domingo, 29 de abril de 2012
Sesión 02-04-12 - END OF THE ROAD (2 de 6)
domingo, 22 de abril de 2012
Sesión 02-04-12 - END OF THE ROAD (1 de 6)
domingo, 15 de abril de 2012
END OF THE ROAD - PRÓLOGO
Universo Neverfield.
Comisaría de Springfield. Complejo de Celdas.
Ahora.
-¿Señor Dalton?
Recostado en su camastro, Charles Dalton Jr. – más conocido en todo Springfield como “Charlie” Dalton – me mira entrecerrando sus ojos. Por un segundo temo que me haya reconocido. Puede que sean los casi dos años y medio que han podido pasar desde que pudo ver mi cara en alguna otra parte. También puede ser el tequila barato que durante años ha ido erosionando su cerebro. O puede que sea por culpa de las gafas: todos dicen que me quedan tan mal que casi me dejan irreconocible. Sea lo que sea, Charlie parece incapaz de identificarme. Mejor así.
- ¿Quién cóño es usted? – Murmura mientras se rasca la cabeza, calzándose su gastada gorra de los “Bulls” de Chicago.
- Soy su… abogado, señor Dalton – me siento en la silla plegada que me han dejado ante su celda.
- ¿Abogado? – Me mira a través de las rejas con tal desconfianza que casi parece que fuese a mi quien estuviese acusado de asesinato. – Le aseguro que no tengo la pasta para permitirme un abogado. Y mucho menos uno que lleve un traje como el suyo...
- Pues ahora lo tiene. – coloco sobre mis piernas el maletín, abriéndolo y sacando los informes – Debería aprovecharlo, Señor Dalton.
- Mira, amigo… Me duele la cabeza, ¿vale? ¿Podríamos dejarlo para...?
- Señor Dalton, me temo que voy a tener que pedirle que me cuente lo que pasó.
- Está todo en mi declaración, ¿vale? – se recuesta de nuevo en el camastro - ¿Por qué no se lo pide al viejo sheriff Thompson?
- Ya he leído su declaración, señor Dalton. – sostengo el informe ante él – Preferiría escucharlo en persona...
Suspira y, sin dejar el camastro en el que se ha recostado, Charlie Dalton se levanta la visera y mira al techo.
- Así que quiere saber lo que pasó, ¿no? – vuelve a suspirar – Joder... ¿Por donde empezar?
- ¿Qué le parece por el principio? – Y activo mi grabadora.
- Podría decirle que todo empezó hace año y medio, con la desaparición de los chavales. – toma mi silencio como ignorancia sobre los hechos: eso le sorprende y me mira - “¿Los Cinco de Springfield?” ¿No lo recuerda? Joder, salió en la mitad de los periódicos del puñetero país.
- Se refiere a la desaparición de Leonard Powell, Frederick Fesster, Lucius Washington y su propio ahijado, el señor Daniel Dalton...
- Y Vanister, colega. No te olvides del puñetero profesor de ciencias...
- Por lo que he podido averiguar... – le muestro algunos recortes de prensa – Creo que usted tuvo sus propias opiniones sobre lo que pudo ocurrir, ¿no?
[Fragmento de Video: testimonio de Charlie Dalton en el conocido magazine matinal “Buenos Días, Los Ángeles”]
Charlie Dalton: ¿Qué cual es mi teoría? Te lo diré muy claro, Mónica. Fue ese tipo, Vanister. Ese tío no es más que un pedófilo que ha hecho su agosto, vendiendo a esos pobres chavales a algún jeque árabe o judío millonario de Hollywood para sus movidas sexuales. Eso es lo que creo, sí señor.
- Mire, esas declaraciones que hice... – Charlie se incorpora y se quita la gorra. Casi parece avergonzado. – Esa gente puso dinero sobre la mesa, ¿vale? Y además... – vuelve a levantarse, recuperando su pose de dignidad - En el pueblo casi todo el mundo sacó tajada. La gente de la tele montó un auténtico circo en torno a la desaparición de los chavales, ¿de acuerdo? Pregunte por ahí, pregunte.
- No estoy aquí para juzgarle, Charlie... – le miro tratando de calmarlo - ¿Puedo llamarlo Charlie?
