lunes, 6 de abril de 2009

Sesión 04-04-09 (P.O.V.- GAVIN PARK)

Episodio 3x03.-
WILLIAM WHITEHOUSE contra WOLFRAM & HART
(Parte 4 de 4)

P.O.V. – GAVIN PARK

Sede de Wolfram & Hart, planta 3.
Hace dos semanas.

Lou Weeks (ND): Qué me pongan un traje de colegiala y me monten como una yegua… ¡Lo has conseguido bastardo!

Lou Weeks. 40 años. Los últimos veinte los ha pasado como chupatintas metido en su cubículo de la tercera planta de Wolfram & Hart. Tiene un colesterol tan alto como grande es su panza. Está casado con una morsa llamada Betthany que le prepara cada día un (repugnante) sándwich de pavo y jalapeños.

Mientras recogía sus cosas del escritorio adyacente, Gavin tuvo más claro que nunca que él no acabaría como Lou. No es que fuera un mal tipo… pero Gavin tenía otros planes para su vida.

Gavin Park (ND): Tampoco ha sido tan terrible, Lou, muchacho…
Lou Weeks (ND): “Asesor de Relaciones Diplomáticas”. ¡Joder! ¡Eso son por lo menos dos ceros más en tu cuenta! Sin contar que vas a trabajar para uno de los peces gordos de W&H… Por cierto… (baja la voz, en confidencia) ¿Tiene cuernos y cola?
Gavin Park (ND): No, Lou… La señora Kauffmann es un ser humano como tu y como yo…

Y mientras mentía miserablemente, Gavin pudo recordar la inquietud que recorrió su espina dorsal mientras aquella cosa con forma de cuarentona ejecutiva le hacía aquella entrevista personal.

Lou Weeks (ND): En fin, tio… ¡Acuérdate de tus colegas de adquisiciones cuando seas la mano derecha de Kauffmann !

Gavin estuvo a punto de meter la pata en ese momento. Tenía la guardia baja y le faltó poco para hacer algún comentario velado sobre sus propios intereses. Los chupatintas como Lou no tenían ni puñetera idea de las luchas de poder que tenían lugar en las altas esferas de la firma. Sin embargo, si las guerras internas de W&H hubieran sido carreras de caballos, Kauffmann era una triste yegua tullida… mientras que el gran Holland Manners iba a ser el semental que ganaría el jodido gran Derby.
A Gavin le habían dado boletos para apostar por Kauffmann. Pero él quería subirse al carro del caballo ganador.

Gavin hubiera metido la pata al hacer ese comentario en voz alta, si. Pero fue entonces cuando toda la planta tercera tembló de arriba a bajo. La taza de su escritorio cayó al suelo partiéndose en mil pedazos mientras del techo se desprendían hilos de gravilla y cemento.

Las alarmas saltaron y, tal y como habían ensayado tantas veces en los simulacros de emergencia, el personal fue trasladado hasta el vestíbulo. Entre la multitud de ejecutivos y oficinistas que murmuraban entre curiosos y preocupados, Gavin pudo ver como el equipo de asalto, armado con armas automáticas, subía las escaleras.

Gavin aferró por el brazo a uno de ellos, un viejo conocido al que había desplumado al poker alguna que otra vez.

Gavin Park (ND): Ey, Charlie, ¿qué cóño está pasando?
Charlie Garrison (ND): No te lo vas a creer, Park… Pero dicen que un jodido blindado acaba de materializarse en la planta cuarta.

El jefe de su unidad llamó la atención a Charlie y éste subió escaleras arriba. Gavin lo vio desaparecer mientras pensaba que aquello era una mierda de primera categoría.

Compadecía al pobre capullo al que le tocase limpiar aquel marrón.

Despacho de Sarah Kauffmann.
Planta 10. Sede de Wolfram y Hart, Los Ángeles.
Hace 16 horas.

Sarah Kauffmann (ND): Seré clara, señor Park… (dejó el informe sobre la mesa) Es una misión delicada.

