jueves, 24 de septiembre de 2009

Sesión 19-09-09 - DALTON (Parte 3 de 4)

ANTERIORMENTE, EN "NEVERFIELD"...
James Roth (ND): Ahora trabajas para Wolfram & Hart, Danny. Olvídate de Leonard Powell. Como solemos decir aquí... “es un caso perdido”.

ENGAÑADOS POR EL "LIBRO DE LAS SOMBRAS";
EN MANOS DE "WOLFRAM & HART"...
Danny Dalton: Te conviene, ¿no? Porque trabajas para Manners a espaldas de Kauffmann. Y a tu jefe le conviene que nos larguemos de esta dimensión, ¿es eso?
James Roth (ND): Es más que eso. Kauffmann tiene planes para tí, Danny...

ES EL ÚLTIMO DE LOS VIAJEROS ORIGINALES...
Danny Dalton: ¿Por qué yo?
James Roth (ND): Porque según Kauffmann... serás tú quien traiga el apocalípsis.

Y SU DESTINO... ¡LO CAMBIARÁ TODO!
Ángel (ND): Si vuelves a la dimensión de la que saliste, Danny... acabarás convirtiéndote en un Dios.

Episodio 3x14.-
WOLFRAM & HART contra SARAH KAUFFMANN (Parte 3 de 4)

Cruce de la Interestatal 5 con la 19, en el cauce seco del río.
Afueras de Los Ángeles.
Hace tres horas.


No es la primera vez que Danny aprieta el gatillo de un arma.
Sin embargo es la primera vez en la que se siente así después.
Se siente… bien. En paz.

Alza la vista: a su alrededor todo fluye a cámara lenta, al ritmo de sus latidos. Puede ver cómo Arthur Craig empuña sus armas contra los tiradores que, desde lo alto de la autopista, intentan ahora cobijarse tras el furgón que los trajo hasta aquí. Las balas silban a su alrededor pero Danny no puede reaccionar. A menos de un metro de distancia, John Ortega le encañona con su subfusil, mientras le grita algo que sus oídos no alcanzan a percibir. Danny no suelta la pistola no porque no quiera, sino porque no puede escucharle.

Es entonces cuando la sangre de John Ortega salpica a Danny, sacándolo finalmente de ese trance en el que se encontraba. El cuerpo del fiel sicario de Sarah Kauffmann se tambalea al ritmo de los tres proyectiles más que encaja su cuerpo. Al caer al suelo, Danny puede ver a James Roth empuñando su nueve milímetros.

Acaba de salvarle la vida. Danny sonríe: al final va a resultar que no es tan capullo como parece…

James Roth (ND): Llego en buen momento, ¿no?

A unos seis metros por encima de sus cabezas, el furgón de Wolfram y Hart se pone en marcha, bajo el fuego de las pistolas de Arthur Craig. Ni sus proyectiles ni la agilidad sobrehumana de Ángel consiguen impedir que los sicarios de Kauffmann consigan escapar de allí.

James Roth (ND): Cuando esos tíos cuenten cómo le volaste la cabeza a Kauffmann, las cosas van se te van a ponerse feas en Wolfram y Hart, Daniel.
Danny Dalton: Pues tendrás que recordarle a Manners que le hemos hecho el trabajo sucio quitando a Kauffmann de en medio.
James Roth (ND): Tú déjame a mí ese asunto. Hablaré con él y te avisaré cuando las aguas se hayan calmado por el bufete.
Danny Dalton: No tardes… no sé cuanto tiempo de suero me queda en el cuerpo.
James Roth (ND): Descuida… Ah, y por cierto… (se detiene a unos metros del coche en el que ha venido) Buen disparo, Daniel.

El coche de Roth se aleja dejando a Danny arrodillado ante las cenizas de Sarah Kauffmann. El anillo, brillante y dorado, es lo único sólido que queda de ella. Danny lo coge entre sus dedos. Está caliente.

Ángel (ND): ¿Y Roth?
Danny Dalton: De camino a Wolfram y Hart. Va a asegurarse de que no nos llueva mucha mierda por lo de Kauffmann… Mientras tanto, voy a necesitar un sitio donde descansar.
Ángel (ND): Puedes quedarte en mi casa hasta que las cosas se calmen.
Danny Dalton: Gracias, colega. Parece que todo ha terminado bien... (juguetea con el anillo) ¿no?
Arthur Craig (ND): Yo no jugaría con eso…
Danny Dalton: Considéralo la piel del tigre, colega.

