Leonard Powell: Lo siento, Danny.
- BANG -
SACRIFICÓ SU VIDA...
Marcus Vanister (NE): Pero… ¿por qué dice eso?
Leonard Powell (sonríe, macabro): Porque me volé la maldita cabeza, profe. Por eso.
PACTÓ CON EL DIABLO...
Holland Manners (ND): Si conozco bien a esa víbora infernal de Sarah Kauffmann, el destino que aguarda a sus amigos es la muerte… o algo peor. Haciéndose pasar por James Roth podrá averiguar mucho más sobre dichos planes… y ayudar a sus amigos a escapar de esta dimensión.
MINTIÓ A SUS AMIGOS...
Holland Manners (ND): Me temo, señor Powell, que no hay forma de restaurar su cuerpo original. Y créame, si sus amigos llegasen a descubrir quien es…
Leonard Powell: … jamás me dejarían aquí.
Holland Manners (ND): Y eso les costaría la vida. ¿Es lo que quiere para sus amigos?
PERO TODO... TIENE UN PRECIO.
Gavin Park (ND): Vanister y Roth… Señora Kauffmann, creo que trabajan para alguien de dentro de Wolfram y Hart.
Episodio 3x15.-
WOLFRAM & HART contra SARAH KAUFFMANN (Parte 4 de 4)
Departamento de I+D. Subsótano 3.
Sede de Wolfram y Hart, Los Ángeles.
Hace una semana.
Una voz a sus espaldas hace que Ben, Danny y el profesor se den la vuelta con un sobresalto mal disimulado…
Sede de Wolfram y Hart, Los Ángeles.
Hace una semana.
Una voz a sus espaldas hace que Ben, Danny y el profesor se den la vuelta con un sobresalto mal disimulado…
Sarah Kauffmann (ND): El señor Roth aun no ha regresado de la operación. Por suerte el señor Knox ha recalibrado la cámara de salto…
Danny Dalton: Un momento, no querrá decir…
Sarah Kauffmann se permite un segundo para mirarlos de arriba abajo. Están agotados, malheridos… apenas si se mantienen en pie. Sí, sería una locura enviarlos así a una misión.
Sarah Kauffmann (ND): En efecto, señor Dalton… (mira su reloj) Salen ustedes en cinco minutos. (mira a su derecha) Señor Knox, acompáñeme.
Sus protestas y quejas se pierden en el repicar de sus zapatos sobre el suelo del impoluto suelo del laboratorio. Sarah Kauffmann y el joven señor Knox desaparecen tras la compuerta de acceso al Departamento de I+D. Treinta segundos después, un ascensor los lleva un nivel por debajo.
Sarah Kauffmann (ND): Dígame, señor Knox ¿cree que sospechan algo?
Knox (ND): No lo creo, señora. Tras el regreso del señor Roth hicimos una limpieza en profundidad. Por cierto… (le entrega un dossier) Estos son los resultados del escáner psíquico realizado al señor Roth. Creo que lo encontrará muy… revelador.
Apenas ha leído unas líneas cuando, con un gesto de sus dedos, Sarah hace que el ascensor se detenga. Las luces parpadean durante un segundo y los viejos engranajes se quejan. Knox traga saliva.
Sarah Kauffmann (ND): ¿Esto es…?
Knox (ND): Lo hemos comprobado varias veces, señora. Es correcto.
Sus protestas y quejas se pierden en el repicar de sus zapatos sobre el suelo del impoluto suelo del laboratorio. Sarah Kauffmann y el joven señor Knox desaparecen tras la compuerta de acceso al Departamento de I+D. Treinta segundos después, un ascensor los lleva un nivel por debajo.
Sarah Kauffmann (ND): Dígame, señor Knox ¿cree que sospechan algo?
Knox (ND): No lo creo, señora. Tras el regreso del señor Roth hicimos una limpieza en profundidad. Por cierto… (le entrega un dossier) Estos son los resultados del escáner psíquico realizado al señor Roth. Creo que lo encontrará muy… revelador.
Apenas ha leído unas líneas cuando, con un gesto de sus dedos, Sarah hace que el ascensor se detenga. Las luces parpadean durante un segundo y los viejos engranajes se quejan. Knox traga saliva.
Sarah Kauffmann (ND): ¿Esto es…?
Knox (ND): Lo hemos comprobado varias veces, señora. Es correcto.
Las puertas del ascensor se abren, dejando paso a un lóbrego y sucio pasillo. Tras las pesadas puertas de metal que se reparten a un lado y otro del mismo, se escuchan alaridos y murmullos de dolor, pidiendo piedad… o la muerte. Entremezclados, se pueden escuchar también otros sonidos, como chasquear de látigos, el siseo de la carne mordida por aceros al rojo o la cantinela mecánica de una prensa industrial…
Sarah no necesita mostrar identificación alguna ante los dos agentes que custodian el acceso a la celda 909. Tras su puerta, bajo un foco de luz, James Roth yace postrado en un incómodo y voluminoso trono metálico. Recuerda vagamente a una silla eléctrica, por el cableado que se adhiere a las sienes de Roth. Está desnudo de cintura para arriba, empapado en sudor y con visibles quemaduras en los lugares donde se colocaron electrodos.