- Puede llamarme Katherine si me saca de aquí, abogado. – vuelve a sentarse en el camastro – Pero si, la cosa estuvo muy movida por Springfield durante al menos un par de meses.
- ¿Y después?
- ¿Después? – Charlie esboza una sonrisa irónica – Después algún gilipollas en Nebraska resultó ser un asesino en serie y la tele encontró su nuevo caramelo. La prensa se piró a las ocho semanas. Y el FBI cerró el caso pasados los tres meses. Así que...
- Era su sobrino, ¿no?
- ¿Cómo dice?
- Uno de los desaparecidos. “Daniel Dalton”. ¿Era su sobrino?
- Si. El chico... – se quita de nuevo la gorra, como si hablase de un difunto – Tenía huevos, ¿sabe? Era un cabrón testarudo, si señor. Igual que su padre.
- Jake Dalton... – repaso mis notas como si me hiciera falta para reconocer ese nombre – Toda una celebridad en Springfield, ¿no?
- Es él quien tendría que estar entre rejas, ¿vale? – me espeta Charlie, súbitamente iracundo, dando vueltas por la celda.
- La policía estatal sigue buscando a su hermano, Señor Dalton... – me ajusto las gafas – Pero agradecería que nos centrásemos en usted... Y en lo que fuera que le llevó a matar a Devon Powell.
Charlie se detiene en cuanto escucha ese nombre. Me mira con cierta inquietud, nervioso.
- Oiga, ¿no tendría un cigarrillo? – me lo pide como quien pide un salvavidas.
- No, lo siento – le muestro mis manos, con dedos limpios de nicotina – No fumo.
- Ya... Cojonudo... – Suspira y vuelve a sentarse. – Mire, yo... No quería matarlo, ¿vale?
- Entonces, ¿por qué disparó contra él? ¿Por qué entró en esas instalaciones industriales? – repaso mis notas – Creo que hirió de gravedad al menos a tres agentes de seguridad. Dos de ellos aun siguen en el hospital gracias a su pericia con la escopeta...
- Oiga, amigo. – me mira con rencor – ¿No es usted mi abogado?
- Lo soy, lo soy... – trato de calmarlo – Pero debe afrontar, Charlie, que a día de hoy y con el resto de los implicados desaparecidos... Usted es el único que queda para contar lo que pasó.
La celda se queda en silencio, con su único ocupante debatiéndose entre mandarme a paseo y afrontar cadena perpetua o contarme qué pasó. Casi puedo escuchar los resortes de la cabeza de Charlie Dalton llegando a la única conclusión razonable.
- Esta bien, abogado... Pero se lo advierto. – se incorpora sentándose en el camastro. – No va a creer lo que voy a contarle.
viernes, 13 de abril de 2012
miércoles, 11 de abril de 2012
NEVERFIELD: END OF THE ROAD - Preludio
Fortaleza de Westmoore Hall, a treinta kilómetros de Londres.
Residencia de verano de Enrique VIII
Año de Nuestro Señor 1535
Emisario Real (leyendo de un pergamino) Ante los ojos de nuestro Señor y de nuestro rey, Enrique VIII, se hace saber al acusado que por los cargos de asalto, robo, espionaje y alta traición se le ha condenado a morir… (aparta sus ojos del pergamino y mira al reo encapuchado que, de rodillas, tiene su cabeza apoyada en un tocón)… decapitado. Que Dios se apiade de su alma.
Dicho eso, un súbito silencio se apodera de la concurrida plaza de armas de la fortaleza. Tan sólo el graznido de un grajo rompe la quietud del momento. Ni los soldados que aguardan en lo alto de las murallas, ni los casi doscientos plebeyos – entre campesinos, artesanos y soldados – que se han reunido en torno al cadalso, prestos a presenciar el ajusticiamiento… ¡ni tan siquiera el propio Enrique VIII, que desde la balconada real, presencia la ceremonia en compañía de su esposa, Ana Bolena! Nadie osa romper el silencio…
Emisario Real (retirando la capucha al condenado): ¿Tiene algo que decir el condenado?
El peculiar individuo, de pelo castaño y ojos saltones, se limita a sonreír.
