domingo, 20 de julio de 2008

Sesión 12-07-08

"Driving with the Top Down"
Iron Man - Ramin Djawadi

ANTERIORMENTE, EN "NEVERFIELD"
Perro Loco" Washington: ¡Sin el prisma, ésto no es más que una simple furgoneta!
Danny Dalton (sujetándose la herida del cuello, provocada por una vampiresa): Joder… Es una Volkswagen T3, un jodido clásico, ¿vale? Me he jugado el cuello por recuperarla… ¡trátala con algo de respeto!

CUATRO JÓVENES EMBARCADOS EN UN EXPERIMENTO SIN CONTROL…
Marcus Vanister: La prioridad es reparar la "Alfombra Mágica" y regresar a nuestro mundo, procurando no alterar aún más el curso de los acontecimientos de esta realidad paralela…

UN VIAJE A TRAVÉS DE DIMENSIONES ALTERNATIVAS…
Marcus Vanister (WF): Nuevo Springfield es un lugar donde conviene no mencionar nada relacionado con lo "sobrenatural".

Leonard Powell: ...Así que el profesor Vanister de este mundo es una especie de brujo y nos puede enviar de vuelta a casa.
Danny Dalton: Porque si usamos ese prisma, el dragón se despertará ¿no?

UN OCÉANO DE MUNDOS POSIBLES…
Alcaldesa Lucille Wayne (WF): En el nombre de Dios... ¿Quiénes sois?

ENTRE ELLOS Y SU HOGAR.

Episodio 18.- WITCHFIELD (Parte 4)

Bajo el cielo nublado de una mañana de julio, un convoy de tres todoterrenos parten del impresionante rancho Wayne. Su carga: cuatro forasteros que han venido a Nuevo Springfield para lo único que vienen la gente como ellos... para dar problemas. Su destino: las viejas piras de la Mina Dalton. Las mismas donde veinte años atrás tres brujas fueron quemadas vivas: las tres mujeres responsables de la devastación y el fuego que a punto estuvo de consumir el pueblo.
Ahora, por orden de la alcaldesa Lucille Wayne, éstos cuatro forasteros compartirán el mismo destino que aquellas brujas.

O al menos eso creen nuestros protagonistas.

La comitiva se desvía inesperadamente justo antes de tomar la carretera que lleva a la Mina Dalton. Gira en dirección a la mansión Powell. Un pensamiento cruza por las mentes de todos: no van a morir. Al menos, no todavía.

Los todoterrenos llegan hasta las puertas de la orgullosa mansión: un duplicado exacto del que nuestros viajeros dimensionales recuerdan de sus respectivos Springfields. Una enorme mansión de dos pisos con un orgulloso torreón, traído desde Escocia y reconstruido piedra a piedra por Devon Powell. Un grupo de sus guardaespaldas, todos trajeados y luciendo sin tapujos sus UZI, recibe a la comitiva. El cabecilla de los Capuchas Rojas recibe como pago un suculento fajo de billetes y los guardaespaldas escoltan a los "invitados" hasta el interior de la mansión.

Bueno... no a todos.

Fred "Fess" Fesster (mientras los guardaespaldas lo separan del grupo y lo llevan hasta un almacén que hace las veces de garaje): ¿Chi...? ¿Chicos?
Danny Dalton: Eh, ¡Eh! (encarándose a sus captores) Es nuestro colega... ¿a dónde lo lleváis?
Matón del Flequillo Rubio (WF): Me temo que eso no es de su incumbencia, señor. Y ahora, si es tan amable de seguirme... (lo encañona con su UZI) ¿Por favor?

Danny Dalton y Leonard Powell, junto con la versión del profesor Vanister que conocieron en "Neverend", son escoltados hasta uno de los salones de la mansión. Allí aguardan la llegada de su presunto "rescatador", Devon Powell, quien no tarda en aparecer en compañía de su leal guardaespaldas... Morgan Kyle.

Devon Powell (WF): Debo reconocerlo: el truco de la furgoneta metida en el interior de la mina ha sido...
Leonard Powell: Impresionante, ¿verdad?
Devon Powell (WF): Llamativo más bien. Pero si he pagado por sus vidas... ha sido para tener respuestas.