James Roth (ND): ¿Qué…? ¿Qué es lo que quieren?
Sarah Kauffmann (ND): Veo que está despierto… Bien, muy bien.
James Roth (ND): ¿Kauffmann? ¿De qué va esto? ¿Dónde están Ben, Danny y el profesor?
Sarah Kauffmann (ND): No se preocupe por ellos. Están en una misión, buscándolo. Tiene usted muy buenos amigos…
...señor Powell.
El silencio se adueña de la estancia por un instante. Casi puede sentir el miedo adueñándose de él, recorriéndolo de arriba abajo. Sarah deja que el silencio flote en el aire… al menos un poco más.
James Roth (ND): ¿Qué está diciendo…? Yo no…
Sarah Kauffmann (ND): Vamos, señor Powell. No tiene por qué seguir con la farsa. Desde el principio intuí que el señor James Roth trabajaba para alguien más de esta firma. Pero cuando decidí tomar cartas en el asunto… (señala los monitores a los que están conectados los electrodos de Roth) Bueno, digamos que encontré en su cabeza mucho más de lo que esperaba.
James Roth (ND): Señora Kauffmann…
Sarah Kauffmann (ND): No, no, no… No se preocupe, señor Powell. No estoy enfadada. Es más… Creo que el mejor uso que se puede dar a un agente doble es convertirlo en agente triple.
Y chasquea los dedos. Uno de los solícitos agentes que custodia el acceso entrega un pequeño estuche de madera noble. Sarah lo abre con delicadeza y extrae un pequeño objeto cubierto por un pequeño paño de terciopelo rojo.
James Roth (ND): ¿Piensa torturarme?
Sarah Kauffmann (ND): Oh no, señor Powell. No… (dejando caer el paño, muestra un precioso y antiguo espejo de mano) Solamente voy a presentarle a un viejo conocido…
Sarah acerca el espejo a su cara. Leonard Powell lleva ya mucho tiempo en este cuerpo. No le sorprende por tanto ver una cara extraña al otro lado del espejo.
Lo que sí le sorprende es que su reflejo le mire con odio.
Y que hable.
Sarah Kauffmann (ND): Señor Powell… el señor Roth. Creo que ya se conocen.
James Roth (en el espejo): Hola, bastardo. Tienes algo que me pertenece.
Despacho de Sarah Kauffmann.
Planta 7 de la sede de Wolfram y Hart. Los Ángeles.
Hace tres horas y 45 minutos.
Dorisume (ND): El señor Dalton está esperando.
Sarah alza la mano como quien da indicaciones a un perro bien amaestrado, sin dejar de atender al teléfono. Dócil y temeroso, el anciano japonés baja la vista y desaparece de nuevo tras la puerta.
Sarah Kauffmann (ND): Ese condenado vampiro con alma ha estado a punto de echarlo todo a perder, Roth.
James Roth (ND) (por teléfono): Lo sé. Intenté quitármelo de encima pero desde que Park lo puso en nuestro camino, he hecho lo posible por seguir con el plan…
Sarah Kauffmann (ND): ¿Crees que el señor Craig o el señor Dalton sospechan algo?
James Roth (ND) (por teléfono): Negativo, señora. Creen que Holland Manners es quien anda tras todo esto. Y se han tragado eso de que el anillo servirá para destruirla.
Sarah Kauffmann (ND): Muy bien. Creo que entonces ha llegado la hora del siguiente paso…
James Roth (ND) (por teléfono): ¿Desea que suba?
Sarah Kauffmann (ND): No, señor Roth. Permanezca en I+D mientras tengo unas palabras con el señor Dalton.
Sarah cuelga y hace sonar una diminuta campanita de plata. Servicial y silencioso, el anciano Dorisume aparece por la puerta como un fantasma.
Sarah Kauffmann (ND): Té. Para dos.
Dorisume (ND): Hai, mi señora.
Danny Dalton permanece sentado en uno de los elegantes sofás de diseño que decoran el vestíbulo previo al impresionante despacho de Sarah: el chico tiene algunas magulladuras y leves quemaduras en su arrugadísima camisa de seda.
Danny Dalton (levantándose): Señora…
Sarah Kauffmann (ND): Señor Dalton, me alegro ver que han salido sanos y salvos. ¿Qué es lo que pasó?
Danny Dalton: Fue el tal Ángel, ese chupa-sangres… Nos cogió por sorpresa a Roth y a mí. Nos usó como cebo para atraerla bajo aquel cruce de autopistas. Entonces aparecieron esos tipos orientales…
Sarah Kauffmann (ND): El señor Ángel mencionó algo que, según sus palabras, “podría destruirme”. ¿Sabe a qué se refería?