Misión delicada”. Gavin hojeó el informe de doscientas páginas mientras pensaba que aquel era un buen eufemismo para decir “marrón”.

Sarah Kauffmann (ND): Como sabe… Un comando rebelde de La Iniciativa asaltó nuestras oficinas hace cosa de una semana. Dicho comando fue parte responsable de la reciente desaparición de uno de nuestros agentes, el señor Goodwin Steele.

Gavin recordaba haber oído algo al respecto: se rumoreaba que el tipo se había largado con informes importantes del bufete. Siendo Wolfram & Hart una firma como la que era, “informes importantes” podía significar cualquier cosa.

Sarah Kauffmann (ND): El caso es que, una vez comprobado que se trataba de una facción rebelde de La Iniciativa; los socios fundadores han considerado conveniente templar las relaciones con dicha organización. Para ello, vamos a hacerles entrega de un presente…

Hojeando el informe, Gavin vio a lo que se refería con “presente”: aquel blindado que se había materializado en la planta cuarta del bufete. Habían tardado una semana en desmantelarlo y convertirlo en piezas.

Sarah Kauffmann (ND): Dicho artefacto ha sido desmontado y empaquetado para ser llevado en tren hasta las instalaciones de La Iniciativa ubicadas en la localidad de Sunnydale. (dejó un silencio y miró a Gavin) ¿Alguna pregunta?
Gavin Park (ND): Er… Si. En el informe… se menciona a un prisionero. El soldado William Whitehouse.
Sarah Kauffmann (ND): En efecto. Se encuentra retenido en las dependencias del sótano tres… Acuda allí y compruebe si su condición actual hacen viable su devolución a La Iniciativa.
Gavin Park (ND): Perdone, señora, pero… ¿A qué se refiere con “condición actual”?

Sótano Tres.
Sede de Wolfram & Hart, Los Ángeles.
Hace 14 horas y media.

Doctor Kurt Casey (ND): Daños cerebrales irreparables. (deja de comprobar las pupilas del prisionero y mira a Gavin) Lo siento, señor Park.

Gavin jamás había estado aquí. Claro que había oído las historias sobre el sótano tres. Todo el mundo había oído las historias del sótano tres. Pero como todo el mundo, Gavin había preferido pensar en ellas como “leyendas de oficina”.

Ahora, sin embargo, viendo al pobre desgraciado que yacía en aquella silla de metal, con aquel fin de cables conectados a su cabeza, Gavin comprendía que todo era cierto. La estancia, iluminada bajo una enfermiza luz verdosa, era tan acogedora de una sala de interrogatorios de la Europa del Este.

Gavin Park (ND): Pero… ¿qué le han hecho?
Doctor Kurt Casey (ND): La señora Kauffmann ordenó un escáner cerebral completo. El riesgo de lesiones era alto, ¿sabe? Pero si no, no hubiéramos podido captar imágenes tan buenas de sus recuerdos…

El científico señaló un viejo monitor de televisión: la imagen parpadeaba de vez en cuando y los colores desaparecían a cada instante, como una vieja recepción televisiva. En pantalla, el punto de vista era el de los ojos del individuo.

Gavin Park (ND): Espere un segundo, doc… ¿Dice que esos son sus recuerdos?
Doctor Kurt Casey (ND): Si, señor Park. Concretamente… (revisa unos datos numéricos del escáner) son recuerdos de sus ocho años. Y… ¡Maldita sea!

Un instante después, antes de que el científico pudiera llegar a los controles del escáner, William Whitehouse comenzó a convulsionarse. Como a un reo al que le están dando la descarga mortal en una silla eléctrica. De no haber tenido un protector de plástico metido en la boca, el desgraciado se habría arrancado la lengua con sus propios dientes.

Doctor Kurt Casey (ND): ¡Es un recuerdo traumático! ¡Knox, diez miligramos de Norazepán! ¡Rápido!

