecto… pero no viaja al mismo lugar que usted, me temo…

Marcus Vanister dio un par de pasos hacia atrás, contemplando el vagón restaurante de arriba a bajo. Al menos media docena de personas compartían un agradable almuerzo o café, entre charlas y risas. Todo el mundo parecía relajado. En paz…

Instintivamente, Marcus buscó entre la concurrencia alguna cara conocida. Una en concreto…

Revisor (sacando al profesor de sus pensamientos): No lo encontrará, profesor… El señor Frederick Fesster viajó en este mismo tren hace un tiempo. Pero me temo que su parada era también la del joven Leonard Powell…
Marcus Vanister (NE): Yo… Debo irme… (alejándose, buscando la salida del vagón) Muchas gracias...
Revisor: Ya sabe… Si necesita algo. Cualquier cosa… (señala un botón en la pared) No dude en apretar el botón rojo.

***

James Roth (ND): Ya era hora… El tren está a punto de llegar a su destino.

Marcus acababa de dejar atrás el vagón restaurante. Por un segundo, casi esperaba encontrar al joven Leonard Powell al otro lado. En su lugar, el profesor se encontró en un vagón de pasajeros igual al que había dejado atrás en primera clase… e igualmente vacío. Al fondo del todo, donde debería estar la compuerta de acceso al siguiente vagón, Marcus pudo ver la doble puerta metálica de un ascensor.

James Roth (ND): Imagino que trae el billete…
Marcus Vanister (NE): Si, claro… (mirando el vagón, aturdido y confuso: buscando cualquier rastro de Leonard) Pero hay algo…
Leonard Powell (a su espalda): ¿Profesor?

Marcus se dio la vuelta y vio a Leonard salir de la puerta que comunicaba supuestamente con el vagón restaurante. De no haber sido por la presencia de aquel inquietante agente de Wolfram & Hart, el profesor le habría preguntado si él también había pasado por el fantasmagórico vagón restaurante…

Marcus Vanister (NE): Es el agente de Wolfram y Hart que le comenté, señor Powell…
Leonard Powell: Ah, el tipo que nos va a sacar de aquí… (avanzando hacia él) Genial, tío…
James Roth (ND): No tan deprisa… (saca una pistola y encañona a Leonard) Mis instrucciones no dicen nada de un segundo pasajero…
Leonard Powell: Mira, tío… Hay sitio de sobra en ese ascensor…
James Roth (ND): Si, tienes razón… Pero no hay billetes de sobra. Lo siento.
Leonard Powell: Esta bien… Si así es como lo quieres…

El intento por lanzarse a por el billete que sostenía en la mano el agente de Wolfram y Hart acaba con el cañón de su pistola a pocos milímetros de la frente de Leonard…

James Roth (ND): Aquí una bala en la cabeza no te matará, chico… Pero te frenará el tiempo suficiente como para que dejes de molestar…
Marcus Vanister (NE): Pues si él no viene con nosotros… yo tampoco.

Marcus Vanister nunca ha sido un buen jugador de poker. Por eso, cuando sostiene entre sus manos el billete que le entregó, el joven agente de Wolfram y Hart puede leer en sus ojos que no se trata de ningún farol. El profesor está preparado para quedarse en el infierno…

Para empeorar la situación, el tren comienza a aminorar su velocidad. A través de la megafonía, una agradable voz femenina anuncia la parada de Springfield, California.

James Roth (ND): Como quiera, profesor… (saca de su chaqueta su propio billete y lo muestra) Yo tengo billete y me iré. Con o sin usted.
Leonard Powell (a Vanister): Profesor… no lo haga.
Marcus Vanister (NE): Pero señor Powell…
Leonard Powell: Danny va a necesitarle allí arriba. Alguien tendrá que llevarlo de vuelta a casa, ¿no cree?

El profesor Vanister lee en los ojos de Leonard. De no conocerlo tan bien, casi habría creído aquel farol. Ambos se dan un fuerte abrazo que casi parece una despedida real…

James Roth (ND): Vamos, profesor… (impaciente) No podemos quedarnos aquí mucho más tiempo antes de que llamemos su atención…

Con un “ping”, la puerta del ascensor se abre. El joven trajeado mira a su espalda durante un solo segundo. Es todo lo que necesita el profesor: con un movimiento rápido, propina un fuerte empujón al chico, precipitándolo contra el interior del ascensor.

James Roth (ND): ¿¡Pero qué coño…!? (furioso, encañona con la pistola a Vanister) ¿Qué pretendía? ¿Quitarme el arma?
Marcus Vanister (NE): No exactamente…

Y Marcus muestra lo que acaba de arrebatarle de las manos.

James Roth (ND): No… (mira con pánico a Vanister justo cuando el tren termina de detenerse) ¡NO!

Durante un latido, el joven intenta saltar fuera del ascensor, tratando de abalanzarse sobre el profesor. En el tiempo que él trata de hacerlo, Vanister tiende el billete al joven Powell. Éste extiende la mano…

Y para el profesor Vanister, todo se vuelve de un solo color.

Blanco.