Y diciendo eso, Danny se incorpora. Nunca ha sido bueno con las metáforas. Pero lo cierto es que se siente pletórico. Como un cazador victorioso.

Arthur Craig (ND): De todas formas, voy con vosotros. Creo que ese anillo aun puede traernos problemas…
Danny Dalton: Tranquilízate, hombre. Con Kauffmann fuera de juego… ¿Qué demonios puede ir mal?

“Investigaciones Ángel”. Suburbios de la Zona Oeste.
Hace dos horas.

James Roth (ND): ¡Todo, joder! ¡Todo se ha ido a la mierda!

Cinco minutos atrás, Roth había entrado como un huracán en la oficina. Apenas si se había despojado de su chaqueta y dejado su maletín a un lado cuando les indicó a los demás que pusieran la televisión. Cualquier canal valdría: estaba en todos los noticiarios.

“… fuentes aun no confirmadas. Los acontecimientos han ocurrido hace apenas treinta minutos, cuando varias explosiones en el interior del edificio activaron los sistemas de emergencia. Afortunadamente, no hay que lamentar pérdidas humanas auque los daños son cuantiosos aquí, en la sede de Wolfram & Hart, un prestigioso bufete de abogados que, hace apenas un par de meses, ya fuese víctima de un atentado similar…”

Danny Dalton: ¿Quieres tranquilizarte, joder? ¿Qué demonios ha pasado?
James Roth (ND): Mira esto… (saca su móvil de última generación) Es un video con lo último que captaron las cámaras de la sala de I+D.

La calidad de la imagen no es la mejor del mundo pero basta para que Danny pueda ver como, tras un resplandor jade, aparecen dos figuras en mitad del laboratorio. Antes de que nadie pueda reaccionar, el tipo con la cara vendada grita algo en japonés y activa unos explosivos que lleva al pecho. Luego, sólo hay nieve electrónica.

Danny Dalton: Mierda…
James Roth (ND): Pues eso no es todo. Tienen a Braddock.

No necesitaba escuchar eso para saberlo. Danny se sienta pesadamente sobre el sillón, cruzando los dedos con fuerza, como si el apretar el anillo pudiese hacerle algún daño a Sarah Kauffmann.

James Roth (ND): Está claro que este ataque no es más que una revancha. Imagino que le habría dado instrucciones a sus sicarios de ojos rasgados para que hiciesen esto en caso de que ella muriese…
Danny Dalton: La muy puta… Hasta después de muerta sigue dando por el culo.
Ángel (ND): Aunque sea pecar de optimista, no creo que tu amigo Ben Braddock esté muerto aun…
Danny Dalton: ¿Y como estas tan seguro?
Árthur Craig (ND): Es pura lógica, chico. Si vas a cargarte a alguien, ¿por qué llevártelo con vida del edificio que has atacado?
Ángel (ND): Quizá quieran torturarlo.
James Roth (ND): Lo estas mejorando…
Danny Dalton: De todas formas, pueden habérselo llevado a cualquier sitio… (mira el anillo) Y nos hemos cargado a la única que…
James Roth (ND): Bueno, en teoría no está muerta. Solo… encerrada.

El tono de Roth deja claro que acaba de recordar algo. O que un par de cabos acaban de ser debidamente atados.

James Roth (ND): Creo que acabo de tener una idea.

Sala de Juntas.
Lugar Indeterminado.
Hace una hora.


Sarah Kauffmann (ND): No esperaba volver a verte, Daniel.

El sillón de cuero negro y amplio respaldo gira lentamente, dejando ver a una elegante Sarah Kauffmann, luciendo un traje de ejecutiva blanco, impoluto. En su cara, donde debería estar la mejilla y el ojo derechos, hay un enorme agujero rodeado de carne quemada.

Danny Dalton está al otro lado de una mesa de reuniones tan limpia como larga. Sigue estando de pie, luciendo su arrugado traje de Wolfram y Hart. En su dedo siente aun la incómoda calidez del anillo. Hasta ahí, todo sigue igual.