El Doctor (mirando a su verdugo): Claro que tengo algo que decir… (alza la vista hacia el palco real) ¡Ahora, profesor Vanister!
Apenas ha terminado de pronunciar la frase, cuando uno de los guardias que custodia a Ana Bolena levanta la vista, rebelando una clase de anteojos que no se fabricarán hasta dentro de unos cuantos siglos. Con un movimiento rápido, toma a la escandalizada dama como rehén poniendo su rapier en el cuello de la mujer.
Profesor Vanister (NE): Lo siento, caballeros… (ante los guardias que desenvainan sus armas ante él) Pero voy a tener que pedirles que tiren sus espadas (aprieta un poco su cuchillo contra el cuello de la reina) Por favor.
A varios metros por debajo, al nivel de la plaza fuerte de la fortaleza, el caos reina entre los asistentes. El Doctor aprovecha para desembarazarse del verdugo y de los guardias que lo custodiaban en lo alto del cadalso. El profesor Vanister, habiendo comprobado que su peculiar compañero de viaje por el espacio y el tiempo ha conseguido – una vez más – salvar el pescuezo; decide que es hora de prescindir de su rehén.
Profesor Vanister (NE): Tendrá que disculparme, señora… (con un movimiento rápido de su rapier corta el colgante que lleva al cuello Ana Bolena) Pero no creo que su cuello vaya a necesitar esto mucho más tiempo…
Enrique VIII: ¡Por todos los hijos de Inglaterra! ¡Matad a los espias! ¡Matadlos!
La iracunda voz del monarca surte el efecto deseado en sus soldados, que no tardan en acorralar a los dos intrusos en lo más alto de las murallas. Ambos, tanto el Profesor Vanister como ese extraño viajero del tiempo al que conocen en medio universo sencillamente como “El Doctor”; los dos acaban acorralados con el abismo a un lado y toda una tropa de soldados de la corona inglesa al otro.
Profesor Vanister (NE): Muy bien, Doctor… ¿Cuál es el plan ahora?
El Doctor: ¿El plan? (mira al abismo: más de quince metros de caída con un foso repleto de picas y cadáveres ensartados) Saltar, por supuesto.
Profesor Vanister (NE): Está de broma, ¿no?
El Doctor (saltando al vacío): Allons-Y!!!
El profesor Vanister siente el tirón de su manga cuando el Doctor le aferra al tiempo que la gravedad hace el resto: se precipitan en el aire hacia una muerte segura. Sin embargo, y como el profesor Vanister ha comprobado en los últimos meses de viaje espacio-temporal, cuando se trata de “El Doctor”, ninguna muerte es segura.
A menos de cuatro metros de unas afiladas picas de acero, con su peculiar murmullo metálico, una cabina telefónica de la policía comienza a materializarse. Las puertas se abren para dejarlos pasar al interior de una surrealista nave que viaja a través del espacio y el tiempo. “El Doctor” la llama simplemente “TARDIS”.
El Doctor (incorporándose en el interior de la TARDIS, sano y salvo): ¡Tardis, dulce Tardis! (manipulando los mandos a toda prisa) ¡Justo a tiempo!
Profesor Vanister (NE): ¿Me está diciendo que éste era su plan de huida?
El Doctor: Lo cierto es que nunca pensé que sería necesario huir.
Profesor Vanister (NE): Claro. ¿Quién iba a pensar que al intentar robar el collar de Ana Bolena ibamos a necesitar un algún plan de huida?
El profesor Vanister se desprende de las pesadas placas de la armadura y del resto de piezas de su disfraz como guardia real de la corona inglesa. Sostiene entre los dedos el colgante de diamantes y rubíes de Ana Bolena.
Profesor Vanister (NE): Sigo sin comprender, Doctor, cómo podrá ayudarme a volver a mi universo este colgante.
El Doctor (arrebatándole de las manos el colgante): Sencillo. Porque no es un colgante… (le arranca las joyas y las tira al suelo como si fuesen basura: muestra orgulloso el soporte de las gemas) ¡Es tecnología alienígena! ¡Un chip Slarnaak, para ser exactos!
Profesor Vanister (NE): Pero, pero… Lo tenía Ana Bolena…
El Doctor (colocando el chip entre el cableado de la TARDIS) Ah, tranquilo. Ella también es una Slarnaak.
