James Hetfield (ND): Estos anillos te proporcionan dones más allá de lo humano, Ben… pero el precio es siempre demasiado alto. Y por ello deben estar bajo control. Nuestra misión es así de importante… y pese a todo, tu primo fue a buscarte. Arriesgando su delicada posición dentro de Wolfram y Hart…
ATRAPADOS POR CULPA DEL "LIBRO DE LAS SOMBRAS", TRABAJANDO PARA "WOLFRAM & HART"...
James Roth (ND): Era gigantesco, ¿vale? Pelo corto y afeitado por las sienes, rostro de piedra y ojos pequeños. Y le sacaba dos o tres cabezas a cualquiera. ¿Cómo demonios iba yo a saber que se gigantón era una especie de Terminator enviado por el Vaticano?
TODO FORMA PARTE DE UN PLAN...
Arthur Craig (ND): Si Layton os deja entrar en su capilla privada, eso es asunto suyo. No tengo por qué...
James Roth (ND): Vamos a ayudarte. Como favor a Layton.
...Y LOS ANILLOS, TAMBIÉN.
Ben Braddock (ND): Craig sacó a Amanda de la Torre Grant y estaban allí esperandonos. Creo que es el comienzo de una hermosa amistad...
Episodio 3x12.-
WOLFRAM & HART contra SARAH KAUFFMANN (Parte 1 de 4)
Capilla de Saint Patrick. Queens.
Hace una semana.
1.06 A.M.
Con un "bleep" electrónico, diez kilos de explosivo plástico hacen temblar los cimientos de la vieja capilla de Saint Patrick. Las vidrieras estallan como una mortal lluvia de cristales. Y Arthur Craig vuela por los aires, atravesando la calle y cayendo pesadamente sobre el capó de una ranchera. Mientras media docena de alarmas de coche resuenan en mitad de la noche, Arthur se incorpora a duras penas. Trata de alcanzar su moto, su Harley… o lo que queda de ella. Nota como su visión se enturbia, en parte por la sangre que mana de sus heridas, en parte por la conmoción.
Hace una semana.
1.06 A.M.
Con un "bleep" electrónico, diez kilos de explosivo plástico hacen temblar los cimientos de la vieja capilla de Saint Patrick. Las vidrieras estallan como una mortal lluvia de cristales. Y Arthur Craig vuela por los aires, atravesando la calle y cayendo pesadamente sobre el capó de una ranchera. Mientras media docena de alarmas de coche resuenan en mitad de la noche, Arthur se incorpora a duras penas. Trata de alcanzar su moto, su Harley… o lo que queda de ella. Nota como su visión se enturbia, en parte por la sangre que mana de sus heridas, en parte por la conmoción.
Antes de caer inconsciente, Craig consigue detener un más que oportuno taxi. La suerte le sigue sonriendo cuando el conductor acepta sacarlo de ahí sin hacer preguntas. Por un segundo, Craig piensa que quizá Dios sigue protegiéndolo. O a lo mejor ha sido cosa de ese billete ensangrentado de cien pavos que le ha soltado.
Clínica Ilegal. En alguna parte bajo el suelo de Manhattan Sur.
Tres días después.
Tulio (ND): No sé con quien te juntas ahora, Craig… Pero como tu médico te recomiendo que dejes de hacerlo…
Arthur Craig se limitó a dar otro trago de aquel vino barato que Tulio le había traído. Bajo la luz de una bombilla desnuda, aquel sótano y aquella cama habían sido el refugio de Craig durante las últimas 72 horas.
Tulio (ND): En serio, Craig… (termina de coserle una herida en la frente) ¿En qué te has metido…?
Arthur Craig (ND): ¿Haces tantas preguntas a tus clientes de la familia Panessi?
Aquello bastó para cerrar la boca de Tulio. Pero acallar sus propios pensamientos era más difícil. Desde que había recuperado el conocimiento, la mente de Craig había tratado de ordenar las piezas del rompecabezas. Sus manos recorrieron las páginas del periódico de hace un par de días. Los titulares del atentado a la Torre Grant seguían ocupando las páginas principales. Por un segundo, Craig estuvo a punto de sonreir. Aquello había estado bien. Le habían dado una buena patada en el culo a ese bastardo de Gideon Grant.