El resto, por supuesto, ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Porque hace un segundo se encontraba en un solar abandonado, a pocos metros de la nave industrial que acoge el Pub “RaveNant”. Aun podía escuchar las continuas protestas de Arthur Craig ante la idea que había tenido Roth. Pese a todo, y aunque a Danny tampoco le entusiasmaba tener un cara a cara metafísico con el alma de una criatura inhumana como era Kauffmann; lo cierto es que era la mejor idea que tenían.

Danny Dalton: Yo…
Sarah Kauffmann (ND): Espera, no me lo digas. Has venido… ¿para salvar al señor Braddock?
Danny Dalton: Dime a donde lo han llevado tus sicarios o…
Sarah Kauffmann (ND): O de lo contrario, ¿qué? (se incorpora) ¿Me matarás otra vez?

Ella camina hacia él, mirándolo con el único ojo sano que le queda.

Sarah Kauffmann (ND): Tu joven amigo está en un lugar extraño… Si, más extraño que la propia ficción me atrevería decir. Pero te garantizo que morirá… (sonríe) sintiéndose cerca de casa.
Danny Dalton: Maldita zorra…

Por puro impulso intenta golpearla. Pero ella es mucho más rápida que el. Danny siente como Kauffmann se apodera de su puño y lo presiona entre sus dedos. Con la fuerza de una trituradora hidráulica.

Sarah Kauffmann (ND): Ah, ah, ah. Muy mal, señor Dalton. No olvide que aquí dentro… mando yo.

La mujer coloca la palma de su otra mano en el pecho de Danny. Éste siente un golpe tremendo que le hace bailar las costillas…

Descampado, a escasos metros del Bar “RaveNant”
Polígono Industrial Eisenhower, Afueras de Los Ángeles.
Hace 59 minutos y 51 segundos.

Danny Dalton: ¡JODER!

Llevándose las manos al pecho, Danny se desploma de rodillas, saliendo del circulo de sal que Ángel había trazado siguiendo las indicaciones de Roth. Éste y Arthur Craig ayudan a Danny a incorporarse.

James Roth (ND): Vaya, sí que ha ido rápido… Daniel, ¿estas bien?
Arthur Craig (ND): Puede que aun esté en trance.
Danny Dalton: N… No… Estoy… (tose) Estoy bien… (más tos)
James Roth (ND): ¿Y bien? ¿Qué has visto? ¿Has hablado con Kauffmann?
Danny Dalton: Más… o… menos…

Unos minutos después y varios tragos de una pequeña petaca que guarda Arthur Craig en su cazadora, Danny cuenta todo lo que ha vivido en su viaje místico-psíquico “al fondo del anillo”.

Danny Dalton: Y eso es todo. Desde luego no ha sido de mucha ayuda…
James Roth (ND): Se sentirá como en casa”. ¿Qué habrá querido decir con eso?
Ángel (ND): Está jugando contigo, Danny. A esta clase de criaturas les encanta atormentar a los humanos con acertijos.
Danny Dalton: Espera un momento… Dijo… Dijo que era un lugar donde la realidad es más extraña que la ficción… (abre mucho los ojos) Ficción…

De repente, Danny rompe a correr. El resto sale tras él, intentando no perderlo de vista mientras pasan a través de naves industriales semi-abandonadas. Finalmente, Danny se detiene a pocos metros del acceso a la carretera industrial, a la salida del Polígono Eisenhower. Ángel es el primero en llegar y encontrar a Danny riendo y señalando un enorme cartel publicitario que se alza a menos de un metro y medio de la carretera.

Danny Dalton: Más extraño que la ficción… Claro, joder.

James Roth y Arthur Craig no tardan en aparecer. Como el propio Ángel, sus miradas también se fijan en la gigantesca valla publicitaria. En ella, tras un montaje fotográfico de sus protagonistas, puede verse la silueta sombreada de un vehículo blindado.

“NEVERFIELD: Estreno de la Segunda Temporada. Este otoño, en FOX.”

Estudio 21. Centro de Producción de la FOX Entertainment.
10201 W. Pico Boulverd, Los Ángeles.
Hace diez minutos.

A Danny Dalton nunca le gustó la Plaza Lincoln. Era el epicentro de la vida social de Springfield: el clásico parque en el que las familias solían reunirse los domingos. La clase de sitio en el que Danny Dalton jamás podía encajar.

Bajo los focos de la inmensa nave industrial, los ojos de Danny se mueven incrédulos a través de los decorados que reproducen, hasta el más estúpido e insignificante detalle de esa plaza que jamás le importó lo más mínimo. Un lugar que en toda su vida había echado de menos… hasta ahora.