Danny Dalton: No lo sé, señora Kauffmann.
Sarah mantiene un convincente gesto de preocupación. Por dentro, su negra alma de alquitrán esboza una sucia sonrisa: le encanta el hedor de la mentira. De la conspiración.
Danny Dalton: ¿Cree… que es cierto?
Sarah Kauffmann (ND): ¿El qué?
Danny Dalton: Esa historia sobre lo de que tenían algo que podía destruirla…
Sarah Kauffmann (ND): Por favor, señor Dalton… ¿se preocupa usted por mi seguridad?
Danny Dalton: Sólo digo que debería andarse con ojo de ser cierto…
Sarah Kauffmann (ND): Dígame, señor Dalton, ¿le parezco alguien a quien se le pueda meter el miedo en el cuerpo?
Un zumbido rompió un breve silencio: Sarah se llevó la mano al comunicador que pendía de su oído.
Sarah Kauffmann (ND): Kauffmann.
John Ortega (ND) (a través del pinganillo): Aquí Ortega. Los psíquicos confirman la presencia de un vampiro de clase 4 en las inmediaciones. No estamos seguros pero…
Sarah Kauffmann (ND): Yo sí. Es él. Inicien protocolo 29, señor Ortega.
John Ortega (ND) (a través del pinganillo): Muy bien.
Sarah se desprendió del molesto pinganillo dejándolo caer en uno de sus bolsillos. Acto seguido miró a Danny… y sonrió.
Sarah Kauffmann (ND): Muy bien. (se encamina hacia el ascensor) Vamos.
Danny Dalton: Un momento, ¿A dónde…?
Sarah Kauffmann (ND): ¿A dónde va ser? Al cruce de autopistas. El señor Ángel parece obstinado en tener una cita conmigo así que se lo voy a conceder.
Danny Dalton: Pero él…
Sarah Kauffmann (ND): Tiene algo que puede destruirme. Lo sé, señor Dalton. Pero míreme. ¿Cree que he llegado hasta donde estoy… dejándome guiar por el miedo?
Las puertas del ascensor comenzaban a cerrarse cuando Sarah interpuso su mano. La sujetó con la fuerza de un titán vestido de Armani.
Sarah Kauffmann (ND): ¿Y bien, señor Dalton? Viene conmigo… ¿o quiere perderse la diversión?
Dentro del Anillo.
Hace doce segundos.
Los primeros rayos de sol comenzaban a teñir de malva el cielo del amanecer. La penumbra del alba bañaba la cima de la mina Dalton y a los pies del viejo cobertizo, dos jóvenes compartían un mismo saco de dormir. La chica le pasa un cigarrillo a medio consumir al chico.
Es el mismo chico que observa la escena a pocos metros de distancia, casi un año más viejo y enfundado en lo poco que queda de un carísimo traje de Armani. Por un momento casi se plantea dejarle disfrutar un poco más de sus viejos y buenos recuerdos.
Sarah Kauffmann (ND): Tenemos que dejar de vernos así, ¿no le parece?
Danny Dalton se da la vuelta, dándole la espalda a su yo del pasado, ese que en aquel reflejo de sus memorias abraza una vez más a la chica que ama.
Danny Dalton: ¿Qué es todo esto?
Sarah Kauffmann (ND): Aquella sala de reuniones en la que nos vimos antes era tan fría, tan… impersonal. Pensé que esto le gustaría más…
Danny Dalton: ¿Es un puñetero espejismo? ¿Un truquito mental de demonio de tres al cuarto?
Sarah Kauffmann (ND): No, señor Dalton. Esto… es un reflejo de sus deseos más profundos auténticos. Esto es lo que usted desea.
Danny Dalton: Lo que yo quiero ahora es que me diga la contraseña para desactivar los explosivos…
Sarah Kauffmann (ND): Veo que entonces dio con el paradero del señor Braddock… y de “Margaret”. ¿No le parece ingenioso? ¿Ocultarla donde a nadie se le ocurriría buscarla? La cara que pondrían esos tipos de la televisión… ¡Si supiesen que esa máquina de salto dimensional que ellos toman por atrezzo, es en realidad…
Danny Dalton: ¡Basta ya! ¡Quiero que me diga la contraseña… ahora!
Sarah clava sus ojos en Danny: si hay algo que no tolera en ningún caso… es que la interrumpan.
Sarah Kauffmann (ND): Mucho cuidado, señor Dalton. A fin de cuentas, es usted el invitado aquí. Eso sin mencionar que es usted quien ha venido a pedirme un favor a mí.
Y se reclina sobre la pared de madera del viejo cobertizo. Los primeros rayos de sol inciden directamente sobre él… y la madera reseca comienza a emitir pequeñas nubes de humo.
Sarah Kauffmann (ND): Parece que el tiempo corre en su contra, señor Dalton.
Danny Dalton: Esta bien… ¿Qué es lo que quiere?