Entonces, Craig recordó lo que vino después.
Capilla de Saint Patrick. Queens.
Tres días antes.
0.24 A.M.
Arthur Craig (ND): Perdóneme Padre… porque he pecado.
El interior de la capilla estaba iluminada únicamente por velas. Cientos de velas que, nada más entrar, se habían ido encendiendo a medida que Craig se había aproximado al altar.
Padre Layton (ND): Si, has pecado… (sonríe) Y seguro que lo has disfrutado.
Aun de rodillas, en uno de los primeros bancos, Arthur Craig miró hacia atrás. La figura del Padre Vincent Layton se encontraba sentada a unos metros atrás. Se despojó de la capucha de su hábito, mostrando una sonrisa amable y condescendiente al mismo tiempo. La misma que había tenido en vida.
Arthur Craig (ND): No tienes mal aspecto para ser un fantasma, Vince.
Padre Layton (ND): Sabía que harías un buen trabajo en la Torre Grant. Lo que no me esperaba era esta visita.
Arthur Craig (ND): Bueno, mi vuelo no sale hasta dentro de un par de horas así que me dije “voy a visitar a un viejo amigo”.
Layton bajó la vista, manteniendo esta vez una sonrisa triste.
Padre Layton (ND): Dime, Arthur… ¿Cómo sigue el mundo ahí fuera?
Arthur Craig (ND): No te pierdes nada, Vince.
Los siguientes minutos los pasaron hablando de baseball, de política, de cine… De todas esas pequeñas tonterías que Layton ya no podía disfrutar. Craig no sabía cómo había sucedido (y lo cierto es que Layton parecía no querer hablar nunca del tema) pero lo cierto es que, pocos meses después de lo que ocurrió en Siria, Layton se le apareció por primera vez en una de esas extrañas visiones. Al principio, a Craig le costó asimilarlo. Su viejo camarada era ahora un espectro, atrapado en las paredes de aquella iglesia.
Padre Layton (ND): Veo… (mira el anillo que pende del cuello de Craig) Veo que lo llevas contigo.
Arthur Craig (ND): Tal y como me dijiste. No es que me guste llevarlo así pero…
Padre Layton (ND): No se perderá. No es como los otros anillos.
Arthur Craig (ND): Lo sé. Es… Es tuyo, ¿verdad?
Como ya era habitual cuando vivía, Layton se incorporó sin responder, caminando hasta el altar. Allí, una serie de velas aguardaban a ser encendidas. Mientras hablaba, Layton posaba su dedo sobre cada una de ellas, prendiéndolas.
Padre Layton (ND): Los aliados que te busqué… ¿te han sido de ayuda?
Arthur Craig (ND): Jugaron bien con Massara. Y desde luego se portaron en la Torre Grant.
Padre Layton (ND): ¿Cómo? (sorprendido, mira a Craig) ¿Estaban en la Torre…?
Arthur Craig (ND): Si, parecían tener algo pendiente con una ejecutivo de Wolfram y Hart que se encontraba allí con Grant. Una tal… ¿Samantha? ¿Sandra?
Padre Layton (ND): Sarah. Sarah Kauffmann.
El nombre retumba en la espectral garganta de Layton como la más terrible de las noticias. Si el tono de su voz ha sido como una alerta roja, el silencio de preocupación posterior deja clara la gravedad del asunto.
Arthur Craig (ND): Vince… (se levanta y se acerca) ¿Quién coño es esa tal Kauffmann?
Padre Layton (ND): Es peligrosa. Ella…
De repente, Layton volvió a dejar la frase a la mitad, como si de repente hubiese recordado algo. Pero no era un recuerdo: Craig pudo verlo en sus ojos. Bastó un susurro para dejar claro que algo iba mal. Mortalmente mal.