Mientras el doctor y su ayudante dopaban al chico, Gavin centró su atención en la pantalla del escáner. Fue pura curiosidad morbosa. William Whitehouse era un soldado de La Iniciativa, un tipo duro acostumbrado a desollar vampiros con sus manos desnudas… ¿qué mierda le había acojonado tanto?

Y entonces la vio en pantalla. Estaba ahí, en la imagen congelada del recuerdo de Whitehouse, apoyada junto al quicio de una puerta, mirando a cámara con ojos desquiciados. Gavin sintió una punzada helada en el corazón. Reconoció a aquella mujer. Y en aquel momento, algo más fuerte que su miedo hizo actuar a Gavin. Algo que otros habrían denominado “sucio oportunismo”. Algo que a él le gustaba llamar “crear buenas oportunidades”.

Gavin Park (ND): Doc… Prepare al señor Whitehouse para su traslado inmediato.

Esquina de la 12 con Kensington Avenue.
A dos manzanas de Wolfram y Hart, Los Ángeles.
Hace 13 horas, cuarenta minutos.

Gavin Park (ND): Por última vez, Jeffrey… ¡es un negocio seguro!

Aquello era algo más que una de las quince cabinas que aun quedaban en pié en la zona céntrica de Los Ángeles. Aquel teléfono público era, paradójicamente, el medio más seguro para mantener una conversación a espaldas de oídos indiscretos.

Al otro lado de la línea, Gavin podía escuchar el rumor de fondo de uno de esos tugurios subterráneos donde escoria vampiro como su colega Jeffrey solía estar un jueves al medio día.

Jeffrey (ND): No sé, Gavin, tío… A ver, hablar con esta tía es ya de por sí peligroso, ¿lo pillas? ¿Cómo estas tan seguro de que le va a interesar el tipo ese, el tal Winnehouse?
Gavin Park (ND): Es Whitehouse. Y créeme... He oído decir que tu señora es de gustos fijos. Cuando muerde algo… quiere repetir siempre.
Jeffrey (ND) Pues entonces también sabrás que es una tía peligrosa.
Gavin Park (ND): Mira, Jeff, muchacho… Si no quieres participar, encontraré a alguien que quiera…

Había conocido a Jeffrey en uno de esos “after-hours” para vampiros, jugando a algo que llamaban “poker sangriento”. Gracias a eso, Gavin sabía lo fácil que era colarle un farol al bueno de Jeffrey…

Jeffrey (ND): Está bien, está bien… Llamaré a la señora y le daré el nombre de ese tal Limehouse.
Gavin Park (ND): Es Whitehouse.

Y colgó. Gavin miró su reloj y aguardó tres minutos. Hizo un repaso mental de lo que tenía planeado: en menos de media hora saldría con el convoy de Wolfram y Hart, escoltando el camión hasta la estación de trenes de Down Hill, en la zona sur de Los Ángeles. Una vez dejado el cargamento rumbo a Sunnydale, él tomaría la carretera interestatal. Y en algún punto entre Los Ángeles y Sunnydale, entregaría a Whitehouse a Jeffrey y sus colegas. Para cuando llegase a la sede de La Iniciativa en Sunnydale, Gavin pondría su mejor sonrisa, estrecharía un par de manos y ¡voila! Todo arreglado. Volvería a Wolfram y Hart con el beneplácito de la señora Kauffmann… y sin que la muy zorra supiese que había hecho un favor a uno de los mejores clientes de Holland Manners, su competidor directo dentro de la firma.

Jugar para el bando contrario de tu equipo siempre era peligroso, pensó Gavin. Pero también era la forma más rápida de ganar puntos ante Manners.

El teléfono de la cabina sonó dos veces. A la tercera, Gavin lo cogió.

Jeffrey (ND): Vale, tío. La jefa está ahora mismo en Europa pero llegará esta noche en un vuelo privado. Tomará tierra en el aeródromo McConahue en torno a las ocho. Yo y mis colegas estaremos allí esperando.
Gavin Park (ND): Perfecto, allí estaré…
Jeffrey (ND): Park, tío… Drusilla es algo más que un peso pesado, ¿vale? Está como una puta cabra. Ten mucho cuidado…
Gavin Park (ND): Jeff, muchacho, tranquilizate. Lo tengo todo controlado.