De nuevo, nuestros protagonistas deben explicar su condición de viajeros dimensionales. Con Leonard aportando la mayor parte de las explicaciones (apoyadas de vez en cuando con las aclaraciones técnicas del profesor Vanister), Devon Powell es puesto debidamente al día...

Devon Powell (WF): Entonces esa furgoneta...
Marcus Vanister (NE): "Margaret" es una máquina de salto cuántico capaz de viajar entre dimensiones.
Devon Powell (WF): Pero, ¿es una máquina? ¿Es... ciencia?
Leonard Powell: El profesor Vanister... bueno, no éste sino el de su dimensión...
Devon Powell (WF): ¿El director Vanister?
Leonard Powell: Si. Él nos dijo que podía llevarnos a casa. Y que necesitaba su ayuda...

Leonard le cuenta a Devon Powell todo lo relativo a lo que el director Vanister escondía en su sótano. Tras meditarlo en silencio unos minutos, Devon Powell toma una decisión:

Devon Powell (WF): Muy bien... Les ayudaré. Profesor, indique al señor Kyle todo lo que necesite para reparar su furgoneta. Pero antes... desearía hablar con mi hijo. A solas.

Mientras Devon y Leonard conversan en su despacho, Danny Dalton y el profesor Vanister son escoltados por Morgan Kyle y un par de guardaespaldas hasta uno de los cuartos de invitados. Allí, en uno de los suntuosos dormitorios de la mansión Powell, aguardan el regreso de su amigo.

Y tras disfrutar del primer almuerzo en condiciones que han tenido en casi dos semanas, Leonard vuelve a aparecer.

Danny Dalton (comiendo): ¿Y bien? ¿De qué habéis estado hablando tu y tu papaito?
Leonard Powell: Quiere la tecnología de salto dimensional. ¿Te sorprende?
Marcus Vanister (NE): Caballeros, en cuanto tengamos la furgoneta reparada saltaremos antes de que pueda poner sus manos en ella...
Danny Dalton: Espere un momento, profe. ¿Y que pasa con Fred?
Leonard Powell: Mejor que esté en manos de mi padre que en manos de esa chalada de Lucille Wayne.
Marcus Vanister (NE): ¿Y el señor Braddock?
Leonard Powell: Ben... Ya, bueno: él buscaba un nuevo hogar, ¿no? (miradas de desaprobación de Danny y el profesor) Aunque imagino que éste no le valdrá de mucho.

Cae la tarde y tras unas horas de reposo (durmiendo a pierna suelta como el bueno de Danny o tomando una necesaria ducha como el profesor Vanister), nuestros protagonistas se disponen a salir hacia la mina para reparar la furgoneta y, con un poco de suerte, salir de este mundo antes de saldar cuentas con Devon Powell. Sin embargo...

Morgan Kyle (WF): Lo siento, señor Powell. (impidiendo la salida de Leonard del cuarto de invitados) Tengo instrucciones de su padre...
Leonard Powell (interrumpe): Así que vas a ser mi guardaespaldas, ¿verdad?
Morgan Kyle (WF): Así es.
Leonard Powell y Marcus Vanister (NE): Hay cosas que nunca cambian.

Mientras Danny y el profesor salen de la mansión Powell a bordo de un todoterreno y escoltados por cuatro guardaespaldas, Leonard los ve marcharse.

Y desde este momento, sus caminos se separan...

Primera Parte
DANNY DALTON y MARCUS VANISTER

Pasan unos minutos de las siete de la tarde cuando el todoterreno en el que viajan Danny y el profesor llega a las inmediaciones de la mina Dalton. Justo antes, los guardaespaldas de Devon Powell les indicaron que debían esconderse: un par de hombres del sheriff Dalton impiden el acceso a la mina. Pero no es nada que un buen par de billetes de veinte no puedan arreglar.

Una vez dentro de la mina, bajo la intimidante mirada de la estatua del dragón, el profesor Vanister y Danny Dalton comienzan a trabajar en las reparaciones de "Margaret". El lugar ha sido adecuadamente preparado para ello: los hombres de Morgan Kyle, comandados por el matón del flequillo rubio, han montado varios focos y un generador portátil.