Padre Layton (ND): Dulce Jesucristo, Arthur… Te han seguido.
Arthur Craig (ND): ¿Qué estas…?
Pero ya era tarde: en el espacio de tres metros que los separaba a ambos, Layton y Craig vieron materializarse dos figuras en mitad de una nube de polvo de jade. La primera era una chica oriental, joven, de apenas dieciséis o diecisiete años, con el pelo tintado de color violeta y con una rodilla en el suelo. Su atuendo recordó a Craig el de una serie de dibujos japoneses. A su lado, de pie, había un individuo de edad indeterminada: su complexión era atlética, bajo una gabardina gris y sucia. Su cara estaba cubierta por vendajes sucios que dejaban ver unos desquiciados ojos rasgados.
La chica dijo algo en japonés y, al tiempo que su pompa de chicle estallaba, ella volvió a desvanecerse tan velozmente como había aparecido.
El otro, sin embargo, permaneció de pie, sonriendo de forma hilarante.
Arthur Craig (ND): No sé quien coño eres, pero…
Apenas había empezado a sacar las dos nueve milímetros de sus sobaqueras cuando los ojos de Craig vieron lo que ocultaba aquel tipo bajo la gabardina. Los números electrónicos del detonador marcaban el tres, el dos…
Arthur Craig no llegó a escuchar lo último que gritó Layton. Pero si escuchó el susurro de aquel japonés kamikaze.
Luego, todo voló por los aires.
Aeropuerto Internacional de Los Ángeles.
Ahora.
Agente de Aduanas (ND): Todo en orden, Padre Craig… Feliz estancia en Los Ángeles.
Bajo la desconfiada mirada de los tres policías armados de la aduana, Craig tomó con fuerza sus maletas. Aunque su aspecto no era el de un sacerdote, aquella valija diplomática de la Santa Sede era tan auténtica como los documentos que le permitían viajar con todo su “instrumental” de un lado a otro del país. Ahora, aquella era la única ayuda que iba a tener en su cruzada contra esos endemoniados anillos. Ahora que Layton…
James Roth (ND): Espero que haya tenido un vuelo agradable, ¿señor Craig? (le tiende la mano a modo de saludo) ¿Qué tal la primera clase?
Craig permaneció ahí de pie, mirándolo con desprecio y sin soltar sus maletas. Roth suspiró y desistió de aguardar respuesta alguna a su saludo.
James Roth (ND): Mire, sé que tendrá preguntas…
Arthur Craig (ND): ¿Preguntas? (deja caer pesadamente las maletas y se acerca intimidante a Roth) Ya lo creo que tengo preguntas.
Clínica Ilegal. En alguna parte bajo el suelo de Manhattan Sur.
Tres días después.
Tulio (ND): No sé con quien te juntas ahora, Craig… Pero como tu médico te recomiendo que dejes de hacerlo…
Arthur Craig se limitó a dar otro trago de aquel vino barato que Tulio le había traído. Bajo la luz de una bombilla desnuda, aquel sótano y aquella cama habían sido el refugio de Craig durante las últimas 72 horas.
Tulio (ND): En serio, Craig… (termina de coserle una herida en la frente) ¿En qué te has metido…?
Arthur Craig (ND): ¿Haces tantas preguntas a tus clientes de la familia Panessi?
Aquello bastó para cerrar la boca de Tulio. Pero acallar sus propios pensamientos era más difícil. Desde que había recuperado el conocimiento, la mente de Craig había tratado de ordenar las piezas del rompecabezas. Sus manos recorrieron las páginas del periódico de hace un par de días. Los titulares del atentado a la Torre Grant seguían ocupando las páginas principales. Por un segundo, Craig estuvo a punto de sonreir. Aquello había estado bien. Le habían dado una buena patada en el culo a ese bastardo de Gideon Grant.
Entonces, Craig recordó lo que vino después.
Capilla de Saint Patrick. Queens.
Tres días antes.
0.24 A.M.
Arthur Craig (ND): Perdóneme Padre… porque he pecado.