Aeródromo McConahue, a 10 kilómetros de Los Ángeles.
Hace 7 horas.

Gavin Park (ND): Creo… (asfixia) que podemos... arre..glarlo...

Drusilla miró a Gavin mientras lo sujetaba por el cuello con una de sus manos. Los pies del ejecutivo se movían graciosamente a varios palmos del suelo arenoso del aeródromo. Ella parecía divertida ante el color sofocado que comenzaba a adquirir el rostro de Gavin. Éste por su parte no podía dejar de pensar cómo demonios había salido todo tan mal…

Quizá tendría que haberlo dejado correr cuando las cosas comenzaron a ponerse feas. Fue unas pocas horas atrás, cuando aquel jodido motorista apareció de la nada y arrojó su moto cargada de explosivos contra el coche de Gavin. De no haber ido en un robusto todoterreno, probablemente hubiese muerto en el atentado.

Para empeorar las cosas, Whitehouse había conseguido liberarse de sus presillas. Aun seguía bajo los efectos de los narcóticos y sedantes que el doctor Casey le había puesto. Sin embargo, el chico contó con cierta ayuda extra. Vanister y Roth, agentes de Wolfram y Hart también, habían seguido a Gavin desde que éste saliese de Wolfram y Hart escoltando el camión. Gavin había reconocido a Vanister de ciertas menciones que se hacían en el informe que le había entregado Kauffmann. Intuyó que el profesor le había estado siguiendo para saber qué iban a hacer con su invento. En un principio, Gavin había pensado que quizá Vanister y Roth estaban compinchados con el tipo de la moto en un intento por rescatar a Whitehouse.
Cuando quedó claro que ni Vanister ni Roth ni tampoco Whitehouse parecían conocer al tipo de la moto, Gavin optó por jugar una baza improvisada.

Y lo cierto es que había funcionado bastante bien: Gavin había conseguido llevar a Whitehouse hasta el aeródromo con la patraña de que él mismo había orquestado el atentado para cubrir su fuga. Por supuesto, Gavin lo adornó con algunas medias verdades que hicieron más digerible la farsa. El hecho de que Gavin, como el profesor Vanister y Roth, trabajase para Sarah Kauffmann le permitió ganar cierta confianza con ambos.

Así, pese a todos los contratiempos, Gavin hizo lo que se le daba mejor: utilizar los percances en su favor. Convirtió aquel inesperado atentado motorizado en una parte de su supuesto plan. Convirtió la entrega de Whitehouse a Drusilla en un heroico y arriesgado rescate. Todo había ido como la seda…

… hasta que Whitehouse vio bajar a Drusilla del avión.

Vanister y Roth se habían enfrentado a los colegas vampiros que el bueno de Jeffrey había traído consigo. Ahora, los dos yacían inconscientes dentro de los restos del deportivo negro de Roth.

Whitehouse, en cambio, seguía despierto y sostenía una pistola automática con la que había disparado varias veces contra Drusilla.

Y Gavin… Gavin había cometido una estupidez supina. Había intentado echar al suelo a Drusilla al ver que Whitehouse la encañonaba con su arma por la espalda. Un gesto tan noble como estúpido y peligroso. Tocar a Drusilla… ¿pero en qué coño estaba pensando? Ahora, mientras el oxígeno comenzaba a no llegar a su cerebro, Gavin pensó…

“Bueno… Al menos, ya no puede salir nada peor.”

Fue entonces cuando empezó a escuchar el sonido de los helicópteros acercándose. Antes de lo que tardó en pensar “cuidado con lo que deseas”, Gavin vio aparecer tras las colinas dos helicópteros de fuselaje negro. Uno de ellos comenzó a perseguir a Whitehouse, el cual desapareció entre la oscuridad reinante del aeródromo abandonado.