Sarah Kauffmann (ND): ¿Lo que quiero yo?
Sarah camina y alza los brazos, mostrando al joven el idílico paraíso que sus propias memorias han construido.
Sarah Kauffmann (ND): Esto. Quiero que vuelvas a casa, Daniel Dalton. Eso es lo que quiero.
Danny Dalton: ¿Qué yo… vuelva a casa?
Sarah Kauffmann (ND): Me encargaré de que vuelva a casa… (le tiende la mano) si deja que lo ayude.
Danny mira la mano de esa mujer. Sarah le observa y casi puede leer su mente a través de su mirada.
Danny Dalton: Ya. Claro… ¿Y la letra pequeña?
Sarah Kauffmann (ND): ¿Quieres salvar a Ben de una muerte segura?
La mirada del joven pasa esta vez de la mano de Sarah a las pequeñas llamas que los rayos de sol consiguen prender del viejo cobertizo.
Sarah Kauffmann (ND): Vamos, Daniel Dalton.
Danny Dalton: Si acepto… ¿qué me ocurrirá?
Sarah Kauffmann (ND): Te garantizo que no te ocurrirá nada que no te ocurriría si me limito a esperar a que el contador llegue a cero.
Y es entonces cuando Danny siente ese escalofrío. La sensación de estar atrapado. Encerrado.
Sarah Kauffmann (ND): Apuesto a que el señor Craig… o el primo del señor Braddock, Bradley… Seguro que alguno de ellos os contó como funcionan esos anillos. Y lo que les pasa a quienes mueren llevando uno puesto…
Danny Dalton: No, no puede ser…
Sarah Kauffmann (ND): Si, creo que eso es lo que haré. Esperaré a que los explosivos hagan “boom”…
Danny Dalton: Esta bien.
Sarah Kauffmann (ND): …y entonces me apoderaré de lo que quede de tu cuerpo. Y después…
Danny Dalton: ¡ESTÁ BIEN!
Sarah mira al joven. Danny Dalton le tiende la mano. En su mirada hay una mezcla de impotencia y odio. Todo un manjar para cualquier criatura nacida en el vientre del Averno.
Sarah le estrecha la mano. Su tacto es frío, desagradable. Antes de desaparecer, Sarah le susurra una sola cosa al oído.
Sarah Kauffmann (ND): Te doy mi palabra que volverás a casa, Daniel Dalton… y cuando llegue, matar a Alma Grant será lo primero que haga.
Antes de poder reaccionar, de Sarah Kauffmann no quedan más que cenizas. A su alrededor, el paisaje se ve envuelto en llamas. La pareja de amantes adolescentes se ha convertido en un pedazo de carne chamuscada. El cobertizo arde como lo haría una hoguera de la Inquisición. Y desde lo alto de la cima, Danny Dalton puede ver como todo un infierno consume “Springfield”, extendiéndose hasta donde alcanza la vista.
Hubo un tiempo en que Danny Dalton tenía un sueño. Fue antes de conocer al profesor Vanister, a Fred Fesster, a Leonard Powell… Era un sueño pequeño y sencillo: dejar atrás Springfield.
Ahora está encerrado en él.
Para el resto de la eternidad.
Estudio 22. Centro de Producción de la FOX Entertainment.
10201 W. Pico Boulverd, Los Ángeles.
Ahora.
Danny Dalton: ¡Catorce Diecinueve! ¡Catorce Diecinueve!
Escupe las palabras al tiempo que cae de rodillas, desplomándose más allá de los límites trazados por el agua bendita de Craig. Roth introduce la clave a toda velocidad mientras Ángel ayuda a Danny a incorporarse.
Y con un pitido suave, el marcador electrónico de la bomba se detiene a tres segundos del momento fatal.
James Roth (ND): Eso ha estado jodidamente cerca…
Ángel (ND): Ya lo creo… (ayuda a Danny) ¿Te encuentras bien?
Danny Dalton: Si, lo estoy… Creo que sí…
Arthur Craig (ND): Por un momento pensé que no funcionaría.
James Roth (ND): ¡Pues ha funcionado! Dime, Daniel… ¿te costó mucho negociar con esa zorra de Kauffmann?
Danny Dalton: ¿Qué…? (mira para todos lados, confuso y mareado) No, Leo... Danny... Quiero decir, Roth. Yo… (mareado) Creo que necesito un poco de aire…
Ángel (ND): Esta bien, esta bien… Roth, desata a tu colega. Deberíamos irnos de aquí antes de que llegue la seguridad del estudio…
James Roth (ND): ¿Y a tí quién demonios te ha nombrado jefe?
Apenas si escucha lo que dicen a su alrededor. Le cuesta acostumbrarse a unos sentidos tan limitados. Por no hablar del caos de sensaciones que recorren su cuerpo. ¿Cómo pueden vivir así? Es desagradable, sucio y frágil a la vez. Es incómodo.