Danny Dalton (mientras ayuda al profesor a reparar la furgoneta): Esto no me da buena espina, profe...
Marcus Vanister (NE): Tranquilo, señor Dalton. Si quieren saber como funciona "Margaret", nos necesitarán con vida.

La reparación dura tres horas y media. Por supuesto, el profesor podría haberlo hecho en la mitad de tiempo. Pero entonces no habría podido trastear entre los dispositivos electrónicos de "Margaret": ahora, con un par de arreglos oportunos, el sistema operativo de la "Alfombra Mágica" dispone de un "password". Entre tanto, dos guardaespaldas de Devon Powell han vigilado durante toda la reparación a nuestros dos protagonistas...

Matón del Flequillo Rubio (WF): Han terminado, señor.
Morgan Kyle (WF): (por teléfono) Muy bien. Seguid con el plan.
Matón del Flequillo Rubio (WF): Si, señor.

Dejando a otros dos guardaespaldas custodiando la entrada de la mina, el matón regresa a la cámara del dragón, saca su arma... ¡e intenta disparar contra el profesor Vanister! Danny Dalton salta sobre el matón del flequillo rubio mientras el profesor sortea una lluvia de balas, cortesía de la UZI del otro guardaespaldas.

Los proyectiles agujerean las paredes de roca y el profesor consigue llegar hasta la furgoneta, ponerse a los mandos... ¡y dar marcha atrás para golpear a su atacante!

Danny, por su parte, forcejea con el matón del flequillo rubio: ambos pelean en el suelo, luchando por apoderarse de la pistola. Suena un disparo y tanto sangre como fragmentos de masa encefálica cubren el rostro de Danny Dalton. Habiendo colocado a "Margaret" ante la puerta del tunel, el profesor trata de ayudar a Danny.

Marcus Vanister (NE): Me temo que no tardarán en venir refuerzos...
Danny Dalton (mirando a lo alto de la estatua del dragón): Entonces solo hay una cosa que podemos hacer, profesor.

Con una pequeña palanca entre los dientes, Danny Dalton comienza a trepar por la pared de la mina, aferrándose a los salientes que dan forma a la estatua del dragón. La tarea no es fácil: tarda un largo rato en conseguir llegar a lo más alto. Y allí, aferrado a los colmillos de la bestia de piedra, Danny se dispone a arrancar el prisma.

Sin embargo, el tiempo ha jugado en su contra: aun quedaban dos guardaespaldas más custodiando la entrada de la mina... y dos granadas de gas se cuelan por los bajos de "Margaret". El humo comienza a llenar la estancia y el profesor Vanister es el primero en perder fuelle. Danny lucha por arrancar el prisma pero el gas va llenando la cámara y, finalmente, las fuerzas le fallan y cae estrepitosamente contra el suelo.

Antes de que puedan entrar en la sala para capturarles, un providencial disparo del profesor neutraliza a uno de los dos guardespaldas, dejándolo en el suelo y con una pierna destrozada. No tardará en perder la mano cuando Danny le dispare de nuevo. Pistola en mano, Danny intenta salir de la mina, en busca del último de los guardaespaldas. Casi antes de salir al exterior, se interpone en su camino una figura armada con una escopeta. Resignado, cansado y herido en una pierna; Danny levanta las manos, en señal de rendición...

Pero quien empuña la escopeta no es otro que Ben Braddock: vestido con unos vaqueros y una camisa a cuadros, Ben apenas si puede tenerse en pie. Danny no tarda en comprobar que tiene una fea herida en el vientre.

Danny Dalton (ayudándole a caminar, saliendo de la mina): Ben, tío... ¿Qué cojones te ha pasado?
Ben Braddock (NE): Desperté... Desperté en la comisaria de policía. El sheriff es...
Danny Dalton: Si, ya lo sé. Es el cabrón de mi tío...
Ben Braddock (NE): Me llevaban para acá. Decían que vosotros... Que estábais muertos, que os habían quemado y...
Marcus Vanister (NE): (llevando bajo el brazo el teclado que sirve de panel de mandos de la "Alfombra Mágica") Pues como vé, señor Braddock, estamos bien. Y ahora será mejor que nos movamos... esto no tardará en llenarse de hombres de Powell.
Danny Dalton: O peor... de Capuchas Rojas.