Un chorro de luz cayó sobre Drusilla, cegando a Gavin por unos instantes. Las aspas levantaron a su alrededor nubes de polvo y arena mientras el helicóptero tomaba tierra a unos metros de donde se encontraban ambos. De su interior, salió un escuadrón completo de comandos encapuchados, empuñando sus armas automáticas. Media docena de miras láser dibujaron puntos de luz sobre Drusilla y Gavin.

Drusilla (ND): Luciérnagas… (suelta a Gavin y hace ademán de intentar atrapar las luces rojizas) ¡Qué bonitas!

Gavin tosió bruscamente mientras trataba de ponerse en pie. Se incorporó al tiempo que se distanciaba de la vampiresa, la cual estaba demasiado ocupada cazando luciérnagas imaginarias. Alzando los brazos, Gavin se dispuso a rendirse… preparando una versión de los hechos que le permitiese salvar el pellejo ante un pelotón de agentes de La Iniciativa.

Por suerte no fue necesario: uno de los encapuchados bajó el arma y se quitó el pasamontañas. Llevándose la mano a un comunicador que pendía de su oreja, dijo las palabras mágicas que casi consiguieron que Gavin manchase los pantalones.

John Ortega (ND): Aquí jefe de equipo Ortega a Kauffmann. El objetivo es cliente nuestro. Repito, el objetivo es cliente de Wolfram y Hart.

Gavin sólo pudo pensar algo mientras esgrimía una sonrisa de falso alivio.
“Genial. Ahora sí que estoy jodido.”

Aeródromo McConahue, a 10 kilómetros de Los Angeles.
Hace 6 horas, veinticinco minutos.

John Ortega (ND): ¿Y bien? ¿Qué es lo que pasó?

Gavin sostenía entre las manos un café caliente. Llevaba sentado sobre el capó de aquel furgón negro casi media hora. Había visto llegar dos equipos completos de limpieza de Wolfram y Hart. Casi tres docenas de agentes trataban de limpiar todo aquel desastre.

John Ortega (ND): Según los informes… (mira una lista que le entrega uno de sus hombres) El convoy perdió contacto con usted a menos de dos kilómetros de la estación de tren.
Gavin Park (ND): Si, fue… Fue allí donde me atacaron.
John Ortega (ND): ¿Ellos?

Ortega señala a unos inconscientes Vanister y Roth: en esos momentos, varios médicos atienden sus heridas.

Gavin Park (ND): Si. Quiero decir, no. Bueno… Verá, quien llevó a cabo el atentado fue un tercero. No llegué a ver quien era. Pero es muy posible que trabajara para Vanister y Roth.

Ortega muestra una foto a Gavin. En ella se puede ver a un chico de unos veintipocos años. Es rubio, de mandíbula cuadrada. De su cabeza mana la suficiente sangre como para dejar claro que está muerto. Y lleva las ropas de cuero de aquel motorista.

John Ortega (ND): Su nombre es Samuel Wayne. Agente rebelde de La Iniciativa. Mis hombres encontraron su cuerpo en el lugar del atentado.
Gavin Park (ND): Si… El profesor Vanister le atropelló con su berlina, ¿sabe? Quizá una forma de limpiar sus huellas. El caso es que Vanister parecía querer ayudar a Whitehouse a huir y…
John Ortega (ND): ¿Por qué no le mataron a usted?
Gavin Park (ND): ¡No lo sé! Puede… puede que me quisieran como rehén. El caso… El caso es que intenté avisarles cuando me llamaron. Puede ver su informe…

Ortega revisa sus anotaciones y luego vuelve a mirar a Gavin.

Gavin Park (ND): Mire… ¿Ortega, verdad? Fue Whitehouse quien quiso venir hasta aquí. Y Vanister y Roth le seguían el juego… Yo sólo era su salvoconducto. Sólo eso.