Ángel, Craig y Roth deambulan por el set de rodaje, mirando por todas partes. Ellos no pueden comprender lo que Danny siente. Quizá si estuviesen aquí Leonard. O “Perro Loco”. O Fred.

Danny tiene que acercar la mano y sentir el desagradable tacto del conglomerado de madera para cerciorarse de que es todo falso: el decorado que reproduce su auténtico hogar en una estúpida serie de televisión.

James Roth (ND): Daniel… (le pone la mano en el hombro) Sé que es duro, pero…

En entonces cuando las luces se apagan. Antes de poder reaccionar ante la emboscada, una nube de luz jade se materializa a espaldas de Roth. Danny no tiene apenas tiempo de advertirle: la adolescente con aspecto de “lolita” tiende un filamento de acero en torno al cuello de Roth, estrangulándolo de una forma salvaje y agónica.

Un rugido en tosco japonés deja claro que, tras él, Ángel ha encontrado a su compañero de baile: el enorme gigantón de barba poblada, greñas sucias y gabardina de vagabundo acaba de atravesar la fachada de cartón piedra del Ayuntamiento de Springfield.

Las cosas no van mucho mejor para Arthur Craig: el robusto cazador de anillos trata de desenfundar sus dos automáticas, en un intento por ayudar a Roth. Sin embargo, una sombra cae del techo, esgrimiendo una pareja de afiladísimos cuchillos ninja. La atractiva japonesa luce un atuendo ajustado, similar al neopreno, y lanza un pícaro beso a Craig. Antes de que éste pueda encañonarla con una de sus pistolas, su mano queda clavada en la pared por cortesía de uno de sus cuchillos.

Danny Dalton aprieta el gatillo de su arma. Una, dos, tres veces. Es inútil: las heridas que provoca en la espalda del gigante barbudo se cierran con la misma velocidad a la que se producen. Parece indestructible.

Ángel (ND): Danny… ¡A tu espalda!

Ángel acompaña su grito con el encendido de un potente foco. Su luz rasga la oscuridad de la nave industrial, proyectando una temible sombra en una de sus paredes. La sombra de un samurai medieval, enfundado en su armadura de guerra.

Ángel (ND): ¡A la sombra! ¡Dispara a la sombra!

El gigantesco barbudo alza las manos: entre ellas sostiene una viga de madera acabada en punta. Una improvisada estaca que apunta directamente al corazón de Ángel. Entonces, Danny vuelve a apretar el gatillo y tres proyectiles del calibre cincuenta agujerean la colosal sombra del samurai.

A su espalda, al mismo tiempo, el cuerpo del titánico vagabundo cae al suelo, con tres proyectiles en el cuerpo. Antes de que ni Ángel ni Danny pueda decir nada, un nuevo disparo resuena con eco entre las paredes de la nave industrial. Ambos giran la cabeza, viendo como Arthur Craig sale de entre las sombras empuñando una humeante Glock 17.

Ángel (ND): ¿Y la cambia-formas?
Arthur Craig (ND): Va a necesitar cambiarse de cara… permanentemente (termina de improvisar un vendaje para la herida de su mano) ¿Y Roth?
James Roth (ND): Creo que deberíais ver esto…

Arrodillado ante una puerta que conecta con la nave de al lado, Roth frota sus dedos tratando de limpiarse el polvo de jade.

James Roth (ND): Nuestra amiga teleportadora ha escapado por aquí.

Danny siente un escalofrío al leer el cartel de la puerta: “Escenarios de la Segunda Temporada. SOLO PERSONAL AUTORIZADO”.

Ángel (ND): Es una trampa y lo sabes, ¿verdad?
Arthur Craig (ND): No entres ahí, chico…
Danny Dalton: ¿Tengo elección?

Estudio 22. Centro de Producción de la FOX Entertainment.
10201 W. Pico Boulverd, Los Ángeles.
Ahora.

A su alrededor, todo echa humo. Le duelen todos los huesos; la cabeza le da vueltas y en sus oídos se ha instalado un aguado e insidioso pitido. Y pese a todo, Danny Dalton se incorpora, con lo que queda de su camisa echo jirones. Algunas llamas rodean el acceso al estudio 22, convertida en un agujero cinco veces más grande de lo que era cuando, cinco segundos atrás, aun era una puerta.