Sin mucho más tiempo, nuestros héroes se alejan de la entrada de la mina rodeando la montaña. Al mismo tiempo, varios hombres de Devon Powell llegan a la zona... encabezados por su perro de presa particular: Morgan Kyle.

Morgan Kyle (WF): (por teléfono) Han escapado, señor. Pero no pueden haber ido muy lejos.

Segunda Parte
LEONARD POWELL

Recostado sobre una de las tumbonas que hay en torno a la piscina, Leonard contempla los jardines de la mansión Powell: unos jardines sorprendentemente parecidos a los que tiene en su misma dimensión. Ese pensamiento, esa sensación de sentirse "como en casa", lleva a Leonard a recordar esos quince minutos de los que no ha hablado a sus compañeros de viaje. Siente que quizá debía haberlo contado.

Pero ahora ya es demasiado tarde para decírselo: Danny y el profesor deben estar ya en la mina, terminando de arreglar a "Margaret". Y sin embargo, la memoria de Leonard lo sigue llevando de vuelta a esos quince minutos.

A esa charla que tuvo en privado con el que es su padre… en esta dimensión.

Hace un par de horas. Despacho de Devon Powell.
Leonard aguarda inquieto mientras Devon Powell se sirve otra copa. Incluso en su dimensión de origen, piensa, el silencio entre ellos siempre ha sido incómodo.

Devon Powell (WF): Imagino que si, como dices, eres mi hijo en esa dimensión de la que procedes… Entonces sabrás que no soy un hombre que dé nada por nada, ¿verdad?
Leonard Powell: Imaginaba que el salvarnos la vida tendría un precio, si. ¿Qué es lo que quiere?
Devon Powell (WF): ¿Querer? Quiero aquello que no puedo tener… hijo.

Mientras escucha las palabras de su padre, Leonard descubre que en esta dimensión su padre es un hombre igualmente poderoso e influyente… pero al que el destino le ha negado la posibilidad de tener un sucesor.

Devon Powell (WF): Cada veinte años, tiene lugar lo que muchos denominamos "la marea de poder": una fuerza mística aparece en nuestro mundo y permanece durante un tiempo para, después, volver a esfumarse tal y como apareció. Ocurre cada veinte años…
Leonard Powell: Mierda… El desastre de hace veinte años…
Devon Powell (WF): En efecto. Las brujas aprovecharon la llegada de la marea para invocar aquel ser que habéis visto en la roca. Por suerte conseguí emplear mis dotes místicas para poner freno al desastre…
Leonard Powell: Pero, ¿qué tiene todo eso que ver con…?
Devon Powell (WF): Dejaré que tus amigos se marchen… siempre que tú permanezcas a mi lado. Como mi heredero.
Leonard Powell: ¿Heredero?
Devon Powell (WF): Del mundo del que procedes, tu sangre no es distinta que la de otros. Pero en éste mundo, la sangre de los Powell es una fuente de poder.
Leonard Powell: ¿Qué… clase de poder?
Devon Powell (WF): Un poder como el nunca has podido imaginar. Un poder que puede ser tuyo… hijo mío.

Ahora. Jardines de la Mansión Powell.
Las promesas de poder aún resuenan en su cabeza cuando Leonard se da cuenta de que está casi anocheciendo. La presencia de Morgan Kyle a su lado lo sobresalta por unos instantes. Como su guardaespaldas, Morgan recomienda a Leonard que acuda a sus aposentos hasta que regrese su padre. Por supuesto, todos los intentos por ir a la mina con sus amigos chocan con la impenetrable voluntad de Morgan Kyle.

Pasan dos horas más, Leonard cena encerrado en la jaula de oro que es su cuarto de invitados y contempla como cae la noche. Desde el balcón de su cuarto puede ver los jardines sumidos en la penumbra. Y harto de esperar, decide arriesgarse: utilizando las sábanas, improvisa una cuerda para trepar balcón abajo… con un estrepitoso y ruidoso desenlace. Leonard cae sobre una de las mesas que hay en la terraza del jardín, llamando la atención de varios guardaespaldas.