El interior de la capilla estaba iluminada únicamente por velas. Cientos de velas que, nada más entrar, se habían ido encendiendo a medida que Craig se había aproximado al altar.
Padre Layton (ND): Si, has pecado… (sonríe) Y seguro que lo has disfrutado.
Aun de rodillas, en uno de los primeros bancos, Arthur Craig miró hacia atrás. La figura del Padre Vincent Layton se encontraba sentada a unos metros atrás. Se despojó de la capucha de su hábito, mostrando una sonrisa amable y condescendiente al mismo tiempo. La misma que había tenido en vida.
Arthur Craig (ND): No tienes mal aspecto para ser un fantasma, Vince.
Padre Layton (ND): Sabía que harías un buen trabajo en la Torre Grant. Lo que no me esperaba era esta visita.
Arthur Craig (ND): Bueno, mi vuelo no sale hasta dentro de un par de horas así que me dije “voy a visitar a un viejo amigo”.
Layton bajó la vista, manteniendo esta vez una sonrisa triste.
Padre Layton (ND): Dime, Arthur… ¿Cómo sigue el mundo ahí fuera?
Arthur Craig (ND): No te pierdes nada, Vince.
Los siguientes minutos los pasaron hablando de baseball, de política, de cine… De todas esas pequeñas tonterías que Layton ya no podía disfrutar. Craig no sabía cómo había sucedido (y lo cierto es que Layton parecía no querer hablar nunca del tema) pero lo cierto es que, pocos meses después de lo que ocurrió en Siria, Layton se le apareció por primera vez en una de esas extrañas visiones. Al principio, a Craig le costó asimilarlo. Su viejo camarada era ahora un espectro, atrapado en las paredes de aquella iglesia.
Padre Layton (ND): Veo… (mira el anillo que pende del cuello de Craig) Veo que lo llevas contigo.
Arthur Craig (ND): Tal y como me dijiste. No es que me guste llevarlo así pero…
Padre Layton (ND): No se perderá. No es como los otros anillos.
Arthur Craig (ND): Lo sé. Es… Es tuyo, ¿verdad?
Como ya era habitual cuando vivía, Layton se incorporó sin responder, caminando hasta el altar. Allí, una serie de velas aguardaban a ser encendidas. Mientras hablaba, Layton posaba su dedo sobre cada una de ellas, prendiéndolas.
Padre Layton (ND): Los aliados que te busqué… ¿te han sido de ayuda?
Arthur Craig (ND): Jugaron bien con Massara. Y desde luego se portaron en la Torre Grant.
Padre Layton (ND): ¿Cómo? (sorprendido, mira a Craig) ¿Estaban en la Torre…?
Arthur Craig (ND): Si, parecían tener algo pendiente con una ejecutivo de Wolfram y Hart que se encontraba allí con Grant. Una tal… ¿Samantha? ¿Sandra?
Padre Layton (ND): Sarah. Sarah Kauffmann.
El nombre retumba en la espectral garganta de Layton como la más terrible de las noticias. Si el tono de su voz ha sido como una alerta roja, el silencio de preocupación posterior deja clara la gravedad del asunto.
Arthur Craig (ND): Vince… (se levanta y se acerca) ¿Quién coño es esa tal Kauffmann?
Padre Layton (ND): Es peligrosa. Ella…
De repente, Layton volvió a dejar la frase a la mitad, como si de repente hubiese recordado algo. Pero no era un recuerdo: Craig pudo verlo en sus ojos. Bastó un susurro para dejar claro que algo iba mal. Mortalmente mal.
Padre Layton (ND): Dulce Jesucristo, Arthur… Te han seguido.
Arthur Craig (ND): ¿Qué estas…?