Ángel ayuda a incorporarse a un magullado Roth mientras Arthur Craig le tiende la mano a Danny. Poco a poco, los sonidos comienzan a llegar a sus oídos.

Arthur Craig (ND): … si estás bien?
Danny Dalton: Sí, sí… Estoy bien (mira a Ángel y Roth) Lo estamos todos, ¿no?
James Roth (ND): Teniendo en cuenta que acaba de inmolarse un tío cargado de explosivos ante nuestras narices… Si, estamos bien.
Ángel (ND): Te dije que era una trampa…

Danny apenas si había tenido tiempo de activar las luces de aquella nave, gemela a la que habían dejado atrás. Los fluorescentes les habían dejado ver un estudio a medio montar, con los decorados aun por montar, amontonados en pilas de hasta tres y cuatro metros. En el centro de la estancia, sin embargo, había algo del tamaño de un microbús, cubierto por una lona negra. Y sobre él, pendiendo en el aire y sujeto por cuerdas a las vigas del techo, estaba Ben Braddock.

El pobre Ben, pensó Danny. Convertido una vez más en rehén involuntario. Si en la última misión no le hubieran dado tan fuerte, quizá hubiese sido él quien colgase del techo como una mísera piñata.

Y antes de poder preguntar “¿cómo vamos a bajarlo de ahí?”, apareció aquel tipo. Arthur Craig fue el primero en reconocerlo… y el primero en saltar fuera del estudio. Había sido el mismo tipo que había hecho volar por los aires la capilla del Padre Layton. El mismo que ya se había enfrentado antes a Ángel. El mismo que había atacado la sede de Wolfram y Hart…

Danny Dalton: ¿Cuántas vidas le quedan a ese tío?
Arthur Craig (ND): No las suficientes como para evitar que le ponga las manos encima…

El interior de la nave industrial era ahora un caos de humo, hedor a carne quemada, restos de decorados calcinados y pequeños focos de llamas desperdigados allí y allá… Lo que estuviese bajo la lona negra, sin embargo, había salido indemne de la explosión. Al igual que el bueno de Ben, quien seguía colgando del techo, inconsciente y…

Ángel (ND): ¿Qué es eso que lleva en el pecho?

Antes de poder si quiera reaccionar a su pregunta, Roth descorrió la lona que cubría aquel enorme vehículo. Más tarde, Arthur Craig reconocería el sistema de cables como un mecanismo casero de activación de explosivos. Pero eso sería mucho más tarde: en aquel momento, al apartar la lona, los diminutos cables activaron las dos cargas explosivas. La primera pendía del pecho de Ben Braddock.
La segunda estaba dentro de aquel vehículo.

Danny Dalton: Mierda, ¡Mierda!
James Roth (ND): Joder… Es la, es la…
Danny Dalton: Si. Es la jodida “Margaret”

Más allá de la cuenta atrás en dígitos rojos, los ojos de Danny recorrieron de cabo a rabo el chasis maltratado, abollado, tiroteado, desguazado y vuelto a ensamblar de la tanqueta que habían robado en aquel universo alternativo tan parecido al suyo propio. Aquel en el que había muerto Fred.
Y ahora iba a morir Ben. Como “Perro Loco”. Como Leonard.

Danny Dalton: Ni de coña.

Con esas palabras, Danny puso las manos sobre el temporizador del explosivo. Arthur Craig puso la suya a modo de barrera.

Arthur Craig (ND): ¿Qué coño crees que estas haciendo, chico?
Danny Dalton: Apártate, joder
Arthur Craig (ND): Tiene una contraseña de cuatro dígitos y un triple sistema de seguridad. Aunque supieses como desactivar una de estas podrías, jamás podrías hacerlo en... (lee el marcador y silba) menos de un minuto.
Danny Dalton: ¿¡Y qué se supone que debo hacer!?
Ángel (ND): ¡Mi deber es protegerte! ¡Y lo haré aunque te tenga que sacar a rastras!
Danny Dalton: Pues tendrás que hacerlo, colega… Porque si Ben muere, yo también.
Ángel (ND): ¡Maldita sea, Danny! ¡No hay nada que puedas hacer!
James Roth (ND): Bueno, en realidad… si hay una cosa.

Los tres se giraron y miraron a Roth.

James Roth (ND): Sé de alguien que seguro sabe la contraseña.

CONCLUIRÁ...

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