Pasan los minutos, puede que una hora: el tiempo es otra de las medidas a las que debe volver a acostumbrarse. Ángel les ha dejado curarse y descansar un poco en su oficina. Parece que el señor Craig se quedará con él hasta el día siguiente. No le preocupa: para entonces ya habrá arreglado algunas cosas en el bufete.
Ángel le estrecha la mano. Su tacto es como el de un mueble antiguo.
Ángel (ND): Deberías quedarte un tiempo aquí, Danny. Hay sitio de sobra. Y estarías más seguro.
Danny Dalton: No se preocupe, señor Ángel. Yo… (sonríe) estaré “de puta madre”.
Arthur Craig lo mira desde el quicio de la puerta de “Investigaciones Ángel”, encendiendo un generoso cigarro.
Arthur Craig (ND): Asegúrate de no perderlo, chico… (señala el anillo) Sigue siendo peligroso.
Danny Dalton: Lo sé, señor Craig. Créame… no me lo quitaré por nada del mundo. (sube a la berlina negra de James Roth) Vamos, señor Roth.
El coche deja atrás el viejo edificio de ladrillos que sirve de cobijo a Ángel y su panda de inofensivos bienhechores. James Roth conduce en silencio, tenso… sin saber como reaccionar.
La clave aparece en un oportuno semáforo en rojo: una impresionante limusina negra se detiene en paralelo a su coche. Dorisume, su viejo criado oriental, les saluda con un gesto de su gorra de chofer.
James Roth sonríe aliviado.
James Roth (ND): Parece que todo ha salido como usted planeó… (mira a Danny) Enhorabuena, señora Kauffmann.
Danny Dalton: Gracias, señor Roth. Su cooperación ha sido inestimable.
James Roth (ND): ¿Qué haremos con el señor Braddock? (señala a Ben, inconsciente en el asiento de atrás) ¿No es un cabo suelto?
Danny Dalton: En absoluto. Este pobre desgraciado idealista despertará mañana en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, sin saber lo que ha pasado.
James Roth (ND): ¿Y el señor Dalton?
Sarah Kauffmann sonríe mientras disfruta de su nuevo reflejo en el espejo retrovisor.
Danny Dalton (ND): El señor Dalton volverá a casa, señor Roth. Y como dice la profecía… me convertiré en un Dios.
FIN DE LA TERCERA TEMPORADA
El silencio se adueña de la estancia por un instante. Casi puede sentir el miedo adueñándose de él, recorriéndolo de arriba abajo. Sarah deja que el silencio flote en el aire… al menos un poco más.
James Roth (ND): ¿Qué está diciendo…? Yo no…
Sarah Kauffmann (ND): Vamos, señor Powell. No tiene por qué seguir con la farsa. Desde el principio intuí que el señor James Roth trabajaba para alguien más de esta firma. Pero cuando decidí tomar cartas en el asunto… (señala los monitores a los que están conectados los electrodos de Roth) Bueno, digamos que encontré en su cabeza mucho más de lo que esperaba.
James Roth (ND): Señora Kauffmann…
Sarah Kauffmann (ND): No, no, no… No se preocupe, señor Powell. No estoy enfadada. Es más… Creo que el mejor uso que se puede dar a un agente doble es convertirlo en agente triple.
Y chasquea los dedos. Uno de los solícitos agentes que custodia el acceso entrega un pequeño estuche de madera noble. Sarah lo abre con delicadeza y extrae un pequeño objeto cubierto por un pequeño paño de terciopelo rojo.
James Roth (ND): ¿Piensa torturarme?
Sarah Kauffmann (ND): Oh no, señor Powell. No… (dejando caer el paño, muestra un precioso y antiguo espejo de mano) Solamente voy a presentarle a un viejo conocido…
Sarah acerca el espejo a su cara. Leonard Powell lleva ya mucho tiempo en este cuerpo. No le sorprende por tanto ver una cara extraña al otro lado del espejo.
Lo que sí le sorprende es que su reflejo le mire con odio.
Y que hable.
Sarah Kauffmann (ND): Señor Powell… el señor Roth. Creo que ya se conocen.
James Roth (en el espejo): Hola, bastardo. Tienes algo que me pertenece.
Despacho de Sarah Kauffmann.
Planta 7 de la sede de Wolfram y Hart. Los Ángeles.
Hace tres horas y 45 minutos.
Dorisume (ND): El señor Dalton está esperando.
Sarah alza la mano como quien da indicaciones a un perro bien amaestrado, sin dejar de atender al teléfono. Dócil y temeroso, el anciano japonés baja la vista y desaparece de nuevo tras la puerta.
Sarah Kauffmann (ND): Ese condenado vampiro con alma ha estado a punto de echarlo todo a perder, Roth.
James Roth (ND) (por teléfono): Lo sé. Intenté quitármelo de encima pero desde que Park lo puso en nuestro camino, he hecho lo posible por seguir con el plan…
Sarah Kauffmann (ND): ¿Crees que el señor Craig o el señor Dalton sospechan algo?