En ese momento, suena el móvil de Ortega. Al tiempo que acepta la llamada se retira a una distancia prudencial. Gavin apura su café mientras trata de evaluar las posibilidades que tiene de salir limpio de ésta. Si le cuelga el muerto a Vanister y Roth, éstos no tardarán en devolverle la pelota. Será su palabra contra la suya… Tiene que improvisar. Tiene que…

Una luz se enciende en la cabeza de Park.

Gavin Park (ND): ¡Ortega! (corre hasta acercarse a él) ¡Hay algo más!
John Ortega (ND): ¿El qué, señor Park?
Gavin Park (ND): Vanister y Roth… De alguna forma contactaron con la señorita Drusilla... (baja la voz, en confidencia) Puede que trabajen para alguien de dentro de Wolfram y Hart.

Ortega mira a Gavin. Éste asiente de forma severa, para remarcar la gravedad de la acusación. Ortega se aparta unos metros y regresa junto a Gavin pasados unos instantes. Le tiende el teléfono.

John Ortega (ND): Es para usted…

Gavin mira el teléfono por un segundo, inseguro. Al otro lado de la línea, la voz de Sarah Kauffmann.

Sarah Kauffmann (ND): Escúcheme atentamente, señor Park. Voy a hacerle una oferta que no va a poder rechazar…

Apartamento de Wolfram y Hart.
Zona del Downtown, Los Ángeles.
Ahora.

La tetera silba y Gavin apaga el fuego del hornillo. Enfundado en un elegante kimono, vierte el té en tres diminutas tazas. Las coloca sobre la bandeja y se dispone a cruzar el estrecho pasillo de su falso apartamento.

No es su casa. Jamás podría serlo con su sueldo actual. Pero esa es sólo una de las muchas mentiras que va a tener que colarle a sus dos nuevos compañeros de trabajo.

Gavin se detiene ante las puertas de papel que bloquean el acceso al salón. Tras ellas, están Vanister y Roth. Éste último parecía estar a punto de despertarse. Gavin ha tenido apenas cinco minutos para ensayar su discurso. Su farsa.

Le dirá que les ha cubierto las espaldas, que ha presentado un informe en el que tanto él como Vanister han quedado como “héroes” al evitar que un grupo rebelde de La Iniciativa rescatase a Whitehouse. Les dirá que los comandos de asalto de Sarah Kauffmann no llegaron a tiempo al aeródromo y que, cuando lo hicieron, sólo encontraron a Drusilla.

Les dirá lo que haga falta para ganarse su confianza. Porque esa es ahora su misión: Sarah Kauffmann lo acaba de nombrar jefe de equipo, responsable a partir de ahora de Vanister, Roth y ese otro chico, el tal Dalton. Por supuesto es sólo una tapadera: el verdadero objetivo de Gavin es averiguar para quien trabajan Vanister y Roth. Averiguar si es cierto que ambos, en colaboración con Holland Manners, conspiran contra Sarah Kauffmann.

Aquello sería una buena forma de ganarse el aprecio de Kauffmann… de no ser por un pequeño detalle sin importancia.

Que no es cierto.

Porque fue Gavin quien dijo a Kauffmann que el profesor y el joven Roth podían trabajar para “alguien de dentro de Wolfram y Hart”. Fue Gavin quien se inventó aquello para colgarles el muerto a ellos de todo lo ocurrido en el aeródromo.

Lo que no podía imaginar Gavin es que fuesen sus propias mentiras las que lo llevarían a tener que jugar a este complicado doble juego.

Gavin suspira, respira hondo y abre las puertas de papel, haciendo malabares con la bandeja del té. En el salón, Roth acaba de recuperar la consciencia.

Gavin Park (ND): Ah… Veo que ya estas despierto.

CONTINUARÁ…

2 comentarios:

Darrell dijo...

Park... crack!!, ahora toca lo mas dificil... sostener esa mentira!! ;P

Unknown dijo...

Uyyy Darrelll como no dejes un comentario en el resumen nuevo de Ismael de mi partida....jummmmm.....la que te va a caer cuando bajes y dirija yo :P