Guardaespaldas 1 (WF): (aferrando a un magullado Leonard) Pero, ¿A dónde crees que vas?
Leonard Powell: Joder… suélteme o se lo diré a mi…
Guardaespaldas 2 (WF): (acercándose desde el otro lado) Ey, Mick… ¿Todo despejado?
Guardaespaldas 1 (WF): Si Josh, todo tranq…
-BANG-

Un disparo convierte la cabeza del primer guardaespaldas en un melón abierto: la sangre cubre la cara de Leonard, quien reacciona tirándose al suelo. Las luces del jardín se encienden y el segundo guardaespaldas da la voz de alarma, acercándose a donde se encuentra Leonard. Antes de que llegue a su altura, el joven consigue apoderarse de la pistola del guardaespaldas muerto.

Guardaespaldas 2 (WF): Jesucristo… (por walkie) Atención, tenemos un intruso. Repito: ¡tenemos un intruso! (mirando a Leonard) ¿Estas bien chico?

Leonard asiente y el guardaespaldas lo lleva a empujones hasta la puerta trasera del salón, para apartar al joven Powell de la zona de disparos. Cuando ambos están dentro de la casa, Leonard lo encañona. Tras noquearlo, Leonard alza la vista y descubre que una figura enmascarada se encuentra en el jardín, mirándolo a través de los cristales. Antes de que pueda abrir fuego contra él, la figura avanza y se quita el pasamontañas.

Marcus Vanister (WF): ¿Leonard?
Leonard Powell: Joder. ¿Profesor? (mirando el mono negro que viste y el rifle de caza humeante que lleva entre manos) ¿Seguro que es usted?
Marcus Vanister (WF): No tenemos mucho tiempo, Leonard. Tu padre tiene en su poder un objeto muy poderoso. ¿Dónde lo guarda?
Leonard Powell: No lo sé, no es mi mansión. Maldita sea… ¡Ni siquiera es mi mundo!
Marcus Vanister (WF): ¿Y si lo fuera? Si fuera tu mundo… ¿dónde lo guardaría tu padre?

Leonard y el Marcus Vanister de este mundo atraviesan los aparentemente desiertos pasillos de la mansión, llegando al despacho privado que Devon tiene en lo alto del torreón central de su mansión. Allí, Leonard deja al descubierto una puerta metálica que oculta un inmenso acuario de agresivos peces tropicales. Introduciendo la misma contraseña que usaba su padre en su mundo, Leonard abre la cámara acorazada… dejando al descubierto una pequeña pero intrigante colección de artefactos místicos.

Mientras un alucinado Leonard contempla algunas de esas baratijas (como un curioso cofrecillo en el que hay varios anillos); Marcus Vanister se va directo hacia un arcón de madera negra. De su interior extrae un extraño libro, de apariencia antigua y encuadernado en cuero negro. Está cerrado con un pesado y oxidado candado.

Leonard Powell: ¿Qué es eso?
Marcus Vanister (WF): El Libro de las Sombras… (guardándolo en la bolsa negra de deporte que lleva al hombro) Esto puede llevaros de vuelta a casa.
Leonard Powell: Primero salgamos de aquí, profesor.

Los dos atraviesan pasillos y bajan escaleras a toda velocidad. Atraviesan los jardines en la oscuridad total, camino del embarcadero donde varias lanchas motoras prometen una fuga sencilla y rápida. Sin embargo, antes de llegar allí, las luces del jardín se encienden… y de todos los rincones de la mansión aparecen guardaespaldas armados que encañonan a nuestros dos protagonistas.

Desde el balcón de la casa, se puede escuchar la voz de un satisfecho Devon Powell…

Devon Powell (WF): Lo siento mucho, director Vanister. Pero me temo que no puedo dejarle marchar. Por cierto, hijo… (mirando a Leonard) Buen trabajo.

El Marcus Vanister de esta dimensión se gira y mira al que creía su aliado, intentando leer una traición en los ojos del joven Leonard Powell.
Pero en ellos no hay nada…
… salvo la terrible sensación de estar atrapado entre dos frentes.

CONTINUARÁ

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