James Roth (ND) (por teléfono): Negativo, señora. Creen que Holland Manners es quien anda tras todo esto. Y se han tragado eso de que el anillo servirá para destruirla.
Sarah Kauffmann (ND): Muy bien. Creo que entonces ha llegado la hora del siguiente paso…
James Roth (ND) (por teléfono): ¿Desea que suba?
Sarah Kauffmann (ND): No, señor Roth. Permanezca en I+D mientras tengo unas palabras con el señor Dalton.
Sarah cuelga y hace sonar una diminuta campanita de plata. Servicial y silencioso, el anciano Dorisume aparece por la puerta como un fantasma.
Sarah Kauffmann (ND): Té. Para dos.
Dorisume (ND): Hai, mi señora.
Danny Dalton permanece sentado en uno de los elegantes sofás de diseño que decoran el vestíbulo previo al impresionante despacho de Sarah: el chico tiene algunas magulladuras y leves quemaduras en su arrugadísima camisa de seda.
Danny Dalton (levantándose): Señora…
Sarah Kauffmann (ND): Señor Dalton, me alegro ver que han salido sanos y salvos. ¿Qué es lo que pasó?
Danny Dalton: Fue el tal Ángel, ese chupa-sangres… Nos cogió por sorpresa a Roth y a mí. Nos usó como cebo para atraerla bajo aquel cruce de autopistas. Entonces aparecieron esos tipos orientales…
Sarah Kauffmann (ND): El señor Ángel mencionó algo que, según sus palabras, “podría destruirme”. ¿Sabe a qué se refería?
Danny Dalton: No lo sé, señora Kauffmann.
Sarah mantiene un convincente gesto de preocupación. Por dentro, su negra alma de alquitrán esboza una sucia sonrisa: le encanta el hedor de la mentira. De la conspiración.
Danny Dalton: ¿Cree… que es cierto?
Sarah Kauffmann (ND): ¿El qué?
Danny Dalton: Esa historia sobre lo de que tenían algo que podía destruirla…
Sarah Kauffmann (ND): Por favor, señor Dalton… ¿se preocupa usted por mi seguridad?
Danny Dalton: Sólo digo que debería andarse con ojo de ser cierto…
Sarah Kauffmann (ND): Dígame, señor Dalton, ¿le parezco alguien a quien se le pueda meter el miedo en el cuerpo?
Un zumbido rompió un breve silencio: Sarah se llevó la mano al comunicador que pendía de su oído.
Sarah Kauffmann (ND): Kauffmann.
John Ortega (ND) (a través del pinganillo): Aquí Ortega. Los psíquicos confirman la presencia de un vampiro de clase 4 en las inmediaciones. No estamos seguros pero…
Sarah Kauffmann (ND): Yo sí. Es él. Inicien protocolo 29, señor Ortega.
John Ortega (ND) (a través del pinganillo): Muy bien.
Sarah se desprendió del molesto pinganillo dejándolo caer en uno de sus bolsillos. Acto seguido miró a Danny… y sonrió.
Sarah Kauffmann (ND): Muy bien. (se encamina hacia el ascensor) Vamos.
Danny Dalton: Un momento, ¿A dónde…?
Sarah Kauffmann (ND): ¿A dónde va ser? Al cruce de autopistas. El señor Ángel parece obstinado en tener una cita conmigo así que se lo voy a conceder.
Danny Dalton: Pero él…
Sarah Kauffmann (ND): Tiene algo que puede destruirme. Lo sé, señor Dalton. Pero míreme. ¿Cree que he llegado hasta donde estoy… dejándome guiar por el miedo?
Las puertas del ascensor comenzaban a cerrarse cuando Sarah interpuso su mano. La sujetó con la fuerza de un titán vestido de Armani.
Sarah Kauffmann (ND): ¿Y bien, señor Dalton? Viene conmigo… ¿o quiere perderse la diversión?
Dentro del Anillo.
Hace doce segundos.
Los primeros rayos de sol comenzaban a teñir de malva el cielo del amanecer. La penumbra del alba bañaba la cima de la mina Dalton y a los pies del viejo cobertizo, dos jóvenes compartían un mismo saco de dormir. La chica le pasa un cigarrillo a medio consumir al chico.
Es el mismo chico que observa la escena a pocos metros de distancia, casi un año más viejo y enfundado en lo poco que queda de un carísimo traje de Armani. Por un momento casi se plantea dejarle disfrutar un poco más de sus viejos y buenos recuerdos.
Sarah Kauffmann (ND): Tenemos que dejar de vernos así, ¿no le parece?
Danny Dalton se da la vuelta, dándole la espalda a su yo del pasado, ese que en aquel reflejo de sus memorias abraza una vez más a la chica que ama.
Danny Dalton: ¿Qué es todo esto?
Sarah Kauffmann (ND): Aquella sala de reuniones en la que nos vimos antes era tan fría, tan… impersonal. Pensé que esto le gustaría más…
Danny Dalton: ¿Es un puñetero espejismo? ¿Un truquito mental de demonio de tres al cuarto?