P.O.V. – LEONARD POWELL

“Lo he conseguido. Lo he conseguido. Lo he conseguido…”

Leonard aun no se atreve a abrir los ojos. Teme hacerlo y encontrarse de nuevo en el vagón. O en un sitio peor. Quizá de eso trate el infierno: en creer continuamente que puedes escapar y llegar a la salida solo para darte cuenta de que sigues atrapado…

“Pensándolo bien no es muy distinto a andar dando tumbos entre mundos paralelos…”

Pero no lo era. No era lo mismo. Ni de lejos. Porque hasta ese momento, Leonard no había tenido miedo de abrir los ojos. Sólo Dios sabe cuanto tiempo habría pasado de no haber sido por aquella voz en la oscuridad que lo llamaba…

Holland Manners: ¿Señor Powell?

Los párpados le pesan como sacos de arena. Se abren en el tiempo en el que nace y muere un bosque. Al principio, la luz del despacho lo ciega y le clava un punzón en la cabeza. Es un dolor sordo. Punzante.

Leonard Powell: ¿Qué…?
Holland Manners (ND): No hemos sido debidamente presentados, señor Powell… Mi nombre es Holland Manners.

Leonard estrecha la mano de ese tipo. Es entonces cuando se percata de un pequeño detalle…
¿Desde cuando tiene una alianza de compromiso en el dedo anular?

Leonard Powell: Espere un momento… (se incorpora, algo mareado) ¿Esto es…? Es Wolfram y Hart, ¿verdad?
Holland Manners (ND): Si, señor Powell. Esto sigue siendo Wolfram y Hart. Y usted sigue siendo el señor Leonard Powell… más o menos.
Leonard Powell: ¿Qué demonios quiere decir con…?

Leonard no llega a terminar la frase. Acaba de contemplar su reflejo en uno de los ventanales del despacho. La imagen que le devuelve el cristal es la de un joven de veintipocos años, pelo castaño corto…

Leonard Powell: Oh no… No puede ser…
Holland Manners (ND): Me temo que sí, señor Powell… O debería decir “señor Roth”.
Leonard Powell: Mi nombre es Leonard Powell.
Holland Manners (ND): Oh, claro que sí. Pero procure no decirlo nunca jamás fuera de esta oficina… (saca de su chaqueta un móvil) o a través de otro telefono que no sea ese.
Leonard Powell (lo atrapa al vuelo): ¿Qué…? Un momento… ¿Espera que acepte sus ordenes?
Holland Manners (ND): Oh, ya lo creo. Y con una sonrisa además. Porque, señor Powell, créame cuando le aseguro que debería alegrarse. A fin de cuentas, el alma del señor Roth ocupa el lugar que debería ocupar la suya en el Infierno. Y allí seguirá… mientras su condición sea nuestro “pequeño secreto”.
Leonard Powell: Pero, mis compañeros…
Holland Manners (ND): La señora Kauffmann envió al señor Roth a un rescate no autorizado al infierno. Se tomó muchas molestias en rescatar al profesor Vanister… pero no en usted. Eso me intrigaba… como me intrigan los planes que la señora Kauffmann tiene para su amigo, el señor Dalton.

Leonard miró a través de la ventana. Y luego volvió a mirar a Manners.

Leonard Powell: Quiere que sea su espía. Su maldita marioneta…
Holland Manners (ND): ¿Es que tiene una oferta mejor?
Leonard Powell: Debo decírselo a mis compañeros. Ellos…
Holland Manners (ND): Morirán.

Lo dijo como quien afirma que lloverá al día siguiente. O como quien da el resultado de un partido sin importancia…

Holland Manners (ND): Si conozco bien a esa víbora infernal de Sarah Kauffmann, el destino que aguarda a sus amigos es la muerte… o algo peor. Haciéndose pasar por James Roth podrá averiguar mucho más sobre dichos planes… y ayudar a sus amigos a escapar de esta dimensión.
Leonard Powell: Pero… ¿y yo? Quiero decir…
Holland Manners (ND): Si. Comprendo lo que quiere decir. Me temo, señor Powell, que no hay forma de restaurar su cuerpo original. Y créame, si sus amigos llegasen a descubrir quien es…
Leonard Powell: … jamás me dejarían aquí.
Holland Manners (ND): Jamás se irían sin usted. Y eso, señor Powell, los dejará a merced de Kauffmann y Wolfram & Hart… para toda la eternidad. Dígame… ¿Es eso lo que quiere para sus amigos?

Mirando a través del ventanal, contemplando las atestadas calles bajo la azulada mañana de Los Ángeles; Leonard pensó en que desde que había comenzado aquella odisea entre mundos paralelos siempre se había sentido atrapado. Atrapado entre los límites de aquel pueblo infame.

Ahora, por fin, había conseguido salir de él.
Y se sentía más atrapado que nunca.

Leonard Powell: Muy bien, Manners… ¿cuando empiezo?
Holland Manners (ND) (sonriendo): Ya ha comenzado, señor Roth.

CONTINUARÁ

1 comentario:

Darrell dijo...

juas, juas... brutal... como mola!!!