Con un chasquido, el chip encaja en los resortes de la TARDIS y las luces de la estancia adquieren una suave tonalidad verdosa, parpadeante. Los dispositivos ronronean rítmicamente y el Doctor sonríe satisfecho.
El Doctor: Si, mi amigo y profesor Vanister… (pasa el brazo por su hombro) Ahora sí podemos llevarle de vuelta a casa.
Profesor Vanister (NE): Pero usted dijo que era imposible. Quiero decir… (se ajusta nervioso sus gafas) ¡mi universo está desincronizado todo un año con respecto al resto de las tierras alternativas!
El Doctor: Exacto. Y eso significa a) todo lo que ocurre en otros universos, en el suyo ha ocurrido un año antes. Y b) que hace falta un chip Slarnaak para que la preciosa TARDIS pueda llevarnos allí.
Profesor Vanister (NE): Un momento… (las piezas comienzan a encajar en su cabeza) Dice usted que puede… ¿que puede llevarnos a nuestro universo de origen?
El Doctor: ¿Qué si podré llevarlos? Profesor… ¡Acabo de hacerlo!
Antes de acabar su frase, la TARDIS se detiene súbitamente. Por un segundo, sus dos ocupantes están al filo de perder el equilibrio.
El Profesor Vanister mira hacia la puerta de salida. Durante un segundo sus pies no le obedecen. Siente una inquietud en la boca del estómago. Tiene miedo a que se rompan sus expectativas: a que todo sea un sueño. Lleva tanto tiempo esperando poder decirle a Ben que podrá por fin cumplir con su promesa. Hace ya muchos saltos entre dimensiones que tendría que haberlo hecho. Y ahora, por fin, gracias a ese misterioso vagabundo espaciotemporal conocido como “El Doctor”, está a un paso de lograrlo.
Su mano reposa inquieta sobre el picaporte de la TARDIS. Un giro y abrirá las puertas a su mundo de origen. Su hogar.
El Profesor Vanister contiene la respiración. Siente que el viaje está a punto de terminar. Gira el picaporte y…
El Doctor (presa del pánico): ¡¡¡NOOOOO!!! ¡No lo…!
Apenas ha presionado el picaporte cuando las puertas se abren de par en par. Al otro lado, la nada. La más absoluta oscuridad. El Profesor Vanister siente como una fuerza irresistible trata de engullirlo y llevarlo a esa inmensidad negra, silenciosa e infinita. Con unos reflejos que casi creía haber perdido ya, Vanister se aferra con toda la fuerza de la que es capaz al picaporte de la TARDIS. No aguantará mucho más. Siente como sus dedos van deslizándose, uno tras otro…
Una micronésima de segundo más tarde, y la propia TARDIS se habría plegado sobre sí misma a causa de la descompresión. Con el estridente sonido de las alarmas, las puertas vuelven a cerrarse, cesando bruscamente toda corriente y haciendo que el cuerpo del Profesor Vanister golpee con fuerza el suelo de la TARDIS.
Profesor Vanister (NE): ¿Qué…? (acepta la ayuda de El Doctor a la hora de ponerse en pie) ¿Qué era eso?
El Doctor: Nada.
Profesor Vanister (NE) (conteniendo la sangre que mana de una brecha en su frente) Doctor, no creo que sea momento para bromas.
El Doctor: No, profesor. Quiero decir que era “Nada”. “LA” Nada. La ausencia de existencia (el Doctor camina hasta la consola de mandos de la TARDIS) Es… Es lo que queda cuando un universo…
Profesor Vanister (NE): Cuando un universo… ¿qué?
El Doctor (una mirada de terror se refleja al comprobar unos datos en la terminal): Por los campos de Gallifrey…
Profesor Vanister (NE): Doctor, por el amor de Dios, dígame…
El Doctor: Según los escáneres de la TARDIS... sucedió hace un año menos un día.
Profesor Vanister (NE): ¿Qué pasó, Doctor? ¿Qué pasó hace un año menos un día?
El Doctor: Su universo, profesor Vanister… Algo lo ha borrado de la existencia.
HA PASADO MUCHO TIEMPO DESDE EL PRIMER SALTO
ES HORA... DE VOLVER A CASA