Pero ya era tarde: en el espacio de tres metros que los separaba a ambos, Layton y Craig vieron materializarse dos figuras en mitad de una nube de polvo de jade. La primera era una chica oriental, joven, de apenas dieciséis o diecisiete años, con el pelo tintado de color violeta y con una rodilla en el suelo. Su atuendo recordó a Craig el de una serie de dibujos japoneses. A su lado, de pie, había un individuo de edad indeterminada: su complexión era atlética, bajo una gabardina gris y sucia. Su cara estaba cubierta por vendajes sucios que dejaban ver unos desquiciados ojos rasgados.
La chica dijo algo en japonés y, al tiempo que su pompa de chicle estallaba, ella volvió a desvanecerse tan velozmente como había aparecido.
El otro, sin embargo, permaneció de pie, sonriendo de forma hilarante.
Arthur Craig (ND): No sé quien coño eres, pero…
Apenas había empezado a sacar las dos nueve milímetros de sus sobaqueras cuando los ojos de Craig vieron lo que ocultaba aquel tipo bajo la gabardina. Los números electrónicos del detonador marcaban el tres, el dos…
Arthur Craig no llegó a escuchar lo último que gritó Layton. Pero si escuchó el susurro de aquel japonés kamikaze.
Luego, todo voló por los aires.
Aeropuerto Internacional de Los Ángeles.
Ahora.
Agente de Aduanas (ND): Todo en orden, Padre Craig… Feliz estancia en Los Ángeles.
Bajo la desconfiada mirada de los tres policías armados de la aduana, Craig tomó con fuerza sus maletas. Aunque su aspecto no era el de un sacerdote, aquella valija diplomática de la Santa Sede era tan auténtica como los documentos que le permitían viajar con todo su “instrumental” de un lado a otro del país. Ahora, aquella era la única ayuda que iba a tener en su cruzada contra esos endemoniados anillos. Ahora que Layton…
James Roth (ND): Espero que haya tenido un vuelo agradable, ¿señor Craig? (le tiende la mano a modo de saludo) ¿Qué tal la primera clase?
Craig permaneció ahí de pie, mirándolo con desprecio y sin soltar sus maletas. Roth suspiró y desistió de aguardar respuesta alguna a su saludo.
James Roth (ND): Mire, sé que tendrá preguntas…
Arthur Craig (ND): ¿Preguntas? (deja caer pesadamente las maletas y se acerca intimidante a Roth) Ya lo creo que tengo preguntas.
Por un instante, Roth teme que vaya a levantarlo por los aires y lanzarlo contra el panel de “Llegadas”. Con su descomunal fuerza Craig probablemente podría hacerlo.
James Roth (ND): Supimos lo de la Iglesia de Saint Patrick, lo de la semana pasada… Y créame que estamos del mismo lado.
Arthur Craig (ND): ¿Ah si? Pues no es eso lo que tengo entendido. A fin de cuentas Sarah Kauffmann trabaja para Wolfram y Hart… como trabajáis tú y Braddock.
James Roth da un par de pasos hacia atrás mientras mira a su alrededor. Hay mucha gente en la terminal, demasiada como para que Craig empiece un tiroteo. Pero la mirada de ese enorme tipo es la mirada de alguien a quien no le importa tener testigos.
Arthur Craig (ND): Más te vale jugar bien tu última carta, Roth. Porque de lo contrario no vas a salir vivo de este aeropuerto.
James Roth (ND): Tiene razón, señor Craig. Es cierto, trabajo para Wolfram y Hart.
¡Tan cierto como que hemos sido nosotros quienes hemos pagado su billete para traerlo hasta aquí!
Con esas últimas palabras, Roth se detiene. Ha dado varios pasos hacia atrás, visiblemente intimidado. Pero, de repente, sus ojos se clavan en los de Craig.
James Roth (ND): Pero si hay algo seguro, señor Craig, es que ni yo ni el señor Braddock queremos seguir trabajando para Sarah Kauffmann.
Arthur Craig (ND): Ah, ¿no? Y entonces, ¿Qué es lo que queréis?
James Roth (ND): Queremos destruirla, señor Craig. Y usted es la clave para conseguirlo.
CONTINUARÁ…
1 comentario:
tanam, tanam, arrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, mas, mas, mas!!!!
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