Sarah Kauffmann (ND): No, señor Dalton. Esto… es un reflejo de sus deseos más profundos auténticos. Esto es lo que usted desea.
Danny Dalton: Lo que yo quiero ahora es que me diga la contraseña para desactivar los explosivos…
Sarah Kauffmann (ND): Veo que entonces dio con el paradero del señor Braddock… y de “Margaret”. ¿No le parece ingenioso? ¿Ocultarla donde a nadie se le ocurriría buscarla? La cara que pondrían esos tipos de la televisión… ¡Si supiesen que esa máquina de salto dimensional que ellos toman por atrezzo, es en realidad…
Danny Dalton: ¡Basta ya! ¡Quiero que me diga la contraseña… ahora!
Sarah clava sus ojos en Danny: si hay algo que no tolera en ningún caso… es que la interrumpan.
Sarah Kauffmann (ND): Mucho cuidado, señor Dalton. A fin de cuentas, es usted el invitado aquí. Eso sin mencionar que es usted quien ha venido a pedirme un favor a mí.
Y se reclina sobre la pared de madera del viejo cobertizo. Los primeros rayos de sol inciden directamente sobre él… y la madera reseca comienza a emitir pequeñas nubes de humo.
Sarah Kauffmann (ND): Parece que el tiempo corre en su contra, señor Dalton.
Danny Dalton: Esta bien… ¿Qué es lo que quiere?
Sarah Kauffmann (ND): ¿Lo que quiero yo?
Sarah camina y alza los brazos, mostrando al joven el idílico paraíso que sus propias memorias han construido.
Sarah Kauffmann (ND): Esto. Quiero que vuelvas a casa, Daniel Dalton. Eso es lo que quiero.
Danny Dalton: ¿Qué yo… vuelva a casa?
Sarah Kauffmann (ND): Me encargaré de que vuelva a casa… (le tiende la mano) si deja que lo ayude.
Danny mira la mano de esa mujer. Sarah le observa y casi puede leer su mente a través de su mirada.
Danny Dalton: Ya. Claro… ¿Y la letra pequeña?
Sarah Kauffmann (ND): ¿Quieres salvar a Ben de una muerte segura?
La mirada del joven pasa esta vez de la mano de Sarah a las pequeñas llamas que los rayos de sol consiguen prender del viejo cobertizo.
Sarah Kauffmann (ND): Vamos, Daniel Dalton.
Danny Dalton: Si acepto… ¿qué me ocurrirá?
Sarah Kauffmann (ND): Te garantizo que no te ocurrirá nada que no te ocurriría si me limito a esperar a que el contador llegue a cero.
Y es entonces cuando Danny siente ese escalofrío. La sensación de estar atrapado. Encerrado.
Sarah Kauffmann (ND): Apuesto a que el señor Craig… o el primo del señor Braddock, Bradley… Seguro que alguno de ellos os contó como funcionan esos anillos. Y lo que les pasa a quienes mueren llevando uno puesto…
Danny Dalton: No, no puede ser…
Sarah Kauffmann (ND): Si, creo que eso es lo que haré. Esperaré a que los explosivos hagan “boom”…
Danny Dalton: Esta bien.
Sarah Kauffmann (ND): …y entonces me apoderaré de lo que quede de tu cuerpo. Y después…
Danny Dalton: ¡ESTÁ BIEN!
Sarah mira al joven. Danny Dalton le tiende la mano. En su mirada hay una mezcla de impotencia y odio. Todo un manjar para cualquier criatura nacida en el vientre del Averno.
Sarah le estrecha la mano. Su tacto es frío, desagradable. Antes de desaparecer, Sarah le susurra una sola cosa al oído.
Sarah Kauffmann (ND): Te doy mi palabra que volverás a casa, Daniel Dalton… y cuando llegue, matar a Alma Grant será lo primero que haga.
Antes de poder reaccionar, de Sarah Kauffmann no quedan más que cenizas. A su alrededor, el paisaje se ve envuelto en llamas. La pareja de amantes adolescentes se ha convertido en un pedazo de carne chamuscada. El cobertizo arde como lo haría una hoguera de la Inquisición. Y desde lo alto de la cima, Danny Dalton puede ver como todo un infierno consume “Springfield”, extendiéndose hasta donde alcanza la vista.
Hubo un tiempo en que Danny Dalton tenía un sueño. Fue antes de conocer al profesor Vanister, a Fred Fesster, a Leonard Powell… Era un sueño pequeño y sencillo: dejar atrás Springfield.
Ahora está encerrado en él.
Para el resto de la eternidad.
Estudio 22. Centro de Producción de la FOX Entertainment.
10201 W. Pico Boulverd, Los Ángeles.
Ahora.
Danny Dalton: ¡Catorce Diecinueve! ¡Catorce Diecinueve!
Escupe las palabras al tiempo que cae de rodillas, desplomándose más allá de los límites trazados por el agua bendita de Craig. Roth introduce la clave a toda velocidad mientras Ángel ayuda a Danny a incorporarse.
Y con un pitido suave, el marcador electrónico de la bomba se detiene a tres segundos del momento fatal.
James Roth (ND): Eso ha estado jodidamente cerca…
Ángel (ND): Ya lo creo… (ayuda a Danny) ¿Te encuentras bien?
Danny Dalton: Si, lo estoy… Creo que sí…
Arthur Craig (ND): Por un momento pensé que no funcionaría.
James Roth (ND): ¡Pues ha funcionado! Dime, Daniel… ¿te costó mucho negociar con esa zorra de Kauffmann?
Danny Dalton: ¿Qué…? (mira para todos lados, confuso y mareado) No, Leo... Danny... Quiero decir, Roth. Yo… (mareado) Creo que necesito un poco de aire…
Ángel (ND): Esta bien, esta bien… Roth, desata a tu colega. Deberíamos irnos de aquí antes de que llegue la seguridad del estudio…
James Roth (ND): ¿Y a tí quién demonios te ha nombrado jefe?
Apenas si escucha lo que dicen a su alrededor. Le cuesta acostumbrarse a unos sentidos tan limitados. Por no hablar del caos de sensaciones que recorren su cuerpo. ¿Cómo pueden vivir así? Es desagradable, sucio y frágil a la vez. Es incómodo.
Pasan los minutos, puede que una hora: el tiempo es otra de las medidas a las que debe volver a acostumbrarse. Ángel les ha dejado curarse y descansar un poco en su oficina. Parece que el señor Craig se quedará con él hasta el día siguiente. No le preocupa: para entonces ya habrá arreglado algunas cosas en el bufete.
Ángel le estrecha la mano. Su tacto es como el de un mueble antiguo.
Ángel (ND): Deberías quedarte un tiempo aquí, Danny. Hay sitio de sobra. Y estarías más seguro.
Danny Dalton: No se preocupe, señor Ángel. Yo… (sonríe) estaré “de puta madre”.
Arthur Craig lo mira desde el quicio de la puerta de “Investigaciones Ángel”, encendiendo un generoso cigarro.
Arthur Craig (ND): Asegúrate de no perderlo, chico… (señala el anillo) Sigue siendo peligroso.
Danny Dalton: Lo sé, señor Craig. Créame… no me lo quitaré por nada del mundo. (sube a la berlina negra de James Roth) Vamos, señor Roth.
El coche deja atrás el viejo edificio de ladrillos que sirve de cobijo a Ángel y su panda de inofensivos bienhechores. James Roth conduce en silencio, tenso… sin saber como reaccionar.
La clave aparece en un oportuno semáforo en rojo: una impresionante limusina negra se detiene en paralelo a su coche. Dorisume, su viejo criado oriental, les saluda con un gesto de su gorra de chofer.
James Roth sonríe aliviado.
James Roth (ND): Parece que todo ha salido como usted planeó… (mira a Danny) Enhorabuena, señora Kauffmann.
Danny Dalton: Gracias, señor Roth. Su cooperación ha sido inestimable.
James Roth (ND): ¿Qué haremos con el señor Braddock? (señala a Ben, inconsciente en el asiento de atrás) ¿No es un cabo suelto?
Danny Dalton: En absoluto. Este pobre desgraciado idealista despertará mañana en la unidad de cuidados intensivos de un hospital, sin saber lo que ha pasado.
James Roth (ND): ¿Y el señor Dalton?
Sarah Kauffmann sonríe mientras disfruta de su nuevo reflejo en el espejo retrovisor.
Danny Dalton (ND): El señor Dalton volverá a casa, señor Roth. Y como dice la profecía… me convertiré en un Dios.
FIN DE LA TERCERA TEMPORADA
4 comentarios:
brutal tio, jo, que guay.... Rau, te estas ganando una fama mu mala... Ismael, que manera de dirigir la trama... y el final... brutal... solo te digo, que no me toque a mi un dia el euromillon... entonces si que te va a tocar currar... :P
en fin, q pena habermelo perdido... a ver si la proxima temporada puedo jugar mas...
Por una vez, el pobre Rau no tiene culpa de ná. Le tocó verlo todo "desde la barrera" (o más bien desde el pellejo de Angel, sin poder decir "¡no le hagáis caso a Roth!")
Gracias por los ánimos... Te tomo nota lo de los euromillones XD
ESO ESO QUE YO POR UNA VEZ SOY INOCENTE¡¡¡¡¡¡¡
A mi me revento en cinco minutos al principio, y luego lleve a Angel (Que pena que tuve que cambiar a Roth por Angel Jojojojo)
Ademas Mario fijate como quedo mi pobre Leonard :____(
He derramado una lagrima, que lo sepais...
Para mi, Danny es mucho mas importante de lo que creeis, en serio!!!!!!!!!!!!
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